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Claudia Varela, columnista

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Desbloquéate

John tiene 8 años y tiene una enfermedad rara. Vive en un pueblo cuyo acceso es muy difícil, tiene que tomar un par de horas para salir de su casa en una carretera que es más trocha que vía y luego buscar un transporte público cada semana para poder llegar a su tratamiento en el pueblo más cercano.

30 de mayo de 2021

Su mamá a pesar de tener otros dos hijos hace siempre el esfuerzo de llevarlo porque sabe lo que implica que su niño pierda su terapia. Pero, John duró cuatro semanas sin poder salir de su casa. Había un bloqueo que él no entendía y que simplemente le negaba algo que logró por derecho tener después de una lucha de su familia de más de dos años tratando de encontrar el diagnóstico y casi uno más logrando el acceso a su medicamento.

John le preguntó indignado a quienes lo bloqueaban porque no lo dejaban pasar para ver a la enfermera Luz que siempre le hace conversación. Nadie le respondió. Su mamá asustada le dijo que mejor se devolvieran. John preguntó a su abuela al llegar qué es lo que quieren los que no lo dejan pasar. Su abuela le dijo que los mismos derechos que él ya tiene con su terapia, que tuviera paciencia.

A los 8 años esas respuestas son incompletas. De otro lado en la capital la tía de John tiene 58 años y debe seguir trabajando como empleada doméstica en una casa que le queda a dos horas en TransMilenio. Si no trabaja su jefe le descuenta el día, así que siempre se esfuerza por su transporte. Pero al final ahora tampoco logra llegar por que algunos no están funcionando igual, así que está caminando más de dos horas diarias. Tiene dos hijos desempleados y tres nietos que alimentar. Aunque entiende las marchas pacíficas su prioridad es comer, así que debe trabajar.

Esto es una realidad. No hay que negarla. John y su tía existen. En las redes sociales mientras tanto pasa de todo y se politizan hasta los temas más triviales.

Siento cansancio por John, por su tía, por todos aquellos que han quedado atorados en una situación que ya lleva cuatro semanas, pero que lleva años y la negamos como si no fuera nuestra.

Necesitamos líderes, más líderes que quieran generar soluciones y no más negación. Qué podemos hacer como empresarios, como jefes, como ciudadanos, como empleados, como padres. Empezar por entender la realidad de otros y dejar de sembrar odio en redes podría ser un buen comienzo.

Este es el momento para unirse con acciones y no con odio. Veo que está ocurriendo. Varios gremios se han unido para buscar corredores humanitarios que no vulneren a los más débiles, un gran amigo y colega invitó a un encuentro de CEOs para generar pensamiento y soluciones sobre el país, AFIDRO y otras empresas se unieron a una campaña de concientización sobre la importancia del abastecimiento de medicamentos, la Fundación CEA ayudó con transporte de medicamentos vía áerea, una de las Cámaras Americanas hizo una visita oficial a Estados Unidos; en fin, hay esfuerzos y eso me devuelve el ánimo para poder responderle algo a John.

Entonces el primer desbloqueo que hay que conseguir es el de los propios prejuicios. Qué tal si empezamos por entender algunas cifras, somos un país con niveles de pobreza del 42 % según Dane; el segundo país con mayor desigualdad según el índice Gini de Latinoamérica después de Haití y recordemos que solo el 22 % de los colombianos tiene título universitario según Ocde. Entonces sin validar la violencia por supuesto, es de esperar que haya muchos que no se sientan contentos, ni incluidos y quizás con bloqueos desde que nacieron.

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No hagamos negación a los problemas estructurales. No es un tema de personalizar de un lado o del otro al supuesto enemigo. Hoy las empresas, los líderes, los influencers deben unirse para que haya soluciones y no más problemas. Unirnos para construir algo a futuro con equidad e inclusión verdaderas.

Menos discurso, más empatía, más acción y menos odio. Si quieres ver una transformación empieza por tu propio desbloqueo de prejuicios, ayuda a la solución.

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