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CUESTA ABAJO

Parece que ahora sí el 'boom' de la construcción de vivienda va a ceder.

15 de mayo de 1995

COMO LE OCURRIO AL PASTORCITO MENTIroso, ya nadie le cree a quienes dicen que el boom de la construcción al fin tocó techo. Y es que además de ser una frase trillada que lleva cuatro años sin ser cierta, el número de licencias aprobadas parece decir todo lo contrario: los constructores aún se sienten en plena luna de miel con sus compradores. El año pasado se aprobaron licencias para construir 12,7 millones de metros cuadrados, un área equivalente a la de Manizales, con un crecimiento de 8,5 por ciento. Sin embargo, ese indicador empieza a mostrar síntomas de agotamiento. El presidente de Camacol. Alberto Vásquez Velásquez, dice que "estamos detectando un rezago creciente entre el momento de la construcción y el de la venta de vivienda, sobre todo para el caso en que ésta supera los 50 millones de pesos". Es decir, la oferta está por encima de la demanda, particularmente en los estratos medio y alto. "La construcción para el estrato medio se va a estancar, pero para la vivienda social siempre habrá mercado porque aún hay un déficit considerable", según Mauricio Rodríguez, gerente de Cuéllar Serrano Gómez.
Y si por el lado de la demanda llueve por el de la financiación no escampa. El Instituto Colombiano de Ahorro y Vivienda -Icav- advirtió recientemente que no habrá recursos para abastecer al sector de la construcción, pues las corporaciones sólo contarán con 2,0 billones de pesos, en tanto que se requieren por lo menos 2,3 billones de pesos para mantener el ritmo actual. La razón de la escasez es que las entidades financieras tendrán que obedecer a la política del Emisor de no permitir que los medios de pago crezcan más del 25 por ciento y que el saldo de la cartera financiera no supere el 35 por ciento, para así cumplir con la meta de inflación del 18 por ciento. Pero como si la falta de recursos fuera poco, el sector debe asumir también los costos de unas elevadas tasas de interés del 45 por ciento en promedio para préstamos, lo que dificulta la posibilidad de comprar vivienda. "Este va a ser un año de menor demanda, en especial por los níveles de las tasas de interés y el efecto negativo que éstas tienen sobre las cuotas mensuales", dice el conocido constructor Pedro Gómez Barrero.
Si a eso se une el hecho de que los precios de la vivienda están disparados, el panorama no es el mejor. En Bogotá, el valor promedio de un metro cuadrado aumentó 258 por ciento entre 1991 y 1995 según Camacol; en Cali lo hizo 88,7 por ciento y en Medellín 300 por ciento. Es difícil que un mercado soporte incrementos de precios tan elevados y prolongados. Por eso, es probable que la tendencia comience a echar reversa. "Los precios no se van a estancar pero sí van a aumentar menos" según Pedro Gómez. Sin embargo, hay quienes no comparten la opinión, como es el caso de Mauricio Rodríguez, para quien "el precio de los terrenos sigue disparado, de manera que seguirá el incremento en el valor de la vivienda".
El cuadro que se pinta entonces para la construcción de vivienda este año no es muy colorido. La posible saturación del mercado, la falta de recursos en el sistema financiero y los elevados precios son tres ingredientes propicios para que, ahora sí, el pastorcito tenga que enfrentarse al lobo de la destorcida en el mercado de vivienda.

