Home

Opinión

Artículo

Mario Valencia

OPINIÓN

¿La única idea es el IVA?

El comportamiento del gobierno rico de un país pobre es motivo de indignación de la población. Ver a diario el derroche, los negocios privados con recursos públicos, los cargos para los hijos de los poderosos, necesariamente ha creado la sensación de que se necesita menos Estado. Independientemente de la posición ideológica, nadie podría defender que el Estado colombiano es eficiente.

22 de febrero de 2021

Pero la visión contraria es igual o más preocupante. No tener Estado es causal de la falta de competitividad que encarece los costos a las empresas e impide tener mano de obra productiva. Ninguna sociedad en el globo terráqueo en ningún momento en la historia humana, ha logrado construir algo significativo sin un poder capaz de agrupar el interés colectivo para proveer conocimiento, materiales, energía, capital y tierra. Algunos farsantes (fácilmente identificables porque siempre usan a Singapur de ejemplo de libre mercado, sin contar el fuerte control estatal que tiene) querrán convencerlo de lo contrario, porque sus prebendas dependen de que las ganancias no se dirijan a la sociedad sino a sus cuentas bancarias.

No es la agudeza particular de un emprendedor lo que construye carreteras, túneles y puertos. Es la visión colectiva sobre la empresarización y el desarrollo, que se paga con impuestos. “Los impuestos son lo que pagamos por una sociedad civilizada”, es la frase de Oliver Wendell Holmes que reposa en la entrada del edificio del Servicio de Ingresos Interno (IRS, la DIAN gringa).

Colombia cobra más impuestos sobre el total de su producción que Singapur (19,4 % contra 13,2 %) pero es formidablemente más corrupta (puesto 96 contra 4 en el Índice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional). Los impuestos plantean dos retos: i) cuánto, a quién y por qué cobrarlos y ii) cómo gastarlos. Si Colombia hiciera muy bien lo segundo, todavía generaría un problema grave de crecimiento y desigualdad por lo mal que hace lo primero. Miremos.

Entre 2014 y 2019, la brecha entre la tasa de crecimiento del recaudo total y la tasa de crecimiento del PIB, se amplió en aproximadamente 1,4 puntos porcentuales. Es decir, el Estado cobraba más impuestos a pesar de que la economía se desaceleraba. Asimismo, el cobro de impuestos directos como la renta perdió 4,3 puntos porcentuales en favor de un mayor cobro de impuestos indirectos como el IVA. Finalmente, el costo fiscal de los beneficios tributarios a la renta significa unos 12 puntos porcentuales del recaudo total, el cual es ganancia extraordinaria para unos pocos, sobre lo cual no existe una sola evaluación (¡en la historia!) de por qué los reciben.

La teoría que respaldaba este actuar rezaba que, si se cobraban menos impuestos a los más ricos, estos invertirían más y crearían más empleos. Durante años rigurosos académicos han señalado que esta premisa es falsa. Un reciente estudio de Hope y Limberg de la Escuela de Economía de Londres (LSE), probó para veinte países entre 1965 y 2015, que los resultados de bajar impuestos a los más ricos no habían generado ni mayor crecimiento ni más empleo. En lo que sí tuvo mucho éxito fue en aumentar la desigualdad de ingresos, con el impacto económico negativo que esto tiene.

En Colombia, Garay y Espitia han probado hasta el cansancio que el 1 % más rico en Colombia paga menos impuestos en términos relativos que la clase media. También que, si se pone IVA a todos los productos de la canasta familiar, el 44 % del mayor recaudo lo pagaría la clase media, el 26% la clase vulnerable, el 19 % los pobres y el 11 % los ricos. Este impacto en el ingreso disponible generaría un crecimiento de la movilidad social de pobres a pobre extremos en 23 %, de vulnerables a pobres en 16 % y de clase media a vulnerable en 23%.

Todos los análisis sobre un IVA universal que beneficia a la sociedad porque los ricos consumen más, son falsos. Ellos lo saben, pero aumentar el recaudo con IVA es mucho más fácil que el costo electoral de hacerlo a quienes financian sus campañas. Es la lógica perversa de gravar el consumo en un país que cada vez produce menos, pues de todas formas algún gasto de los hogares se mantiene con remesas y créditos. Además, el FMI, que prestó USD 5400 millones para la pandemia y le pidió al gobierno “guardar los recibos”, ya los está cobrando y exigió eliminar exenciones de IVA.

Como a las autoridades económicas de Colombia poco les importa la teoría y la evidencia académica, por tercera vez durante el gobierno de Duque pondrán a liderar la reforma tributaria a un ministro experto en crear empresas de papel en guaridas fiscales, que generará más desigualdad porque no está ligada a la reactivación sino a recoger el dinero para pagarle al FMI. El mejor escenario sería que ni se atrevan a presentarla al Congreso.

Noticias Destacadas