GUSTAVO RIVERO

El arte de la primera impresión

¿Cómo anular los prejuicios?

Gustavo Rivero, Gustavo Rivero
15 de noviembre de 2019

Entre el 80 y el 90 % de una primera impresión se basa en dos preguntas: ¿puedo confiar en esta persona?, ¿está capacitada?

Solemos asumir que la capacidad es el factor más importante. Sin embargo, realmente es la confianza el más relevante. Para que tus capacidades sean trascendentales, la gente debe confiar en ti primero. Si no hay confianza, las personas perciben las competencias como algo negativo. Alguien cálido y confiable que también es fuerte provoca admiración, pero solo cuando ya has logrado la confianza, tu fuerza se convierte en un regalo en lugar de una amenaza.

Como decía Oscar Wilde: “No hay segunda oportunidad para una primera impresión”. Dado que solo lleva unos segundos que alguien decida si eres confiable y competente, y las investigaciones muestran que las primeras impresiones son muy difíciles de cambiar, la presión que conlleva conocer gente nueva es justificadamente intensa.

Según Travis Bradberry, si alguien a quien intentas influir no confía en ti, no llegarás muy lejos. De hecho, incluso podrías despertar sospechas y parecer un manipulador:

Deja que la otra persona hable primero. Permítele tomar la iniciativa en la conversación y, siempre que se pueda, haz buenas preguntas para ayudar. Tomar la palabra de inmediato demuestra dominio y no te ayudará a generar confianza. Esta se crea cuando las personas se sienten comprendidas y necesitan compartir mucho para que suceda.

Usa un lenguaje corporal positivo. Conocer tus gestos, expresiones y tono de voz y asegurarte de que sean positivos atraerá a la gente. Usa un tono entusiasta, no cruces los brazos, mantén el contacto visual e inclínate hacia la otra persona. Son formas que pueden marcar la diferencia.

Guarda tu teléfono. Es imposible generar confianza y revisar tu teléfono a la vez. Nada apaga a las personas tanto como un WhatsApp a mitad de una conversación o incluso un vistazo rápido a tu teléfono. Cuando te comprometas a tener una conversación, concentra toda tu energía en ella. Descubrirás que las charlas son más agradables y efectivas cuando te involucras de verdad.

Practica la escucha activa: concéntrate en lo que dice la otra persona en lugar de planificar lo que va a decir a continuación. Hacer preguntas perspicaces es una excelente manera de ilustrar que realmente estás prestando atención. Pensar en lo que vas a decir a continuación no solo le quita la atención al orador, sino que muestra que crees que tienes algo más importante que decir. Esto significa que no debes buscar soluciones a los problemas del hablante. Es natural querer ayudar, pero no nos damos cuenta de que, cuando lanzamos un consejo o una solución, estamos cerrando a la otra persona y destruyendo la confianza.

Haz los deberes. A las personas les encanta que sepas cosas sobre ellas, hechos simples que te tomaste el tiempo de mirar en LinkedIn o en la web de su empresa. Si bien esto no funciona para encuentros casuales, es crucial cuando se planifica una primera reunión con anticipación como una entrevista de trabajo o una reunión con un cliente potencial. Averigua todo lo que puedas, ya que demuestra competencia y confiabilidad al resaltar tu iniciativa y responsabilidad.