FIESTA DEL CEMENTO
Pero aunque se dejen de construir casas y edificios, no pasará lo mismo con las obras de infraestructura: de aquí al año 2000 se espera concluir 3.000 kilómetros nuevos, sólo en carreteras, de manera que el boom de la construcción no se va a acabar del todo sino que va a cambiar de cara. Y con él, las cementeras seguirán celebrando una fiesta que parece, esa sí, no acabar por ahora. Mejor aún es el panorama para ellas si se tiene en cuenta que, como ha sucedido en otros países, una bonanza petrolera similar a la que se acerca con Cusiana trae buenos balances para sectores como el de la construcción.
De ahí que cinco de las grandes empresas del sector tengan planes de expansión para quedarse con un pedazo cada vez mayor en un mercado creciente. Se trata de Paz del Río, Cementos del Valle, Rioclaro, Cementos Boyacá y Cementos Diamante.
Gustavo Herrera Támara, presidente de Cementos Paz del Río, dijo a SEMANA que "en los últimos cuatro años el sector ha crecido por encima del 12 por ciento, que es un nível sin precedentes. Pero las proyecciones dicen que si ese ritmo baja, y comienza a crecer a tasas del 6,0 o el 8,0 por ciento, la cantidad actual de cemento no será suficiente, especialmente en el oriente y el occidente".
El año pasado se despacharon 8,1 millones de toneladas de cemento, con un aumento del 14 por ciento en relación con 1993, lo que muestra que el mercado conservó su dinamismo. Pero esa mayor demanda interna ha hecho que las exportaciones se depriman. En 1994, por ejemplo, cayeron en 10,5 por ciento al totalizar 1,1 millones de toneladas. También influyeron la revaluación del peso y el freno de las ventas a Venezuela por la difícil situación económica de ese país.
No obstante, es tal la vitalidad del mercado interno que las cementeras tendrán clientes para rato, hasta un lejano e impensable momento en que se diga que el país ya está saturado de vías.
NO HABRA CRISIS
Aunque el boom de la construcción se calme en cuanto a la vivienda, es muy difícil que el sector entre en crisis. Al fin y al cabo ha sido uno de los más dinámicos en los últimos años, con crecimientos del orden del 12 por ciento en 1994, en tanto que la economía lo hizo en 5,7 por ciento según las últimas proyecciones del gobierno.
En número de casas o edificios las cosas fueron bastante buenas. En total se aprobaron licencias para construir 50 millones de metros cuadrados entre 1990 y 1994. El 73 por ciento de las licencias fueron para vivienda.
Y como el sector de la construcción necesita quien lo financie, las Corporaciones de Ahorro y Vivienda también tuvieron una época de vacas gordas. Prestaron 4,7 billones de pesos entre 1991 y 1994, tres veces más de lo que desembolsaron en los 18 años anteriores.
En cuanto al empleo generado, la construcción también tiene una historia buena que contar por su aporte a la reducción del desempleo, que en marzo de este año llegó a 8,1 por ciento.
El legado es sin duda tan amplio que no se va a borrar de la noche a la mañana, aunque la fiesta del ladrillo se esté acabando para darle paso a una nueva rumba que requiere incluso de más cemento, si se trata de dejar al país listo para la apertura: la de tener una buena infraestructura.

POR FUERA DE LA FIESTA
NO TODO ha sido alegría en la fiesta de la construcción. El sector siderúrgico, que vende materiales para hacer viviendas y edificios, ha vivido una de sus peores épocas en los últimos tres años y se encuentra en una situación difícil de enfrentar, salvo que alguien le dé una manito. La crisis tiene que ver con la apertura económica, por ser uno de los sectores más sensibles a la competencia internacional. El año pasado, por ejemplo, ingresaron al país 287.000 toneladas de acero terminado, especialmente de Venezuela, Brasil, Trinidad y Europa del Este, lo que muestra un crecimiento del 19 por ciento en relación con 1993. En cuanto al producto semiterminado, las importaciones fueron de 163.000 toneladas, que es un incremento del 58 por ciento.
Las empresas del sector se han quejados no sólo por el hecho de que haya importaciones, sino porque éstas entran a precios muy inferiores a los nacionales, e incluso con prácticas de comercio desleal como el dumping y el contrabando.
Luego de hacer lobby ante dos gobiernos para buscar controles a esa situación, al fin lograron que ocurriera algo: las compañías presentaron ante el Ministerio de Comercio Exterior los documentos necesarios para que Colombia implemente cláusulas de salvaguardia frente a los países del Grupo Andino y frente a terceras naciones como una medida de protección para los productores nacionales.