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Ponyo

El maestro del cine animado japonés Hayao Miyazaki vuelve con una fábula ejemplar sobre el amor a la Tierra. ***1/2

Ricardo Silva Romero
7 de noviembre de 2009

Título original: Gake no ue no Ponyo.
Año de estreno: 2009.
Género: Animación.
Guión y Dirección: Hayao Miyazaki.
Voces de: Yuria Nara, Hiroki Doi, Jôji Tokoro, Tomoko Yamaguchi, Yûki Amami, Kazushige Nagashima, Akiko Yano, Shinichi Hatori.

Todo esto tuvo que suceder para que la conmovedora Ponyo, la nueva película del maestro japonés de la animación Hayao Miyazaki, llegara a las salas de cine del planeta: que Paracelso, aquel ocultista suizo del siglo XVI, hablara de las ondinas, los espíritus del agua, las ninfas de voces encantadoras que pueden volverse inmortales si consiguen el amor de un hombre; que, desde ese momento hasta comienzos del siglo XIX, aquellas criaturas se convirtieran en figuras importantes del folclor europeo; que el barón Friedrich de la Motte Fouqué publicara, en la Alemania de 1812, una respetada novela sobre el mito titulada Ondina; que unos años después, en 1836, el autor danés Hans Christian Andersen se atreviera a transformarlo en el cuento de hadas clásico La sirenita, y que un siglo y medio más tarde, tras ser adaptado al cine, la radio y la televisión de varios países del mundo, La sirenita se convirtiera en el primer largometraje memorable producido por la Walt Disney después de la muerte de su creador.

Ponyo, que cuenta el encuentro estremecedor entre una pequeña sirena de color rojo y un valiente niño de 5 años llamado Sosuke, se vale de toda esa tradición, habla del espíritu que nos espera en el agua, de la búsqueda desesperada de una pareja, de los riesgos de quererlo todo en la vida al mismo tiempo, para llegar a la conclusión de que el amor (entendido, por supuesto, como ese regalo que no exige nada a cambio) puede salvar a este planeta decadente de su segura destrucción.

Ponyo es, como la leyenda trágica de las ondinas, el cuento moralizante de Andersen o la película feminista de la Walt Disney, una fábula ejemplar. Pero no pide ceñirse a una naturaleza ni obliga a portarse bien ni defiende el derecho de una mujer a tenerlo todo, sino que se limita a demostrar que cualquier amor es, en últimas, amor por la Tierra: que el castigo vendrá para todos, al mismo tiempo, si no cuidamos el planeta que tenemos.

Es una moraleja clara, simple, contundente, que hemos oído muchas veces. Y sin embargo, pronunciada por este largometraje animado, lleno de personajes maravillosos, en el que se suceden las secuencias hermosas (son inolvidables el tour por el fondo del océano, las olas monstruosas que quieren devorarlo todo y la ciudad en el acantilado bajo todas las capas del mar), resulta indiscutible. Miyazaki, nacido en Tokio el 5 de enero de 1941, autor de obras cinematográficas tan importantes como La princesa Mononoke (1997), El viaje de Chihiro (2001) y El increíble castillo vagabundo (2004), ha sabido siempre enseñar a vivir. Pero su gran logro, la razón por la que le devuelve el significado a la palabra "maestro", es que en él comienza toda una manera de observar la vida, porque le ha dejado al mundo una manera única de verlo: como una pesadilla de la que somos capaces de despertar.