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MEJOR JUNTO AL ACUERDO

La cuota asignada a Colombia en el Pacto Mundial del café facilita el manejo de la economía en el corto plazo.

1 de noviembre de 1982

El café es conservador. La frase se repitió durante muchos años porque cuando venían buenos tiempos en el mercado cafetero mundial, casi siempre había un conservador en la presidencia de la República. Ahora se puede decir que el café es belisarista. La negociación formalizada la semana pasada en Londres permite que la situación inmediata de la economía sea menos difícil y, sobre todo, pueda manejarse con un grado de libertad mucho más amplio.
Durante los últimos veinte años en el mercado mundial de café, han gobernado los convenios firmados entre productores y consumidores. Se ha buscado, mediante un acuerdo entre las partes relativo al control de la oferta, equilibrar las transacciones del grano sobre bases que garantizan a los compradores un adecuado abastecimiento a precios equitativos y, a los vendedores, un equilibrio de largo plazo entre la oferta y la demanda. Se supone que los precios, por acción de la concertación, se mantienen dentro de una franja que se considera aceptable tanto para los consumidores como para los productores.
En los primeros convenios (1962 y 1968). al Brasil, mayor productor de café en el mundo, le correspondía una parte del mercado cercana al 40%, acorde con su participación histórica en las exportaciones totales y con su elevado nivel de existencias. Las cuotas, entre los países productores, se asignan con base en la capacidad productiva y en los volúmenes anuales de producción. A Colombia, en estos primeros pactos, le correspondía un 12% del mercado, quedándole al resto del mundo cafetero el 49%. Esta repartición del ponqué cafetero mundial se mantuvo, mientras duró el convenio en forma relativamente estable.
A mediados de la década del 70, sin embargo, vinieron la guerra de Angola, los terremotos de Centroamérica y las heladas del Brasil que provocaron una reducción del 27% en la producción mundial y produjeron cambios importantes en la distribución de los mercados que favorecieron a los países cuyas plantaciones no se vieron afectadas por estos fenómenos.
En 1976 se negoció un nuevo acuerdo, el tercero. La situación atípica del mercado permitió que se redujera la cuota brasileña en un 32%, gracias a lo cual los demás productores, diferentes a Colombia, obtuvieron una cuota básica del 57%. Sin embargo, el pacto no pudo operar. La reducción de la oferta hizo que los precios se dispararan en una incontrolable carrera que llevó a más de tres dólares la cotización de algunas variedades del grano.
A su vez, el aumento de los precios condujo rápidamente a una situación de exceso de producción, y se puso en vigencia el acuerdo pero con una distribución que reflejaba las nuevas condiciones del mercado. La cuota brasileña se redujo aún más, mientras la colombiana llegó a 16%. La producción siguió creciendo: los precios jamás regresaron a los niveles que tenían antes de la bonanza del 75, lo cual estimuló las siembras. Además, el Brasil realza una tenaz campaña para recuperar sus volúmenes de producción desplazando, inclusive, parte de su cosecha hacia regiones geográficas donde las heladas ya no constituyen una amenaza.
Por todas estas razones, la negociación del presente año se llevó a cabo en un ambiente muy propicio para el fracaso: la sobre producción mundial justificaba las aspiraciones de varios países relativas a no permitir recortes en sus cuotas. Y al mismo tiempo otros, como Brasil, también con un volumen de café muy respetable, tenían en su inmensa producción un fuerte respaldo para exigir la recuperación del tamaño de la porción que tenían antes de 1976.
La formalización del acuerdo, protocolizado a mediados de la semana pasada luego de superar todos los obstáculos existentes; se considera entonces un rotundo éxito diplomático del gobierno, de mucha importancia por sus implicaciones económicas, que le permiten al país mirar hacia el futuro con menos pesimismo.
La cuota básica, es decir, sin contar los recortes o adiciones que puedan realizarse durante el año para mantener los precios estables entre 1.20 y 1.40 dólares, es de 8.5 millones de sacos de 60 kilos, que equivalen a un 16.3% de la cuota mundial. Esto significa un aumento pequeño en la participación colombiana, que se considera muy satisfactorio en un momento con dificultades como las que surgen de una posición negociadora debilitada por la sobreproducción. Lo logrado por los representantes colombianos en buena medida se explica por el respaldo de los Estados Unidos a la aspiración de Colombia, pues en el transcurso de las negociaciones se alcanzaron a poner en entredicho dos puntos porcentuales de la cuota que a la postre fueron los que aliviaron el manejo inmediato de la economía.
Colombia, durante varios años, tuvo gracias al café una balanza comercial (exportaciones menos importaciones) superavitaria. Sin embargo, desde un tiempo se ha revertido esa tendencia, y en los primeros meses del presente año disminuyeron las reservas internacionales en unos 500 millones de dólares. Desde este punto de vista, el pacto cafetero representa, indudablemente, un alivio para quienes manejarán la economía en el futuro inmediato. El acuerdo ha sido la tabla de salvación. No porque solucione todas las dificultades, sino porque al menos por ahora, evitó la catástrofe, y le dejó campo al Ejecutivo para emprender con alguna tranquilidad la reactivación de la economía.
Como parte de las conclusiones alcanzadas en las negociaciones terminadas en Londres la semana pasada se decidió realizar un nuevo pacto, que tendrá una vigencia de 6 años a partir de 1983. En realidad, esa es la única fórmula para que el café siga sirviendo como canal importante de adquisición de divisas por parte de los países productores. De otra forma, la sobreproducción puede causar la quiebra de muchos. En Colombia, por ejemplo, existen 9.0 millones de sacos en existencias. Si la producción del año cafetero que acaba de comenzar, alcanza los 13.5 millones de sacos, con un supuesto de exportaciones de 9.5 millones (aumentándole, a la cuota, lo que se puede vender en países no miembros del acuerdo) y de consumo interno de 1.5 millones, quedará un excedente que, al final del año, aumentará las existencias en dos millones más de sacos.
A eso, hay que sumarle las reiteradas aspiraciones de los productores cafeteros en el sentido de que les aumenten el precio interno. La inflación anual disminuye sus ingresos reales, lo que en justicia debe reponerse. Sin embargo, los aumentos en el precio interno se reflejan en incentivos para producir que no corresponden a la realidad económica del mercado. Así, la tendencia a producir más de lo necesario difícilmente podrá revertirse, y Colombia necesitará cada vez más de los pactos para evitar el colapso que va creciendo en forma potencial.

