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ES LA MODA

El alza en el encaje, primer roce entre el gobierno y el sector financiero

29 de junio de 1987

La noticia parecía estar más relacionada con el mundo de la moda que con el de la economía.
Por eso, cuando la prensa nacional anunció la semana pasada el alza del encaje, no debió faltar la señora preocupada por las nuevas tendencias en materia de cuellos y ruedos.

La noticia, sin embargo, resultó ser francamente más aburrida. En un escueto comunicado, la Junta Monetaria informó que, por medio de la resolución 33 de 1987, estaba aumentando la proporción de los depósitos en cuenta corriente que los bancos que operan en Colombia deben tener congelados en el Banco de la República, mediante el incremento de lo que los especialistas conocen como el encaje legal.

De tal manera, a partir del 15 de junio, de cada peso que reciban las entidades bancarias en depósitos en cuenta corriente o a menos de 30 días, 44 centavos deben quedar guardados en el emisor. Así mismo, de cada peso que se reciba de entidades públicas, 80 centavos deben ir a las arcas del República. Mediante estas medidas, el gobierno aspira a sacar de circulación unos 12 mil millones de pesos del sistema.

Semejante decisión causó sorpresa a lo largo y ancho del sector financiero. Desde hacía rato el gobierno había venido sosteniendo que el encaje no se iba a aumentar y que--en cambio--Si las condiciones lo permitían, se reduciría con el fin de darle más rentabilidad a los bancos.

Sin embargo, todo indica que la promesa no se pudo cumplir. Desde comienzos del año uno de los agregados más importantes, la base monetaria, empezó a crecer a tal ritmo que amenazaba con inundar de dinero a la economía, creando así las condiciones para que se presentaran aumentos masivos de precios.

La culpa de todo la tuvo el que los componentes de la base no se comportaron como se esperaba. Por un lado, las reservas internacionales del país no han caído como se esperaba y ello ha llevado a que no hayan salido muchos pesos del sistema. A pesar de que los egresos se están haciendo en forma normal, los ingresos de dólares se están comportando mejor de lo esperado, gracias --entre otras causas--a la famosa cuenta de servicios que incluye a la ventanilla siniestra, donde entran las divisas sin procedencia declarada.

Igualmente, el gobierno ha puesto a funcionar la chequera. Mientras que hace un año, con ocasión de la bonanza cafetera, el Estado limitó el giro de sus gastos para no agravar la presión monetaria, ahora, con los planes sobre la pobreza absoluta, la Tesorería General de la Nación está, como dicen las señoras, "desatada".
Las cifras preliminares indican que los pagos de inversión habían aumentado en un 66% hasta fines de abril, en comparación con igual periodo del año pasado.

Finalmente, los cafeteros también están sacando la platica. Las angustias del café colombiano en el mercado internacional le han obligado a la Federación a liquidar parte de sus inversiones en títulos del gobierno, con el fin de cumplir con sus compromisos. No obstante, toda esa situación se habría podido mantener si la plata hubiera salido. Lamentablemente, el gran egreso--el pago de deuda del sector eléctrico--no se dio o, más bien, sí se dio pero no lo pagaron las empresas del sector eléctrico, sino que la plata la prestó el Banco de !a República.

Frente a esa incómoda situación el gobierno trató de restringir el medio circulante mediante las operaciones de mercado abierto, a través de las cuales el Banco de la República coloca entre los particulares Títulos de Participación o Títulos Canjeables con el fin de congelar esos recursos por un tiempo. Sin embargo, en opinión del gobierno la operación estaba resultando difícil y muy costosa. Por cada 10 mil millones de pesos recogidos, el presupuesto nacional debe pagar cerca de 3 mil millones al año por concepto de intereses.

Con tales consideraciones encima, la Junta Monetaria decidió el jueves pasado aumentar el encaje. El golpe fue sorpresivo. Apenas a comienzos de mes en el documento que le entregó a la banca internacional, el gobierno había dicho que "la política monetaria se llevará a cabo fundamentalmente a través de operaciones de mercado abierto, para evitar que el peso de las eventuales medidas restricíivas (como el encaje) recaiga sobre las utilidades del sector financiero".

Pero así fue. Por lo visto el sector financiero acabó pagando los platos rotos del plan contra la pobreza, la destorcida cafetera, los ingresos por servicios y el incumplimiento del sector eléctrico.

Como era de suponer, diferentes especialistas se manifestaron en contra de la medida. El presidente de la Asociación Bancaria, Carlos Caballero, calificó la nueva estrategia de "preocupante". Un análisis rápido a las cifras indica que los 12 mil millones que van a quedar congelados le cuestan al sistema bancario unos 4 mil millones de pesos, cifra equivalente al margen que tuvo durante 1986.

Pero como si la salud del sistema financiero no fuera desde ya mala, las medidas sobre el encaje también tienen varias implicaciones. La peor de todas es la posibilidad de que estimulen un alza en las tasas de interés cuyo nivel--cerca de 20 puntos por encima de la inflación--ha sido identificado como una de las causas de los quebrantos y falta de espíritu de inversión en el sector productivo. Según los especialistas, los mayores costos para los bancos--resultado del alza en el encaje-van a acabar siendo trasladados a los consumidores.

Esos argumentos, sin embargo, no hicieron mella en la Junta Monetaria.
Aunque altos miembros del equipo económico reconocieron que habían tomado la decisión a regañadientes también dijeron que no había otra alternativa. "Los mismos críticos que hoy nos regañan por lo del encaje serían los primeros en caernos encima si la situación monetaria se sale de las manos", puntualizó uno de ellos.

A su vez, la mayoría de los observadores insistió en que las medidas eran "miopes" e iban "en contravía" de los hechos. Semejante afirmación solo ayudó a confirmar la impresión de que, en este tema, es más fácil zanjar la discusión sobre el papel de los encajes en la moda femenina, que el de los encajes dentro de la política monetaria. --