Negocios/Minería
El Rey Midas
Rafael Herz está a punto de convertirse en el mayor explorador de oro en Colombia. ¿Cuáles son sus planes y qué problemas enfrenta?
Los expertos consideran que Colombia podría tener ingresos mineros cercanos a los de Perú o Chile. De hecho, las empresas que extraen carbón tienen planes para duplicar su producción en los próximos cinco años y los estudios existentes muestran que las posibilidades de explotación de cobre en Chocó son enormes. Así mismo, se calcula que el país podría superar a Argentina y ser el tercero en América Latina, después de Brasil y Perú, en producción de oro.
Para que Colombia pueda desarrollar esa capacidad, como ya pasó con el petróleo, debe aumentar la exploración, establecer con certeza el tamaño de las minas descubiertas y confirmar la existencia de las que hoy apenas se intuyen.
Nadie ofrece un mejor ejemplo de lo que podría ocurrir en Colombia si se facilitaran los programas de exploración de Rafael Herz, presidente en Colombia de la surafricana Anglo Gold Ashanti (AGA).
Su firma ya tiene el plan de exploración más agresivo y más prometedor del país. Desde 2003, cuando llegó a Colombia, ha invertido US$250 millones, especialmente en exploración alrededor de Cajamarca, en el departamento del Tolima. Allí está La Colosa, un yacimiento de oro con reservas inferidas de 12,3 millones de onzas, que el ejecutivo califica como uno de los mayores de la región. Con la Colosa en operación, AGA duplicaría la producción que hoy tiene en las Américas.
La exploración minera en Colombia tiene el lastre de siglos de mala reputación, que en muchos casos está bien ganada, como lo demuestran el accidente reciente en Sardinata y los 173 accidentes mineros de 2010. Pero lo cierto es que conocer el inventario minero es una obligación nacional, incluso para tomar una decisión informada de no extraer ni una onza de minerales.
Pero explorar en Colombia no es nada fácil. La Colosa ha sido un ejemplo claro de ello. AGA no solo ha tenido que vérselas con la politización de la Corporación Autónoma Regional del Tolima sino, como las demás mineras del país, con las deficiencias en la regulación.
Este mes los Ministerios de Minas y de Ambiente emitieron una circular que confirmó la prohibición de explotar minas en zonas de reserva forestal. Eso no está nada mal, si se tuviera certeza sobre el mapa de esas áreas. "No hay una delimitación clara. 45% del país está en la ley de reserva forestal", explica Rafael Herz. El problema es que el mapa de las áreas de reserva no concuerda con el de los sitios que se deben proteger. "Todo Manizales está en zona de reserva forestal", ilustró.
El cronograma de trabajo del viceministro de Medio Ambiente, Carlos Castaño Uribe, le da la razón a Herz. Le dijo a Dinero que el proceso de ordenación de las siete reservas forestales podría estar listo el año entrante. "Esto tiene que ir acompañado de la política de Ley de Tierras que se está estructurando con el Ministerio de Agricultura", señaló.
Pero hay más obstáculos. La prospección minera, a diferencia de la petrolera, necesita perforaciones pequeñas, de seis centímetros de diámetro, en varios lugares de la geometría del posible yacimiento. Así, el impacto ambiental de la exploración es reducido y fácil de revertir.
Sin embargo, a AngloGold le pidieron costosos planes de manejo ambiental, incluso a pesar de que el Ministerio de Minas ha dicho en varias ocasiones que no se necesitan para la fase de exploración. Dinero pudo establecer que, hace unos meses, el Ministerio de Ambiente autorizó perforaciones en La Colosa, pero solo en sitios escogidos por ese Despacho con coordenadas precisas, que no necesariamente tenían que ver con las necesidades de información geológica de la firma.
Los colombianos tienen fama continental de ser complicados y lentos para decidir. "En los años que ustedes han discutido sobre la expansión del aeropuerto El Dorado, en Panamá le han hecho tres expansiones a Tocumén", dice con una franqueza refrescante el economista panameño Marco Fernández para demostrar el argumento.
Lo mismo pasa con las minas, incluso cuando hay evidencia clara del potencial minero. Los grandes yacimientos en Chile y Perú desaparecen en Colombia y reaparecen en Panamá. "Si la formación geológica es la misma -que lo es-, debería haber minerales acá", explica Beatriz Uribe, experta del sector minero.
Por eso sorprende que apenas 52% del territorio tenga mapas geológicos con escala 1 a 100.000, un asunto que Perú terminó en los 90. También, que un contrato de concesión, requerido para explorar en Colombia, se demora entre tres y cuatro años, mientras en México se consigue en tres o cuatro meses. "Eso se puede hacer con un catastro minero bien sistematizado", añadió Beatriz Duque, dando apoyo sin querer a la propuesta del presidente Santos de hacer una reingeniería total de Ingeominas.
El avance exageradamente lento de los procesos tiene costos. "Si hubiéramos empezado hace tres años, ya sabríamos lo que hay en La Colosa", dice Rafael Herz.
