Home

Economía

Artículo

LA BOMBA FISCAL

LA DISPARADA DEL GASTO DEL GOBIERNO VUELVE A LLAMAR LA ATENCION SOBRE LA GRAVE SITUACION DE LAS FINANZAS PUBLICAS.

1 de julio de 1996

Cuando José Antonio Ocampo asumió como nuevo ministro de Hacienda, hace tres semanas, algunos observadores manifestaron serias inquietudes sobre el futuro de uno de los problemas más serios que enfrenta la economía colombiana: el deterioro de las finanzas públicas. El motivo de esa preocupación radicaba en que, según ellos, la trayectoria académica y profesional de Ocampo daba para pensar que él sería más generoso con el gasto del gobierno que su antecesor, Guillermo Perry. En ese momento el nuevo Ministro se dedicó a tranquilizar a propios y extraños al señalar que habría continuidad en el manejo fiscal, tras advertir que en su paso por el Departamento Nacional de Planeación se había convertido en un experto en atajar el gasto. El miércoles pasado, en su debut ante los gremios más importantes de la economía nacional, el Ministro insistió en el tema con un anuncio que pocos esperaban oír de sus labios: en lo que a Ocampo respecta,1996 deberá ser un año de austeridad fiscal. Y lo cierto es que el mensaje no viene nada mal en un momento en que el gasto público parece estar desbocado. Según cifras oficiales los pagos totales del gobierno en los primeros cuatro meses del año ascendieron a 3.210 millardos de pesos, lo que representa un crecimiento de 53 por ciento frente al mismo período del año anterior. Esta cifra constituye una verdadera señal de alerta si se tiene en cuenta que las proyecciones oficiales sobre el crecimiento del gasto para 1996 ascienden a 37 por ciento (ver gráfico). Ante este panorama, es evidente que si el gobierno no reduce drásticamente el ritmo de crecimiento del gasto, se llevará por delante sus propias metas fiscales, y con ellas la estabilidad misma de la economía colombiana. Para el Ministro de Hacienda los resultados de los primeros cuatro meses no deberían ser motivo de preocupación. En su concepto la congestión de comienzo de año obedece a que se dejaron muchas cuentas por pagar al final de 1995, tanto en el rubro de inversión como en el de funcionamiento. Según dijo Ocampo a SEMANA "Antes se concentraba buena parte de la inversión a finales de año. Ahora estamos tratando de mejorar la estacionalidad del gasto: aunque su ritmo de crecimiento es alto en los primeros meses, va a ir bajando a lo largo del año". Pero inclusive si se logra cumplir la meta oficial en materia de déficit fiscal, la situación de las finanzas públicas hacia el futuro seguiría siendo preocupante. Según Pedro Nel Ospina, investigador asociado de Fedesarrollo y ex director de la Dian (Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales), "Estamos entrando en una fase en la que el ahorro del gobierno central, neto de intereses, será negativo. Situaciones tan graves como esta sólo se habían presentado dos veces en la segunda mitad de este siglo, en 1956 y 1984. En esas dos ocasiones los desajustes estuvieron acompañados por crecimiento económico muy bajo y posteriores devaluaciones significativas". Para enfrentar el problema de mediano plazo, el Ministro de Hacienda ya ha señalado posibles opciones, como promover una reforma al régimen de transferencias a los entes territoriales, evaluar la posibilidad de suprimir algunas entidades públicas y modificar el sistema pensional del sector público. Además, en concepto del Ministro el gobierno debe dejar de buscar crédito en el mercado doméstico y ampliar su endeudamiento externo, cuyos intereses son enores. Según Ocampo el margen de acción en cuanto al resto del gasto es reducido: "El principal problema radica en las transferencias ordenadas por ley y los intereses de la deuda. En el resto del gasto ya hemos hecho un esfuerzo muy grande: su monto como porcentaje del PIB ha caído 0,13 por ciento desde que empezó esta administración. Y es que el problema viene de atrás: si hubiéramos mantenido el ritmo de gasto del último año de la anterior administración, el déficit este año no sería 3,3 por ciento del PIB sino 5,9 por ciento". Sobre este señalamiento, el ex ministro de Hacienda Rudolf Hommes dijo a SEMANA: "Uno puede mantener un ritmo alto de gasto si hay con qué financiarlo, y en nuestra época había con qué. Desde julio de 1994 yo señalé públicamente que si el actual gobierno quería hacer un gasto social equivalente al que hicimos nosotros sin generar grandes traumatismos fiscales, debía reducir los demás gastos por lo menos en 1,5 por ciento del PIB al año y aumentar los ingresos tributarios en la misma proporción. Pero nadie me paró bolas y por eso estamos en el lío en que estamos". Pero más allá del debate sobre las responsabilidades, lo cierto es que el futuro de las finanzas públicas es tan turbio, que de hecho se ha convertido en el mayor problema de la economía colombiana en la actualidad. Y mientras se adoptan las reformas estructurales necesarias para modificar la tendencia de mediano plazo del gasto, la única solución sensata parece ser la austeridad que está empezando a vender Ocampo. En palabras de Pedro Nel Ospina, "lo mejor que nos puede pasar es que las promesas de gasto del gobierno se queden sólo en eso: en promesas".