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Mauricio Cárdenas, Ministro de Hacienda. Sergio Clavijo, Director de Anif. Leonardo Villar, Director de Fedesarrollo

COYUNTURA

Síntomas de enfermedad holandesa: ¡muevan las industrias!

La industria viene perdiendo peso en la economía, su aporte a la generación de empleo se está reduciendo y este año es el único sector que decae. Hay síntomas de enfermedad holandesa. ¿Tiene remedio este mal?

27 de octubre de 2012

La economía colombiana atraviesa por un buen momento. Es una de las 14 -entre 185 del mundo- que mayor crecimiento ha presentado este año. Mientras algunas de las grandes potencias se encuentran en recesión, y otras se desaceleran -incluyendo a China y Brasil- Colombia crece al 4,8 por ciento. Hay factores positivos que acompañan este desempeño: finanzas públicas sanas, sector financiero sólido, inversión pública y privada en aumento y confianza de los consumidores.

Pero no todo es fiesta. Cuando se mira con lupa la fotografía de la economía, aparecen algunos problemas. Quizás el más importante es el grave desbalance que tiene el país en el crecimiento. Mientras el sector minero-energético crece al 11 por ciento, la producción industrial decae. En agosto, la caída fue de 1,9 por ciento.

El problema no es menor. No se trata de un comportamiento coyuntural. Para muchos el país avanza hacia un proceso de desindustrialización como lo advierte Anif: hace tres décadas la industria representaba el 24 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), esta relación bajó al 15 por ciento hace 10 años y actualmente está por debajo del 12 por ciento. Las consecuencias para el empleo son preocupantes. Mientras la industria aportaba el 23 por ciento del empleo total hace una década, actualmente solo contribuye con el 13 por ciento.

Aunque la historia económica de los países muestra que en todo proceso de desarrollo, la industria pierde un poco de participación ante la expansión del sector de servicios, los analistas creen que en Colombia el fenómeno ha sido más acentuado.

Detrás de este acelerado proceso se encuentra el auge minero-energético. La participación de este sector dentro del PIB se ha incrementado del 3 a cerca del 8 por ciento durante la última década. Las exportaciones de hidrocarburos y productos mineros han crecido a un ritmo del 24 por ciento anual, mientras las llamadas no tradicionales lo hacen al 10 por ciento. Como consecuencia, la composición de la canasta exportadora colombiana ha dado un giro en los últimos años. De una relación 50-50 entre las ventas externas conocidas como tradicionales (minería y petróleo) y no tradicionales (industria manufacturera) se pasó a 70-30 en favor de las primeras.

Depender de un solo sector no es bueno. Para el director de Fedesarrollo, Leonardo Villar, la balanza comercial (exportaciones menos importaciones) muestra claramente el desbalance que presenta la economía. Si se quita el sector minero energético, el déficit comercial se acerca a los 30.000 millones de dólares, según cifras de 2011.

Es claro que la minería y los hidrocarburos son hoy el motor de la economía. Este sector se ha convertido en el gran absorbente de la Inversión Extranjera Directa (IED). En los últimos seis años, dicha IED fue en promedio de 10.600 millones de dólares y el 65 por ciento de esta suma se dirigió a proyectos minero energético. "Fue notoria la ausencia de proyectos cero kilómetros que pudieran desarrollar procesos industriales con tecnología de punta, como tiende a ocurrir en Asia y hasta en algunos países de Centroamérica", dice Sergio Clavijo director de Anif.

Aunque en el corto plazo este auge ha traído beneficios para el país, también ha generado riesgos de la aparición de lo que en el mundo se conoce como enfermedad holandesa, es decir, las consecuencias negativas de una llegada masiva de divisas a una sola actividad económica, afectando a otras, como el agro y la industria, por la vía de la revaluación, acompañada del encarecimiento de la mano de obra.

Entre los distintos observadores hay discrepancias sobre si el país ya está afectado por esta enfermedad económica. El gobierno no cree que se haya llegado a ese escenario. "En Colombia hemos estudiado por década el fenómeno de la enfermedad holandesa y conocemos como nadie cuáles son los antídotos", afirma el ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas.

