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La 10 de Pelé, Maradona, Platini y Ronaldinho. A la derecha, en la Copa Confederaciones 2005, un ensayo de Mundial, frente a Japón. Al final alzaría el trofeo.

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Tú y yo en París

El 17 de mayo los ojos del mundo estarán sobre los mejores jugadores de la actualidad: Ronaldinho y Thierry Henry. En juego estará la Liga de Campeones de Europa, un trofeo que ninguno de los dos tiene. Y un abrebocas de lo mejor que se verá en el Mundial

6 de mayo de 2006

Con las ligas locales ya definidas -Barcelona en España y Arsenal sin opciones en su país- Ronaldinho y Thierry Henry son tratados con especial cuidado, no vaya a ser que lleguen maltrechos a la final parisiense y, de paso, al Mundial de Alemania. Es curioso que la calidad futbolística del brasileño y el francés sea ampliamente conocida, pero que sean el 'arma secreta' de su club para quedarse con el torneo.

El más codiciado por los odontólogos

Ronaldinho es el rey de Catalunya desde su llegada, en 2003, tras un gris trasegar en el PSG francés. Sus rivales de entonces, inocentes, no sabían cómo encararlo. Si le entraban desprevenidos, quedaban en ridículo con uno de sus amagues; si lo encaraban con todo, el hombre simplemente miraba para un lado y entregaba el balón al compañero ubicado en otro lugar, todo esto en límites de tiempo más acordes a una carrera definida por foto finish que a un partido de 90 minutos. Tres años después de su aparición, la magia sigue intacta, pero al menos ya todos saben al tipo de jugador que enfrentan.

Ronaldinho juega con una sonrisa en la cara, pero la realidad es que son tan grandes sus dientes, que resulta imposible esconderlos. Cuando se creía que nadie igualaría a Ronaldo, ese conejo goleador, apareció su tocayo para superarlo en juego y en dentadura.

Fue descubierto por Sebastiao Lazaroni, aquel técnico que dirigió a Brasil en Italia 90. Era 1997 y Gremio se preparaba para disputar la Copa Libertadores. El niño de 17 años llamó la atención del entrenador, que le dio un lugar en el primer equipo. Para 1999, el continente supo de él gracias a un golazo marcado en Copa América (a Venezuela y el quinto, pero espectacular).

En Francia alternó momentos buenos y malos. Una liga de segundo orden y un equipo con problemas dirigenciales no eran el lugar indicado para él. Florentino Pérez pudo llevárselo al Madrid, pero en su lugar adquirió a Beckham. Joan Laporta lo compró por poco (27,5 millones de euros, ¿cuánto vale hoy

) y su inversión ha dado réditos. Dos Ligas, dos trofeos como el mejor jugador del mundo de la Fifa, un Balón de Oro y millones de camisetas vendidas son algunos de los beneficios que el de Porto Alegre le ha dado al club blaugrana.

El círculo del éxito se podría cerrar este 17 de mayo en Saint Denis, estadio que coronó en 2000 a Real Madrid en aquella fácil victoria continental sobre Valencia.

Europa, una sola vez en la vida

Los memoriosos -y los hinchas del Arsenal- no olvidan aquella final de Copa Uefa perdida ante Galatasaray, cuando los turcos se dedicaron 120 minutos a aguantar los embates del rival -lo lograron- para definir su suerte en los penales -se impusieron-. En dicha ocasión se confirmó la condición de los británicos de grandes en su país, pero de animadores en torneos internacionales, lejos de sus tradicionales rivales domésticos, Liverpool y Manchester United.

En esa edición de la Uefa, la 99-00, Thierry Henry jugó ocho partidos y marcó siete goles. De sus pies nacían las jugadas ofensivas de su equipo y también partía ese balón que terminaría en la red contraria. Pero algo pasó esa noche de mayo, porque ni su presencia en Copenhague fue suficiente para vulnerar el arco de Claudio Taffarel.

La calidad del hombre nacido en Les Ulis está fuera de toda duda, pero su tendencia a desaparecer en momentos vitales es una cruz que ha cargado siempre. Juventus lo desechó tras media temporada porque él, fino como pocos, no se hallaba en ese fútbol tosco de la Serie A. Había llegado como campeón de Francia y meses después pocos lo lloraban cuando se marchaba a la Liga Premier por migajas.

En Highbury encontró a un técnico débil por el fútbol bien jugado -Wenger- y otros dos fracasados en el Calcio, Berkamp y Vieira, para armar el mejor equipo que vio Inglaterra en el último lustro. Petit jugaba, Overmars jugaba, Pires jugaba, pero todos sabían que era Henry el que marcaba los ritmos.

La Liga inglesa y la Copa FA se volvieron asunto fácil, pero Europa, siempre Europa, se le resistía. Siendo el mejor equipo del continente, fue apeado por rivales en teoría inferiores, como Chelsea y Bayern Munich. Todos volteaban a mirar al número 14 cuando un nuevo fracaso llegaba.

En este 2005-2006, el atacante debió asumir la conducción de un equipo que presentó su versión más pobre de la última década. Con el papel de víctima muy bien asumido, él y sus compañeros se hicieron cargo de Ajax, Real Madrid y Juventus, con una seguridad ofensiva que sorprende: dos goles recibidos en 12 juegos.

El equipo se cansó de jugar bonito y perder. Ahora la belleza y los goles corren por cuenta de Henry, mientras los demás parecen haber vuelto al credo del Kick and run, aunque no tanto. Tal vez con eso les alcance para ganar por fin el trofeo que tanto los ha ignorado.