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DESACELERACIÓN.

Camino pedregoso

Después de la euforia económica de los últimos años se volvió a la cruda realidad: en el mejor de los casos Colombia crecerá 4 por ciento. ¿Se puede enderezar el rumbo?

27 de septiembre de 2008

Como están las cosas, la aspiración de mantener el mismo ritmo de crecimiento de los últimos cinco años se ha desvanecido.  El carro que iba a 80 kilómetros por una carretera estupenda, va ahora a 40 kilómetros y por una vía pedregosa y con demasiadas curvas. Aunque todo el mundo sabía que la economía colombiana no podía andar a ese ritmo sin peligro de recalentarse o chocarse, nadie esperaba que el frenazo fuera tan fuerte.

La pobre cifra de crecimiento para el primer semestre que divulgó la semana pasada el Dane (4,1 por ciento) hizo que el gobierno pusiera los pies sobre la tierra y bajara su meta de crecimiento para 2008.  La nueva proyección oficial es de 4 por ciento, un punto menos de la pronosticada el año pasado, cuando todos los vientos soplaban a favor.

Aunque para algunos crecer a esta tasa no resulta tan malo, si se tiene en cuenta la coyuntura de la economía mundial, la verdad es que a este ritmo cada vez se retrasará más el desarrollo del país. En los 20 años anteriores, el promedio de crecimiento de la economía colombiana fue de 3 por ciento. Ahora con la nueva meta significa que escasamente se pondrá un punto por encima de ese período. Nada alentador para un país que tiene tantos problemas por resolver.

Ya todos saben lo que ha pasado este año. El consumo privado que fue el gran dinamizador de la economía en 2006 y 2007, se vino a pique. El consumo de los hogares bajó a 3,1 por ciento en el primer semestre, cuando en igual período de 2007 presentaba una expansión del 6 por ciento. Si se tiene en cuenta que el consumo explica el 62 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), se entiende el impacto del bajonazo sobre la economía en su conjunto.

Muchos piensan que fue el Banco de la República el que aguó la fiesta, al subir las tasas de interés para controlar la inflación (ver entrevista). Esto hizo que los hogares moderaran el gasto y hoy estén pagando las deudas que acumularon en el período de auge.  Eso no está mal porque sería peor que siguieran endeudándose a manos llenas. El problema es que  también el ingreso disponible de las familias comenzó a disminuir por efecto del aumento en los precios de los alimentos. Ahí se acabó de fregar el consumo.

Y como al caído caerle, además este año la inversión pública se desplomó. Entre enero y junio cayó 15 por ciento, cuando durante 2007 fue un factor que impulsó la economía, al crecer a más del 20 por ciento. De mantener la dinámica las obras públicas le habrían aportado 0,7 puntos al PIB.

También la desaceleración en sectores clave como la industria y el comercio se hizo evidente este año. La minería y el transporte presentaron el mejor comportamiento. El sector agropecuario se desquitó un poco de los mediocres períodos recientes.

A este escenario interno tan complejo hay que sumarle la incertidumbre del mercado financiero internacional, particularmente en Estados Unidos.

¿Se puede corregir el rumbo? Con lo desprestigiados que están los economistas en sus pronósticos, en todo el mundo, nadie se atreve a lanzar apuestas.

Para el decano de economía de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria, quizás hay que revisar el énfasis que se le ha dado al modelo económico de este gobierno. Todo el foco se puso en la inversión y, según Gaviria, hay que mover otras fichas para hacer sostenible el crecimiento.

El ministro de Hacienda, Óscar Iván Zuluaga, a quien le corresponde ser optimista, piensa que hay luz al final del túnel. Por ejemplo, hay esperanza en las obras públicas  que comenzarán a despegar.

Juan Martín Caicedo, presidente de la Cámara Colombiana de la Construcción, está de acuerdo con este pronóstico. Este sector se paralizó por un ciclo normal de esta actividad relacionado con el inicio de las administraciones regionales, al mismo tiempo el cambio de ley de contratación hizo tortuosos los nuevos contratos de obras civiles. Vienen en camino seis concesiones viales, el Invías adjudicará otros 19 corredores por 2,5 billones de pesos, al final del año se adjudicará la Ruta del Sol y los mandatarios regionales reanudan obras, como el caso de las troncales de TransMilenio en Bogotá.

El gobierno aspira a que la inversión extranjera se mantenga, pero en este punto es en el que más incertidumbre hay. La crisis de los mercados financieros estrechó la liquidez, y los capitales no llegarán a estos mercados latinoamericanos, como lo hicieron hasta hace poco. 

La inversión se puede mantener en el sector petrolero porque con crudo a más de 100 dólares el barril, se continuará alentando la exploración, actividad con la que está casada Colombia.  Algunos creen que será fundamental para retomar el rumbo que el Banco de la República comience a bajar sus tasas de interés para reanimar a los empresarios a invertir y a los hogares a gastar. Según la última encuesta de Fedesarrollo, la confianza del consumidor en la marcha de la economía ha seguido bajando. Un empujoncito del Emisor no caería mal. Pero, como dice el ex ministro de Hacienda Juan Camilo Restrepo, pueden caer rayos y centellas y si la inflación sigue amenazando, el banco no bajará sus tasas.

El asunto es que hace un año por esta misma época, los más prestigiosos analistas decían que el país estaba atravesando una de esas raras coyunturas en la economía en la que todo va bien.  Era como si todos los astros estuvieran alineados a favor de  Colombia.  Tristemente, hoy parece que Colombia tiene el sol frente a los ojos.