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Mario Valencia

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¿Reforma laboral para el bienestar?

De todas las cosas que deben cambiar para lograr una mejor calidad de vida en Colombia, la más importante es la situación del trabajo. Es el pilar de la construcción de una sociedad con mayor crecimiento y desarrollo, capaz de resolver las penurias que sufre a diario la gente.

8 de marzo de 2021

Si las personas tuvieran más acceso a la ocupación y mejores condiciones de trabajo, sus capacidades les permitirían acceder a los bienes y servicios que ofrece el mercado.

Pero, las teorías sobre el trabajo como un costo que reduce las ganancias de las empresas han ganado terreno, a través de reformas que han materializado la destrucción de derechos. La más reciente amenaza se está dando por cuenta de la Misión de Empleo conformada por el gobierno nacional, liderada por el mexicano Santiago Levy y que ha contado con la participación intelectual de los más connotados ideólogos promotores de la deslaboralización, la informalidad y la precariedad laboral. Todos están allí, sin excepción, incluyendo a las mentes frescas de las viejas ideas ortodoxas. A los únicos que el gobierno no incluyó en la banda, por obvias razones, fue a los representantes de los trabajadores del país, con el silencio cómplice de la Organización Internacional del Trabajo.

Sus propuestas, contrario a lo que se esperaría de la locuaz economía naranja, ni son novedosas ni creativas. Las recomendaciones son contables, no económicas y mucho menos sociales. Consisten en reducir los costos, con la utopía que de esta forma los empresarios tendrán más estímulos para actuar con benevolencia en demandar más empleo. son incapaces de ver la remuneración del trabajo como la parte más importante del ingreso nacional que estimula la demanda, porque -sencillamente- no tienen la preocupación del crecimiento económico que se logra en el circuito virtuoso de consumo y producción, uno de los factores esenciales del desarrollo y el bienestar.

En las últimas dos décadas, la tasa de crecimiento del PIB fue de 3,25 % en promedio, mientras la tasa de crecimiento de la ocupación fue de 1 %. Mientras tanto, lo que ha incrementado su ritmo desde 2013 es la inactividad laboral, 1,9 % en promedio anual, ocultando del desempleo a personas que necesitan trabajar pero no encuentran trabajo después de un año y a mujeres obligadas a quedarse en sus hogares realizando oficios del hogar no remunerados. La remuneración del trabajo sobre la producción total sólo ha ganado 1,9 puntos porcentuales desde 2005 hasta 2019, a pesar de que en ese periodo se han sumado 5,2 millones de personas en edad de trabajar al mercado laboral. El trabajo no está aportando significativamente al crecimiento económico, por la persistencia de empleos de baja calidad, baja productividad y baja remuneración; una de las más bajas entre los países de la OCDE, sólo superada por las maquilas mexicanas.

La precaria situación del mercado laboral colombiano no es resultado de los altos costos, sino de que no hay suficientes empresas en capacidad de demandar ni siquiera un puesto de trabajo. Tan solo el 36,5 % de las empresas formales del país generan empleo formal. El 63,5 % restante “son empresas que o bien no generan empleo o lo hacen de manera informal”, según Confecámaras. La mayor parte de las empresas del país son pequeñas, en sectores como el comercio de reventa de importaciones u otras actividades que no generan valor. Tenemos empresas en el rebusque que generan ocupaciones para rebuscadores. Esta situación tampoco es culpa de los empresarios, los pocos que quedan con esfuerzos meritorios, sino de un Estado enemigo de la empresarización porque no le conviene; es más fácil repartirse las coimas en medio de un sector empresarial arruinado y poco competitivo.

Con el tiempo, esta estructura que conlleva a alta informalidad se ha vuelto un problema de seguridad social también. La ausencia de trabajos estables y bien remunerados conlleva a la imposibilidad de gestionarse un mejor futuro, bajo un sistema imperfecto de pensiones basado en el ahorro individual. En este escenario, las propuestas de reforma consisten en reducir aún más los aportes de las empresas a la seguridad social, lo que terminará en una problemática mayor en términos de pobreza en adultos mayores. La seguridad social, en lógica de capital, es ineludible. Es el pago de la reproducción de la fuerza de trabajo, para lo que se requiere que el trabajador goce de cierta calidad de vida que permita que este proceso biológico y social se dé. Eliminarlo no provocará formalización sino pauperización.

Adenda: Lo peor de la propuesta de Fedesarrollo es lo que no pide: reforma productiva y comercial.

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