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CUANDO TOCA, TOCA

El gobierno se quema debido a un alza necesaria de los combustibles

9 de febrero de 1987

Fue uno de esos mensajes de año nuevo raros. Cuando el presidente Barco en su discurso del primero de enero anunció con tono optimista que a finales de diciembre el gobierno había puesto en marcha "el plan nacional de lucha contra la pobreza" (ver recuadro), la afirmación sonó irónica frente a una de las escaladas alcistas más impresionantes de los últimos años. Apenas 72 horas antes del mensaje presidencial se habían reajustado las tarifas del transporte en la mayoría del país, en respuesta a un alza de la gasolina que llevó a que, como dicen las amas de casa, todo se pusiera "por las nubes".
Recién comenzado el año, los precios de numerosos artículos de primera necesidad ya estaban un peldaño por encima de los niveles de diciembre y en pocos días la escalada alcista había adquirido las características de una epidemia nacional.

A pesar de que los incrementos de precios son típicos de esta época del año, los observadores insisten en que los aumentos fueron así de fuertes como consecuencia indirecta del alza en los combustibles, promulgada por el gobierno el 26 de diciembre.

Aunque se trató de explicar que la incidencia de los combustibles era muy pequeña sobre el costo de los artículos de consumo, el aumento se tomó como punto de partida para hacer valer el adagio de "año nuevo, precios nuevos".

La diferencia la notaron los consumidores inmediatamente y las quejas no se hicieron esperar.

La conmoción generada tiene que ver con el hecho evidente de que a nadie le gustan las alzas, incluido el mismo gobierno. No obstante, en lo que tuvo que ver con los combustibles, la administración sustentó su decisión con razones muy sólidas. En una carta dirigida al director de El Tiempo, el ministro de Minas, Guillermo Perry, sostuvo que de no haberse ajustado los precios, el déficit de Ecopetrol habría ascendido a 32 mil millones de pesos en 1987, lo cual "habría exigido sacrificar programas vitales (...) y se habría comprometido gravemente el abastecimiento futuro de hidrocarburos del país y los programas prioritarios del gobierno, tanto en materia petrolera, como en lo que hace a los planes de rehabilitación". Más aún, Perry insistió en que los aumentos dependieron del tipo de combustible (desde el 0% al cocinol, hasta el 33% para la gasolina de aviación) y que a pesar del alza, Colombia continúa con el galón de gasolina más barato de America Latina.

Pero aunque la justificación dada por Perry acabó siendo aceptada a finales de la semana, no por ello disminuyeron las críticas al gobierno. El reclamo por parte de la opinión se centró en la imprevisión para controlar la ola especulativa. Según se conoció, buena parte de esta tuvo que ver con el sigilo con que el propio gobierno guardó la noticia. El alza en los combustibles no fue conocida previamente por los ministros de Trabajo y Agricultura. En el caso de este último, ello acabó explicando que la acción de los organismos del Estado en cargados de mantener el abastecimiento adecuado de alimentos fuera tardía y sólo comenzara a operar en forma hasta la semana pasada, cuando ya el daño estaba hecho. Igualmente, los alcaldes encargados de evitar los brotes de especulación fueron tomados por sorpresa.

Fue ese "exceso de sigilo" el que contribuyó a que los precios llegaran más allá de lo debido. El silencio del gobierno dio lugar a que los medios de comunicación registraran la cadena de aumentos sin que aparentemente se estuviera haciendo algo para romperla. Hay quienes afirman que el excesivo despliegue y alarmismo de la prensa contribuyó a que las alzas se extendieran en todas las direcciones.
Tal como anotara la semana pasada un miembro del equipo económico: Después de diez días de titulares a 6 columnas hablando de la carestía, era imposible que los comerciantes no cayeran en la tentación de pensar en rio revuelto".

