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SANGRE EN EL MONASTERIO

Crímenes, treología y política se mezclan en la trama de la primera novela del semiólogo Humberto Eco

12 de diciembre de 1983

"El Nombre de la Rosa", Humberto Eco, Editorial Lumen, Barcelona 1983, 607 páginas.
Eco, el ilustre semiólogo italiano, es sin duda uno de los libros más inteligentes, sugerentes y divertidos que hayamos leído en muchos años. "El Nombre de la Rosa", en efecto, cautiva al lector a todo lo largo de sus seiscientas páginas con un material narrativo difícilmente superable por su encanto y por su intriga, por su erudición y por su lucidez. El relato se nos presenta, en un prólogo de pura estirpe borgesiana, como la apresurada traducción de un viejo manuscrito del siglo XIV en el cual un oscuro fraile reconstruye los sangrientos y aleccionadores episodios que acontecen varias décadas antes en una rica y misteriosa abadía del norte de Italia. Aunque el autortraductor ofrece su trabajo como la versión libre de una crónica eclesiástica cuya "historicidad" resulta imposible de probar, el texto tiene tal "verdad literaria" que a la postre la excusa que Eco ha inventado para justificar su "transcripción" es el único recurso legítimo para introducirnos en tan extraordinaria creación.
La obra parece una novela policiaca: en una fría semana de fines de noviembre del año 1327, un joven novicio benedictino alemán, Adso de Melk, evoca su inolvidable aprendizaje de la lógica y de la política y de la vida al lado de un experimentado monje franciscano inglés, Guillermo de Baskerville, quien es a la vez el detective que esclarece los crímenes que turban la paz del noble monasterio benedictino, y el emisario imperial que negocia un armisticio entre la orden franciscana y el papa de Aviñon.
La acción se desarrolla, por tanto, en tres niveles: las reflexiones del narrador, en primer lugar, que descubre durante los siete fatídicos días de su memoria no sólo la pasión homicida de sus hermanos de congregación sino también el genio deductivo de fray Guillermo, el turbulento período de la historia europea que enmarca su propia vida, y la ambigiuedad fundamental de la realidad humana que rompe todos los esquemas de la moral y la religión, los asesinatos mismos, en segundo lugar, que suscitan el drama y al final la tragedia en la poderosa abadía que simboliza todo el saber de la cristiandad, y se ofrecen como material de interpretación al escéptico y flemático Sherlock Holmes franciscano; y, por fin, el conflicto religioso y político entre el papado y el imperio, entre Juan XXII y Luis IV de Baviera, entre la teología de la pobreza de los franciscanos aliados al monarca y la teología del poder de los benedictinos y los dominicos aliados al pontífice.
Paralelamente, "El Nombre de la Rosa" es un fresco portentoso de la Edad Media. La erudición de Eco asombra y abruma: largas polémicas sobre teología e historia de las herejías, vívidas recreaciones del arte y la cultura del siglo XIV, sofisticadas referencias históricas y literarias e incluso abundantes citas en latín directamente incorporadas en el discurso, sin bastardillas ni traducción al pie de la página, todo conspira para hacer de la novela un trabajo denso y conceptuoso pero siempre claro y absorbente.
Por último, este debut literario del profesor de Bolonia es también una lúcida y valerosa meditación sobre el poder del saber en la vida de los hombres. En efecto, la trama teológica, policiaca y diplomática nos conduce inexorablemente a una revelación suprema: la rica biblioteca del monasterio, que alberga toda la sabiduría de Occidente y constituye un bastión de la verdad establecida contra las tinieblas subversivas que amenazan por doquier, funciona además como un laberinto, un jeroglífico del cosmos, el texto cifrado de una escritura incógnita que no todos pueden ni deben conocer. Un libro misterioso, que desquiciaría la seriedad y la solemnidad del dogma, es el objeto del baño de sangre que permea el relato y a la vez la moraleja del cuento, que tiene que ver con el status de la inteligencia en esa sociedad nuevamente medieval, es decir, fanática y violenta, que es la nuestra, la de hoy. Tras desentrañar el misterio de los crímenes y del libro maldito, el gran detective concluye filosóficamente que no existe orden en el universo, que las únicas verdades que sirven son instrumentos que luego hay que desechar, que "quiza la tarea del que ama a los hombres consista en lograr que éstos se rían de la verdad, lograr que la verdad ría, porque la única verdad consiste en aprender a liberarnos de la insana pasión por la verdad".
Parábola moral, crónica medieval, novela policiaca, "El Nombre de la Rosa" es un libro sobre un libro, un libro sobre los libros, un libro sobre la vida y la historia como un libro del cual somos al mismo tiempo lectores, autores y personajes. Como dijo Abelardo, la rosa existe por su solo nombre. La espléndida novela de Eco existe por la sola fuerza de su palabra encantada, que es la sola fuerza del hombre contra el silencio y contra la soledad.