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El escuadrón antibombas, encabezado por el sargento James (Jeremy Renner), se enfrenta día a día con la muerte en cualquier calle de Irak

cine

Zona de miedo ***1/2

Kathryn Bigelow puede ser la primera mujer en ganarse un Oscar a la mejor dirección gracias a esta pesadilla sin pausas

Ricardo Silva Romero
13 de febrero de 2010

Título original: The Hurt Locker.
Año de estreno: 2009.
Dirección: Kathryn Bigelow.
Actores: Jeremy Renner, Anthony Mackie, Brian Geraghty, Guy Pearce, Ralph Fiennes, David Morse, Evangeline Lilly, Christian Camargo.

Alos guionistas gringos se les enseña, en los talleres de dramaturgia que se dictan en todas las esquinas de Hollywood, que el protagonista de una película debe aparecer antes de que el espectador se pregunte "¿a quién le está sucediendo esta historia?". Lo que hace fascinante a Zona de miedo es que su personaje principal, como advierte su título en inglés y refuerza su nombre en español, es el lugar al que van a morir los héroes insensatos de la guerra de Irak: ese sitio pesadillesco, rodeado de curiosos, de enemigos, de suicidas, en el que late una bomba a punto de estallar. Por supuesto, hay un hombre más visible que todos, el sargento William James, que se encuentra a la cabeza del escuadrón de especialistas que pretende desactivar el explosivo de turno. Pero es ese escenario en suspenso, que lo borra todo, que se traga todo lo que pisa, que, como se anuncia desde el epígrafe, "produce una adicción letal", lo que se explora en este largometraje que produce taquicardia.

Las mejores películas de guerra, desde Apocalipsis ahora (1979) hasta Full Metal Jacket (1987), desde Pelotón (1986) hasta Rescatando al soldado Ryan (1998), han dejado en claro al mundo tres cosas fundamentales: que el campo de batalla es el infierno, que el combate sucede cuando el último resto de humanidad ya se ha perdido, que la línea de combate es un monstruo que nos recuerda de un solo golpe que sólo hay vida y muerte y que todo lo demás es discurso. Zona de miedo lleva estas ideas al extremo. Sigue a un escuadrón antibombas que ha dejado de hacerse las preguntas más obvias ("¿por qué estamos en Irak?", "¿qué sentido tiene esta lucha?", "¿qué objeto tiene esta vida?") a fuerza de amanecer a un paso de la muerte. Se niega a profundizar en los personajes porque su punto es, precisamente, que son pozos secos, que son monstruos de un doctor Frankenstein que somos todos, que si uno les hace un análisis de fondo no va a encontrar nada aparte de aquella terrible adicción.

Zona de miedo es, primero que todo, el gran trabajo de una gran directora: Kathryn Bigelow. Ella ha hecho toda una carrera a punta de investigar el extraño, ridículo, terco mundo de los hombres (Punto de quiebre, Días extraños y K19 son trabajos dignos que prueban que esa es su obsesión), merece todos los premios que está obteniendo en estos días: no tendría nada de raro que, después de recibir el reconocimiento del sindicato de los directores de Estados Unidos, obtenga (sería, dicho sea de paso, la primera mujer que lo ganaría) el famoso premio Oscar de la Academia de Artes y Ciencias de Hollywood. Sería un premio justo. Porque con Zona de miedo Bigelow ha creado una obra que conduce, sin recurrir a los trucos de siempre, a una compasión que no es fácil de entender. Porque, más allá de cualquier interpretación, se ha inventado una película de suspenso que no cesa.