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CAIDA OLIMPICA

A raíz de la derrota norteamericana en Seul, se abre debate sobre el papel del Estado en el deporte.

7 de noviembre de 1988

La polémica quedó abierta desde el mismo instante en que se clausuraron los Juegos Olímpicos de Seúl. La inferioridad de los norteamericanos frente a los países del bloque socialista dejó en claro que, luego de 12 años de no enfrentarse en el campo olímpico, el nivel de sus deportistas en general ha venido a menos. El tercer puesto, ocupado por los Estados Unidos en el cuadro de medallería, por detrás de los soviéticos y los alemanes del este, puso sobre el tapete la discusión sobre quién debe hacerse cargo de la preparación de los deportistas: el Estado o la empresa privada.
Claro está que la debacle gringa estuvo acompañada por un bajonazo que afectó a gran parte de los países occidentales. Para comprobarlo, basta con mirar el número de medallas que ganaron los representantes de los dos bloques. Entre los 10 mejores de Seúl hay cinco países capitalistas y cinco socialistas, que se repartieron las medallas de la siguiente manera:los cinco primeros países socialistas -Unión Soviética, Alemania Oriental, Bulgaria, Hungría y Rumania ganaron en total 120 medallas de oro 95 de plata y 101 de bronce. Por su parte, los cinco mejores países del bloque capitalista-Estados Unidoas, Corea del Sur, Alemania Federal, Francia e Italia-sólo alcanzaron a ganar 71 medallas de oro, 63 de plata y 63 de bronce.

Un desequilibrio tan marcado a favor de los socialistas ha hecho pensar, incluso a varios atletas, sobre la conveniencia de que el Estado tome cartas en el asunto y se dedique de manera directa a prepararlos. La inquietud surgió a raíz del éxito de los países socialistas. Allí es el Estado el único que puede encargarse de la preparación de los atletas, desde temprana edad, y les ofrece todas las facilidades necesarias para que puedan dedicarse exclusivamente a entrenar. Mientras tanto, en la mayoría de los paises occidentales el atleta debe emplear buena parte de su tiempo en trabajar en actividades ajenas al deporte, que pasa a ser materia secundaria. Fuera de esto, cada vez se impone más entre los atletas un interés comercial, lo que hace que en ellos prime el aspecto económico sobre el deportivo. Las autoridades deportivas norteamericanas se han preocupado bastante en este sentido ya que han visto que sus deportistas, a diferencia de lo que ocurre con los socialistas, han perdido el carisma que los llevaba a esforzarse por defender los colores patrios y sólo se emplean a fondo en las competencias en las que reciben algún dinero. Como si lo anterior fuera poco, tradicionalmente se ha considerado que la supremacía en el deporte es un síntoma de desarrollo en todos los niveles lo que deja mal parados a los gringos con lo ocurrido en Seúl.

La discusión no es ajena a Colombia donde ha llegado la hora de replantear a fondo la organización deportiva. Mientras los boxeadores, que le dieron la única medalla al país, debieron viajar acudiendo a la caridad de entidades privadas, los marchistas-que no han hecho nada importante en la historia de las participaciones olímpicas de Colombia contaron con entrenamiento previo con ayudas económicas, con viáticos y con todos los cuidados. En contraste, las corredoras de pista, que habrían podido llegar a la semifinal de relevos de haber contado con un entrenador, ni siquiera viajaron con los respectivos uniformes. En Colombia, los Juegos Olimpicos son un pretexto para que los zares del deporte hagan turismo a costa de la imagen del país.

Todo parece indicar que, si el deporte es un indice del grado de desarrollo de un pueblo, Colombia en vez de progresar va cada vez más para atrás. --