Otra cosa piensa el exministro, José Antonio Ocampo, para quien el país ya está experimentando los efectos de la enfermedad holandesa. "Los estamos viendo claramente con un 'boom' minero-energético acompañado de un estancamiento o crisis en los sectores agropecuario e industrial".

Lo preocupante es que esta difícil coyuntura se da cuando el país está en plena apertura comercial. Se requiere de una industria fuerte y competitiva para aprovechar los Tratados de Libre Comercio (TLC) que se vienen firmando. La mala noticia es que con revaluación y pésima infraestructura es muy difícil para la industria sacarle provecho a los nuevos mercados que se están abriendo.

Qué receta aplicar

Sin duda lo que está sucediendo es un campanazo. Ocampo dice que "un país de renta media como Colombia no puede abandonar la locomotora industrial. Ese es el éxito de Asia, no abandonar la industria".

El gobierno no cree que esté abandonando la industria. El ministro de Comercio, Industria y Turismo, Sergio Díaz-Granados, afirma que no se está descuidando la política industrial y, por el contrario, se está fortaleciendo con el mayor acceso al crédito, con la política de formalización de las empresas y con el programa de transformación productiva que abarca 13 sectores estratégicos. Reconoce que la industria perdió participación en el PIB a partir de 2008 por la crisis mundial y el cierre del mercado venezolano, pero no creen que haya desindustrialización.

El asunto es que estas políticas parecen no ser suficientes para mover la máquina de la industria. El propio ministro de hacienda, Mauricio Cárdenas, la semana pasada en un foro afirmó que hay que pensar en estrategias modernas de política industrial. "Debemos estimular a la industria para que tenga un mayor dinamismo. Esto no se dará por generación espontánea se requiere de algún estímulo".

En este sentido, propone encadenar las industrias con el sector minero-energético. Su idea es estimular la participación de estas como proveedoras de insumos de la locomotora minera y propiciarles un mayor financiamiento, a través de Bancóldex.

Precisamente, el proyecto de reforma tributaria va en la misma dirección de apoyar a la industria. Reducir el costo de los parafiscales a las empresas es una manera de aliviarles las cargas laborales para que mantengan el empleo actual y generen nuevos. Hay un consenso en el sentido de que no solo hay que discutir el tema de la tasa de cambio para buscar mayor competitividad, esto también se puede logar con menores costos. El argumento lo reforzó el presidente Juan Manuel Santos la semana pasada cuando dijo en el Foro de la Competitividad de las Américas en Cali que la receta contra la llamada enfermedad holandesa ya se está aplicando con ahorro fiscal, inversión en infraestructura, y reduciendo los costos para el sector empresarial.

Otros economistas, como el exministro de Hacienda Guillermo Perry, creen que el gobierno y el Banco de la República podrían hacer mucho más en materia cambiaria para mitigar el impacto de la revaluación que afecta tanto a la industria como al sector agropecuario. Considera que el gobierno debería tener un superávit fiscal, algo posible con la aplicación de la regla fiscal y el ahorro de las regalías que ya impone la ley. Y el Banco de la República debería ser mucho más contundente en la acumulación de reservas internacionales. De no ser suficiente esto, propone controles de capitales de corto plazo, al estilo de lo que sucedió en los noventa, y que fueron muy efectivos.

Esta fórmula tendría que ir acompañada de otros instrumentos como mejorar la infraestructura; invertir en educación; bajar algunos aranceles de bienes de capital e insumos y eliminar algunos trámites que todavía le quitan competitividad. Para Perry una política industrial moderna o de innovación con apoyo a ciertos sectores en su estrategia exportadora ayudaría mucho. Ahora bien, para el exministro es un error poner todos los reflectores sobre la industria, pues afirma que la situación de la agricultura también es muy preocupante.

En síntesis, el auge minero-energético no tiene que convertirse en una maldición que acabe con las otras industrias. El reto del país está en saber aprovechar bien este boom y la cantidad de recursos que genera, para invertirlos también en ciencia y tecnología, en innovación y en infraestructura de tal manera que la industria sea competitiva, no se quede rezagada y ande a la misma velocidad de las otras locomotoras.