Al contrario, la recompensa para la acción rápida parece buena. La etapa de estudios de prefactibilidad y factibilidad para definir la infraestructura de La Colosa genera unos 700 empleos indirectos. La construcción del proyecto industrial, que tardaría tres años, requeriría cerca de 4.000 trabajadores. Todo eso antes de haber extraído la primera onza de oro.
Y si todo saliera como está presupuestado, tras una inversión de US$200 millones, AGA produciría 700.000 onzas de oro anuales desde 2019, sosteniendo 1.500 empleos durante unos 20 años de vida útil del yacimiento y generando para el gobierno porcentajes de government take de los más altos del mundo -32% del gasto de exploración y 54% de la utilidad en la fase de producción-.
Estos son beneficios claros que solo se pueden establecer con una condición: que sea más fácil explorar en Colombia.
Tarea de gerentes
Pero la exploración no solo tiene los obstáculos que pone el Gobierno. Las mineras también tienen que convencer. Deben proponerles a los colombianos un buen negocio en el que la minería genere bienestar. Deben convencer de la propuesta a los vecinos de las explotaciones, a los economistas que ven riesgos de inflación, a los ambientalistas que combaten la minería en cinco continentes, y a las ONG que ven en los chorros de dinero que llegan con los extranjeros una fuente enorme de corrupción política.
Algunas empresas tienen la tarea más fácil. Gran Colombia Gold ya tiene las minas y solo tiene que acelerar la producción. Esta empresa, además, tiene su acción inscrita en la Bolsa de Toronto, un hecho que le imprime una mayor transparencia a su operación. Extraerá este año más de 100.000 onzas de oro y aumentará a 200.000 onzas anuales en dos o tres años.
Otras más, como Mineros S.A., le sacarán partido a su tamaño y su arraigo local. Con 92.000 onzas de oro anuales, planean llegar a 500.000 en 2020. "No estamos interesados en competir con los grandes, pues no tenemos recursos para hacerlo. No queremos ser el número uno de la lista, sino generar resultados positivos que se reflejen en el valor de la inversión de nuestros accionistas", dice Beatriz Uribe, gerente de la compañía.
Las más visibles
Todas tendrán que demostrar con hechos que no repetirán las historias que llenan el anecdotario latinoamericano. Las de los enclaves del Primer Mundo que prosperan detrás de mallas que protegen una mina extranjera, que exporta los minerales y luego se marcha sin dejar progreso.
Otras, como Medoro, deben ser fuertes en asuntos sociales. La firma hará su explotación a cielo abierto en Marmato, Caldas, lejos de los páramos, los ríos y las reservas forestales. No obstante, para explotar los 9,8 millones de onzas de oro y 59 millones de onzas de plata que ha identificado, debe convencer a los habitantes de Marmato de mover su casco urbano. "Estamos próximos a iniciar pasos más concretos. Uno de ellos es presentar una propuesta al municipio entre los meses de julio y agosto", dijo Juan Manuel Peláez, presidente de la compañía.
AngloGold tendrá que demostrar honradez sin esguinces. La empresa recibió hace unos días el 'anti-premio' Ojo Público, de Greenpeace y la ONG Declaración de Berna, que tiene como propósito poner en vergüenza pública a las compañías que las fundaciones consideren que tuvieron el peor comportamiento social y medioambiental en el año previo. Se lo adjudicaron a la minera por "su responsabilidad en el envenenamiento de las tierras y los ríos durante el proceso de extracción de oro en Ghana"
Greystar tendrá que mostrar que no usará cualquier método para conseguir un permiso de explotación en el Páramo de Santurbán. Los opositores conocen los riesgos. "El recurso hídrico se podría afectar cuantitativa y cualitativamente si el proyecto se desarrolla en zona de páramo", dice Cecilia Reyes de León, presidente de la Fundación Participar, activa en contra de la explotación.
"Para la explotación minera de la zona se utilizarán 40 toneladas de cianuro y 230 toneladas de anfo diarias y se van a dinamitar 1.075 toneladas de suelo en la primera fase. Las licencias no contemplan los accidentes. El beneficio de la duda se le debe conceder al medio ambiente y no a las empresas mineras", afirmó Erwing Rodríguez-Salah, director de Fenalco Santander.
Pero la inconformidad no solo viene de la región. "Greystar no es una multinacional. Es una empresa creada con recursos de especuladores canadienses. No tienen experiencia, ni están en otros lugares del mundo. Fue creada para explotar Santurbán", dijo el experto en temas de sostenibilidad, Santiago Madriñán de la Torre.
Greystar se defiende con argumentos flojos, como que no hay una definición clara de lo que es un páramo, o que si no explotan los yacimientos otros lo harán de manera ilegal.
Pero no se trata de un boicot verde. Es una solicitud fuerte de explicaciones buenas, y por lo menos Rafael Herz está dispuesto a darlas. "Queremos demostrar que es posible hacer una minería a gran escala, moderna y responsable". Por el futuro del país, de 6.000 empresas legales e ilegales de minería y sus trabajadores, más vale que todos entiendan que el proceso de convertir una peña colombiana en oro requiere más que el toque de Midas de un taladro.