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JAPON SE HACE EL HARA KIRI

El Primer Ministro japonés le pide a sus compatriotas que "compren importado" para evitar una guerra comercial con los Estados Unidos.

13 de mayo de 1985

Puede ser una de las peticiones más extrañas que jefe de Estado alguno le haya hecho a su pueblo, pero lo cierto es que el Primer Ministro japonés Yasuhiro Nakasone se dirigió a la opinión nipona el pasado martes diciendo: "les pido a todos ustedes buscar y adquirir productos extranjeros cuando visiten el supermercado". ¿Traición a la patria? ¿Soborno de alguna multinacional? Nada de eso. Simplemente, lo dicho por Nakasone constituye el esfuerzo más reciente por evitar que se declare una "guerra comercial" entre los principales países del planeta. Desde la década pasada, cuando Japón emergió como una potencia exportadora, las peticiones para contener la invasión de productos orientales se han repetido una y otra vez a lo largo y ancho de las economías industrializadas. La llegada de autos, textiles y electrodomésticos con la sigla made in Japan consiguio poner en problemas a industrias de norteamérica y Europa, acostumbradas a sistemas de producción poco eficientes.
Para el comienzo de los años 80, los productos nipones habían logrado penetrar en casi todas las economías del mundo. La calidad de los bienes vendidos, unida a un precio internacional muy competitivo, le significó a Japón conseguir saldos positivos en sus intercambios comerciales con el resto del mundo. Sin embargo, todas las marcas existentes parecieron cortas en comparación a lo ocurrido en 1984. El año anterior, la nación oriental consiguió un superavit comercial de 34 mil millones de dólares, cifra nada despreciable para un país que tiene que importar la mayoría de sus materias primas.
Irónicamente, tan buenos resultados son los que le están creando problemas ahora a los japoneses. Si bien ha habido tirantez en años anteriores con los países europeos, los nuevos roces se están dando con los Estados Unidos. La situación ha llegado a un extremo tal, que a comienzos de abril el Congreso norteamericano expidió una resolución solicitándole al Presidente que tome medidas para contener las importaciones japonesas.
La ira de Washington está directamente relacionada con los problemas comerciales de los Estados Unidos. Durante 1984 la economía tuvo un déficit comercial de 123 mil millones de dólares y los estimativos para el presente año, hablan de una suma no inferior a los 140 mil millones de dólares. De esa cifra casi un 30% fue explicada por las importaciones de productos japoneses, con lo cual, alegan los norteamericanas, se está llegando a una situación de competencia que muchas industrias no pueden soportar, originando asi desempleo y baja en la producción local. Tales temores fueron confirmados por el Departamento de Comercio, el cual reveló que en el mes de febrero, el déficit comercial norteamericano ascendió a 11 mil millones de dólares, 4 mil de los cuales fueron "imputados" al Japón.
Probablemente el debate no sería tan encendido si los industriales del país del norte no hubieran elevado sus quejas respecto a los obstáculos que coloca el Japón a la hora de permitir una importación. En opinión de los especialistas, las condiciones para comerciar entre los dos países son bien diferentes. Mientras en los Estados Unidos, las restricciones al comercio son relativamente pocas, los japoneses se especializan en un sinnumero de trabas que van desde el mando medio demorado en aprobar un permiso, hasta la orden expresa del gobierno de prohibir la importación de algún producto. Pero eso no es todo, cuando se obtiene el permiso, son corrientes las limitaciones para la venta. Como ejemplo se cita el caso de los cigarrillos, cuyas propagandas en la televisión japonesa sólo se pueden emitir en inglés.
Por su parte, los japoneses se defienden diciendo que toda la culpa no es de ellos. Como primer factor de lo sucedido el año pasado se cita el fenómeno de revaluación del dólar frente a las demás monedas, incluido el yen. Como resultado, los productos japoneses se hicieron entre un 10% y un 15% más baratos para el consumidor norteamericano en cuestión de meses. Adicionalmente, los japoneses arguyen que los gringos son malos para vender sus productos. Así como dijera el Primer Ministro Nakasone: "los comerciantes japoneses que hacen negocios en Norteamérica saben inglés, pero ¿acaso los norteamericanos que vienen al Japón hablan nuestro idioma? Yo no he conocido ningún vendedor norteamericano que hable con fluidez en japonés".
Pese a tales argumentos, Nakasone declaró la semana pasada que se está implementando un plan para abrir el mercado de su país a la competencia externa. Con todo, fueron pocos los que en los Estados Unidos le creyeron al Primer Ministro. Los observadores citaron como éste es el séptimo plan que es promulgado desde 1981 y en el intermedio el déficit comercial con Japón ha pasado de 16 mil millones de dólares a unos 45 mil millones estimados para este año.
En todo este escenario, las demostraciones de "buena voluntad" del gobierno de Tokio son recibidas con escepticismo. Hace un mes, por ejemplo, la administración Reagan levantó el límite de importaciones de autos japoneses, impuesto un par de años atrás. En respuesta, el Japón dijo que impondria un límite propio, pero aumentando la cuota actual en 23% hasta llegar a cerca de 2 millones de vehículos. La respuesta de las ensambladoras norteamericanas no se hizo esperar. Un comunicado de Chrysler afirmó que esa actitud le costaría unos 90.000 empleos a la economía del país.
Aunque todavía es prematuro considerar la respuesta de Washington, lo ocurrido la semana anterior indica que ya se ha llegado al punto de no retorno. El Congreso está discutiendo la implementación de una sobretasa arancelaria a las importaciones que podria llegar al 20%. Por su parte la administración Reagan ha escogido la via de la diplomacia, pues, al fin y al cabo, Japón es el aliado más importante en la zona del Pacífico. No obstante, si la presión continúa es muy probable que la Casa Blanca termine cediendo y le aplique alguna restricción administrativa o impositiva a los productos japoneses. Conocedores del tema se apresuraron a advertir que una medida proteccionista no acabaría beneficiando a nadie y, ante eso, el mundo se puede enfrentar a una guerra de tarifas como la que ocurrió en los años 30 y contribuyo a agravar la magnitud de la gran depresión .