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CRISIS EN SAMPER

¿Mal manejo interno o incumplimiento de las políticas oficiales?

3 de septiembre de 1984

Tarde o temprano tenía que suceder. Las cifras así lo decretaban. La semana pasada, se anunció que el conglomerado Industrias e Inversiones Samper S.A., que está compuesto por las compañías Comercial Minera, Hidroeléctrica Industrial del Guavio, Procesadora Andina de Carbones y Cementos Samper, entre otras, entraría en concordato preventivo. La empresa, que tuvo pérdidas por 977 millones de pesos en 1983, ya no podía sostener el peso financiero de sus obligaciones.
Según los críticos, el problema reside en un gigantesco ensanche que Cementos Samper decidió hacer hace algunos años. Para comprender las dificultades por las cuales atraviesa la empresa, es necesario remontarse a una época en que había escasez de cemento. Hace diez años, impulsados por la convicción que un retorno a la antigua orientación industrial les sería benéfico tanto a la empresa como al país, las directivas de Industrias Samper iniciaron una lenta transformación. La empresa pasó a concentrar sus esfuerzos en actividades industriales, y, en especial, en el área de los cementos, en la cual se había especializado desde comienzos del siglo. Para este fin disponía de los recursos que había acumulado en el período en que sus actividades eran primordialmente de tipo financiero.
A finales del gobierno de López Michelsen se trazó un Plan Indicativo de la industria del cemento en el que el Estado, según lo entendieron los productores, se comprometía a liberar los precios una vez que se superara la escasez. El propósito era el de estimular la inversión en este sector para estabilizar la producción. Fue entonces que Industrias Samper tomó la determinación de hacer el controvertido ensanche. Para financiarlo tuvo que acudir a la banca internacional.
Hoy, si Industrias Samper estuviera utilizando la totalidad de su capacidad instalada, produciría unas 850.000 toneladas de cemento. Al precio oficial, con la venta de todo su cemento, la empresa no alcanzaría a pagar los intereses anuales sobre una deuda que supera los 21 mil millones de pesos. En vista de que la mayoría de la deuda está contraída en dólares --aproximadamente 160 millones-- y que el peso se devalúa a un ritmo del 28% anual, la situación sólo parece susceptible a empeorar.
La opinión pública, ante unas cifras que por su magnitud son difíciles de entender, se pregunta cuál es el origen de la actual crisis. Los críticos de Industrias Samper alegan que no se justifica una inversión de la cuantía de la que hizo la empresa en un país como Colombia. Samper sostiene que una planta moderna no es rentable a menos de que tenga una capacidad mínima de 1.500 toneladas diarias y que ésta es la razón por la cual el ensanche fue diseñado para producir 2.000 toneladas por día.
Mientras que en Cementos Samper se adelantaban los planes para el ensanche, Acerías Paz del Río tomaba la decisión de ingresar a la industria del cemento y de construir su propia planta, en parte por que uno de los subproductos del hierro, la escoria, sirve como insumo para la producción de cemento. Ante la perspectiva de que se creara una situación de exceso de oferta, Cementos Boyacá, Cementos Diamante y Cementos Samper trataron de negociar con Acerias Paz del Río, ofreciéndole comprar su escoria, y garantizándole así un ingreso fijo sin inversión, a cambio de que no construyera la proyectada planta.
Las directivas de Paz del Río se mostraron intransigentes, pues consideraron que la escasez existente en aquel momento, el compromiso del gobierno de liberar los precios, y la tecnología e insumos de que ya disponían, garantizaban el éxito de su nueva empresa.
La puesta en marcha del ensanche de Samper y de la planta de Paz del Río coincidió, de manera desafortunada, con la recesión. De la escasez se pasó a la sobreproducción. Se calcula que la capacidad instalada supera las necesidades del país en 400 mil toneladas anuales. Al igual que muchas otras empresas colombianas que recurrieron a la banca internacional, Industrias Samper creyó que aprovechaba una coyuntura favorable, pues no sólo estaba el capital disponible, sino que era más barato en el exterior.
Para los críticos de Samper, es incomprensible que una vez conocida la determinación de Paz del Río, no se hubieran modificado los planes de la empresa. Señalan que era previsible que durante unos años habría un superávit de cemento, y que este período coincidiría con uno de ajuste monetario, en que para compensar el atraso acumulado de la devaluación, ésta se iba a acelerar marcadamente.
Así sucedió. En 1977 la tasa de devaluación era del 14%. Ahora, es del 28%. Aparte de esto, sostienen que Industrias Samper se encontraba debilitada por su papel en el episodio del Banco de Bogotá. Como es sabido, Industrias Samper le prestó dinero a Seguros Bolívar, y se abstuvo de vender sus acciones del banco, lo cual le hubiera representado en ese momento, un ingreso de 1000 millones de pesos.
Ante todo esto, Industrias Samper responde que el ensanche tiene un superávit operacional, y que de no ser porque el gobierno incumplió el compromiso de liberar los precios, la empresa estaría hoy en una situación muy diferente. Por otra parte se queja de haber recibido un trato discriminatorio en comparación a otras empresas del mismo sector.
Lo cierto es que al no liberar los precios, que posiblemente no hubieran subido como lo esperaban los productores de cemento de todos modos, el gobierno se expuso a que se le culpara de haber causado la crisis, y dejó en claro que el Estado colombiano aún no es capaz de desarrollar políticas de largo plazo--