Home

Economía

Artículo

PAGANDO EL PATO

El aumento de las tasas de interés tiene alto costo para el Tercer Mundo.

18 de junio de 1984

El déficit presupuestal norteamericano (190.000 millones de dólares), las necesidades del Tesoro (calculadas en 170.000 millones de dolares en 1984) y el rapido aumento de la demanda de credito privado en los Estados Unidos (12% en el período enero-marzo), están presionando el alza en las tasas de interés de Nueva York (Prime Rate) con costosos resultados para los países del Tercer Mundo. Según informes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) "cada punto porcentual de variación en los tipos de interés significan actualmente un cambio en el monto de pagos por intereses de la deuda externa latinoamericana, da una cifra aproximada de U.S.$ 2.500 millones anuales, o sea, el equivalente a casi medio mes de exportaciones de la región" (El Tiempo, mayo 14). En lo que va del año el Prime Rate ha sido ajustado ya en un 1.5%. Para todo el Tercer Mundo, cada 0.5% representa, en doce meses, de 7 a 8 mil millones de dólares más en intereses sobre una deuda que, hasta el momento, es de U.S.$ 750.000 millones.
Tal como se ven las cosas, es poco probable que el déficit norteamericano se vea reducido considerablemente en el futuro inmediato. Reagan ha sido enfático en precisar que no tolerará cortes en el abultado gasto militar, y en un año electoral no es de esperarse que tengan lugar recortes en el gasto civil, por lo demás poco reducible, sin implicar riesgos políticos considerables. Con un crecimiento económico del 8.3% anual en lo que va corrido del año, una política deficitaria como la del gobierno de Reagan y un estricto control monetario, los bancos norteamericanos tendrán que seguir acudiendo al alza de intereses para garantizar los créditos requeridos por la economía. De esta manera, todo apunta al hecho de que la carrera alcista va a seguir al menos durante lo que resta del 84.
Mientras el Tercer Mundo mira con explicable temor esta situación, Estados Unidos, a través de su secretario de Tesoro, Donald Regan, defiende sus políticas arguyendo que "cada país deberá poner orden en su propia casa" y que es "contraproducente para los demás abdicar su responsabilidad atribuyendo sus propios problemas a las políticas norteamericanas. El déficit presupuestal de Estados Unidos simplemente no es la causa de todos los problemas económicos del mundo y reducirlo no constituiría una panacea" (El Tiempo mayo, 14). Sin embargo, pagando sus obligaciones con la banca internacional (con tasas de interés jalonadas de manera muy importante por los movimientos del Prime Rate), como los países del Tercer Mundo han ido comprometiendo durante los últimos años casi la totalidad de sus exportaciones, golpeando duramente cualquier posibilidad de estabilidad y homogeneidad social internas. Tal como lo señala David Llewellyn, ex funcionario del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Tesoro de la Gran Bretaña, "el costo de los ajustes económicos de los países deudores depende de las tasas de interés de los mercados de exportación y del precio de sus productos. En síntesis, depende de las políticas económicas de los países desarrollados y de su eficiencia para estimular el crecimiento. Esto significa que el costo de los ajustes es decidido por los acreedores".
Hasta ahora, la crisis financiera mundial que hizo explosión en 1982 no ha podido ser conjurada, y el problema se ubica cada vez más en el terreno de la fuerza y el poder políticos. Cada uno de los países deudores se ha enfrentado por separado con el FMI, negociando condiciones de pago y refinanciación, poniendo a prueba los límites de estabilidad política de cada gobierno, y estirando hasta el máximo la capacidad de aguante de las sociedades del Tercer Mundo. En este momento, muchos analistas temen que la frágil situación de la banca mundial pueda conducir a un error en política económica que provoque una crisis aun mayor que la que tuvo lugar hace dos años "particularmente si vuelven a subir las tasas de interés". Sin embargo, y pese a que los expertos aconsejan al menos un trato diferencial para los créditos concedidos a países en desarrollo y altamente endeudados, la banca privada internacional se muestra reacia a aceptar este tipo de recomendaciones. El resultado ha sido que cada vez crece más el número de deudores importantes, al tiempo que se profundizan las dificultades de países cuyas economías parecían haber "tocado fondo" hace rato. En efecto, países como Argentina o Brasil, por ejemplo, en los que los intereses por pagar comprometen casi la totalidad de sus exportaciones en el 84 (aun si les fuera posible reducir a cero las importaciones durante este año), podrían "decidir racionalmente no cumplir con el servicio de la deuda externa, si el costo del ajuste económico para hacerlo, excede el costo de no pagar". En opinión de muchos, "el alza de los intereses aumenta el peligro de que los países del Tercer Mundo, endeudados y con costos financieros cada vez mayores, se vean asfixiados e imposibilitados materialmente para pagar, provocando un todavía poco probable colapso financiero".
En América Latina, el alza del 1.5% en el Prime Rate ha desencadenado fuertes reacciones no sólo de parte de los deudores mayores. Países como Colombia, que hasta hace poco respiraba tranquila dada su posición relativamente privilegiada dentro del continente, empiezan a abandonar el tacto con el que se trataron los temas de la deuda y las reservas internacionales -invocando precisamente esa situación de privilegio y tratando de ganar puntos con la banca mundial-, para cederle terreno a la verificación de una situación extremadamente delicada que podría llevarnos, en menos de un año, a enfrentar problemas similares a los de muchos de nuestros vecinos. Según Abdón Espinosa Valderrama "la evolución de los acontecimientos nos ha colocado en medio de la tormenta. En lo económico no estamos ya para posar de protectores o benefactores creyéndonos al margen de las dificultades. Vamos viviéndolas, o si se prefiere, compartiéndolas".
En opinibn del Llewellyn, el actual enfoque para encarar el problema de la crisis de la deuda está equivocado en dos aspectos. "Por una parte, se manejan situaciones de crisis país por país como si fueran aisladas. Por la otra, sólo se toma en cuenta un aspecto de la crisis descuidando las necesidades financieras del Tercer Mundo en el largo plazo". La crisis de deuda interrumpe los flujos financieros y "su solución depende de la restauración de esos flujos a niveles adecuados para apoyar un crecimiento de la producción y el ingreso, tanto en los países desarrollados como en los países del Tercer Mundo, y que actualmente no se hace". Según el economista brasilero Celso Furtado, "La única esperanza que queda es que los gobiernos deudores, se unan para exigir que los intereses de sus poblaciones también sean tomados en cuenta en este difícil reajuste de la economía internacional".