La actitud pasiva del gobierno fue remplazada la semana pasada por la acostumbrada adopción de "drásticas medidas" para controlar la especulación. En medio de sellamientos, multas y denuncias de la comunidad, al cierre de esta edición se empezaban a observar algunos signos de alivio.
Sin embargo, queda la duda sobre el comportamiento de los precios de varios productos básicos. Si estos continúan altos, es innegable que lo que hoy parece ser un problema temporal, puede implicar que el propósito de la lucha contra la pobreza anunciado por el presidente Barco, se encuentre con una dificultad más. A pesar de que lo sucedido con los combustibles se aceptó, la primiparada del gobierno al dejarse tomar ventaja de la especulación complicó de entradá el manejo económico y empañó el buen ánimo que el Jefe del Estado quiso transmitir en su comunicación de año nuevo.

¿QUE DIABLOS ES LA POBREZA ABSOLUTA?
Pocas veces en los últimos tiempos había oido el país hablar tanto de un mismo tema sin saber exactamente de qué se trataba la cuestión. Por esa razón, cuando el presidente Barco volvió a mencionar en su discurso de año nuevo el propósito del gobierno de combatir la pobreza absoluta, más de un colombiano se preguntó en qué consiste el publicitado estribillo. Algo similar había sucedido ya durante el gobierno de Betancur cuando se habló repetidamente del diálogo nacional. En esa época, fue el tema de moda sin que realmente muchas personas pudieran definirlo.

Al parecer, algo similar está sucediendo con la pobreza absoluta. Para los colombianos, que la viven y la perciben a diario, la pobreza es como el concepto de Dios: se sabe que está en todas partes pero nadie ha podido contemplarla en toda su grandeza.

Es tal vez esa la razón por la cual son múltiples las definiciones que, incluso los miembros del mismo gobierno, utilizan para referirse a ella. La más universal es aquella que sostiene que están dentro de la pobreza absoluta aquellas familias que "a pesar de destinar todo su ingreso al cubrimiento de sus necesidades básicas, no alcanzan los niveles mínimos de requerimiento nutricional". Con base en esta premisa, diferentes especialistas han coincidido en describir el grupo típico que encaja en la definición.

La Corporación Centro Regional de Población, utilizando datos del DANE y del Bienestar Familiar, determino que el grupo familiar tipo (dos adultos y tres menores de edad) cuyos ingresos totales sean inferiores a 1.77 salarjis mínimos (unos 36 mil pesos al mes) no alcanzan a cubrir sus necesidades básicas. En números globales se calcula que el 35 por ciento de las familias en las zonas urbanas del país y el 40% de las que se encuentran en el sector rural, son pobres. Esto representa alrededor de 10.3 millones de personas en Colombia, 6.8 millones en las ciudades y el resto en el campo.

El hecho de que casi el 40% de los colombianos esté apenas subsistiendo, le ha dado a Colombia el dudoso honor de ser uno de los paises del mundo con peor distribución del ingreso.
Y es que las cifras son descomunales.
El 54% de los trabajadores no tiene un empleo estable; el 10% de los habitantes padece desnutrición severa (que ocasiona daños fisicos y mentales) y el 43% la sufre en primer grado (con anomalías como anemia, debilidad, problemas de aprendizaje, etc.), un 32% de los hogares urbanos no reúne las condiciones minimas; el 28% de las familias no dispone de agua potable y el 44% no tiene servicio de alcantarillado; uno de cada cuatro colombianos no tiene una cobertura minima de salud; y no existe amparo para los 2.5 millones de niños trabajadores y para el medio millón de madres solteras.

El anterior es un panorama suficientemente desolador sin necesidad de acudir a otros puntos de referencia. Frente a la situación descrita resulta comprensible que Colombia tenga uno de los más altos índices de inseguridad del mundo y que cada vez parezca más difícil recuperar el terreno perdido. Todo parece indicar que la situación de emergencia ha sido entendida por el gobierno. Aunque para algunos escépticos la erradicación de la pobreza no es más que otro recurso demagógico, la apropiación de dineros del presupuesto y los planes de diferentes entidades del gobierno, indican que existe voluntad para no quedarse en el simple terreno de las palabras. Independientemente de la sinceridad del compromiso de la administración, lo que resulta inexplicable es que el país se haya tardado tanto para tomar cartas en este asunto. --