EL CAFE:LUBRICANTE DE LA ECONOMIA
Tal como lo había anunciado el Gobierno Nacional, una vez se concretaron los acuerdos de la reunión de Londres se tomaron medidas relativas al mercado interno del café con el fin de buscar dos objetivos. ajustar la situación doméstica a la situación internacional e iniciar la reactivación de la economía.
En primer lugar, se aumentó el precio interno de la carga de café de 125 kilos. El aumento de $ 11.050 que era el precio desde marzo pasado, hasta $ 12.100 que será la cotización vigente desde el primero de octubre, significa un 10% adicional en los ingresos de los productores. Este valor será el que pagarán los exportadores a los dueños de los cultivos.
Por otro lado, se redujo el porcentaje correspondiente al impuesto advalorem. De un 12% que estaba vigente se pasó a un 9%. De esta manera se facilita la compra de café por parte de los exportadores. Es una medida que recuerda la política económica implementada en los Estados Unidos y muy desarrollada últimamente por los teóricos norteamericanos que se ha denominado economia del "suply side" o economía de oferta. Se basa en el supuesto de que una reducción en las cargas impositivas aumenta la demanda efectiva porque mejora la capacidad de compra de las personas. En este caso, de los exportadores de café, que activaran las labores productivas por los incentivos que representan su mayor demanda.
Se considera que la gran cantidad de personas dedicadas a la producción de café y que se beneficiarán con el aumento en los precios internos del grano es una base muy adecuada para generar una mayor demanda hacia productos de otros sectores económicos que pueden reaccionar con la mejor capacidad de consumo de los cafeteros, lo cual puede derivarse en favorables efectos multiplicadores sobre el ritmo de crecimiento económico.
Finalmente, el Gobierno Nacional aumentó el porcentaje de retención cafetera en cinco puntos. De 35% pasó a 40%. Esta actitud busca fortalecer al Fondo Nacional del Café, garantizando los volúmenes de reservas necesarias para el cumplimiento de las condiciones asignadas a Colombia en las conclusiones acordadas en Londres dentro del marco del Pacto Mundial. Se asegura asi un manejo de existencias que evita el peligro que para la viabilidad de tal acuerdo representa un nivel de producción mayor que el consumo.
Un aspecto más de la política cafetera que ha iniciado el Gobierno del Presidente Betancur se refiere a la compra de la cosecha por parte de los exportadores. En años anteriores, la fuente de recursos para hacer efectiva esta compra ha motivado presiones inflacionarias por la necesidad de recurrir a la emisión del Banco Central. El ministro de Hacienda, Edgar Gutiérrez, en declaraciones a la prensa nacional dijo que en el año cafetero que acaba de comenzar se evitará una financiación de la cosecha con consecuencias inflacionarias. Para tal efecto, se autorizó la emisión de bonos cafeteros por un valor de $ 15.000 millones, con el fin de que sean recursos provenientes del ahorro privado los que se empleen para la compra.