EDUCACIÓN

¿Qué pasa en Colombia con la ciencia y la tecnología?

Enrique Forero, presidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, explica las posibles transformaciones que llegarían a Colciencias tras la salida de su último director.

Enrique Forero*
26 de enero de 2018
Foto: Archivo SEMANA

Los miembros de la comunidad académica colombiana estamos muy preocupados con el repentino cambio de Director del Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación – Colciencias-, ocurrido hace pocos días. Las razones para que se le declarara insubsistente son diversas, y tienen todos los matices posibles. Sin embargo, no vale la pena detenerse en este hecho en particular. Es necesario evaluar el entorno actual de la ciencia, la tecnología y la innovación tanto en el plano nacional como internacional y sobre todo, pensar con cabeza fría en el futuro a corto mediano y largo plazo.

La constitución política de Colombia, en sus artículos 27, 67, 70 y 71 resalta la importancia del acceso al conocimiento y de la promoción y fomento de la enseñanza y la investigación como deberes del Estado. En esta época en que nuestro país busca afanosamente una paz tan necesaria, en que entramos en una etapa de post-acuerdo, con todas sus vicisitudes e incomprensiones, es imperativo que la sociedad colombiana comprenda y reconozca la importancia de la ciencia y la tecnología en la construcción de ese nuevo país que muchos de nosotros deseamos dejar a nuestros hijos y nietos.

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Es claro que el soporte de la investigación científica y de la producción de nuevo conocimiento debe venir prioritariamente del Estado. Sin embargo, sin una sociedad comprometida con un nuevo esquema de desarrollo que involucre a la ciencia y la tecnología como pilares fundamentales, será muy poco lo que el país pueda avanzar.
Para el ciudadano común, lamentablemente, la ciencia y la tecnología son asuntos desconocidos que poco interés le generan. No hay que olvidar que solo un pequeño segmento de los colombianos expresa algún aprecio por la ciencia; la industria, salvo contadas excepciones, no invierte en investigación y desarrollo. No existe en el vocabulario de la mayor parte de los industriales la expresión “capital de riesgo”, mientras en los países desarrollados es esa aproximación la que alimenta algunos de sus más importantes logros.

Colombia es un país muy rico en biodiversidad y recursos naturales. Nuestro país es considerado uno de los pocos países megadiversos del planeta. No obstante, no hemos comprendido lo que esa riqueza significa. Solamente en productos naturales derivados de nuestra biodiversidad terrestre y marina tenemos un potencial de crecimiento económico prácticamente incalculable. Como ha dicho el doctor Guillermo Páramo, el nuestro es un país maravilloso, con una de las mayores biodiversidades del mundo, con tres cordilleras, dos océanos (que representan cerca del 50% de la extensión del país, dato que no hace parte del “imaginario” de los colombianos), selva amazónica y llanos orientales, pero que no hemos querido conocer y apreciar en toda su magnitud. Muchos países del mundo seguramente desearían tener algo de nuestra riqueza natural. Pero nosotros nunca podremos aprovecharla suficiente y sosteniblemente si no la conocemos. En palabras del profesor Páramo, reclamamos “que por encima de la politiquería, la corrupción y la trivialidad, se pongan los intereses estratégicos de la nación. El desarrollo y respeto de la ciencia, entre ellos y para ellos, es fundamental”.

José Antonio Ocampo (El Tiempo, 17 de enero de 2018) dice que ni el petróleo ni la minería deberán ser políticas de Estado para el próximo gobierno. Y agrega: “Una política de ciencia y tecnología muy activa tendrá que ser un complemento esencial. Será necesaria para garantizar un aumento en la productividad de la economía y una mejora en la calidad de la canasta exportadora”.

Las bondades de la existencia de políticas de estado (y no de gobierno) en ciencia y tecnología han sido probadas una y otra vez. Países como Corea del Sur, Singapur, los países nórdicos, Alemania, comprendieron hace mucho tiempo que si no invertían en ciencia y tecnología estarían destinados al fracaso. Los respectivos gobiernos también cambiaron la connotación de “gasto” por la de inversión en estas áreas. El ejemplo más cercano lo tenemos en el Brasil, donde una política de estado de ciencia y tecnología que se mantuvo en práctica durante 30 años, sin importar el gobierno de turno, le permitió al país avances extraordinarios en estas áreas, colocándolo a la cabeza de los países de América Latina y con niveles competitivos de alcance mundial. El Académico, profesor universitario y ex – rector de la Universidad Nacional de Colombia doctor Moisés Wasserman, ha señalado con gran propiedad que ¡“los países no hacen ciencia porque son ricos, sino que son ricos porque hacen ciencia”!

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En carta dirigida al señor Presidente de la República, doctor Juan Manuel Santos, trece científicos galardonados con el Premio Nobel liderados por los doctores Serge Haroche y David Wineland, Miembros Honorarios de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, expresan su “gran decepción” al enterarse que “en lugar de aumentar de un muy bajo 0.2% del producto interno bruto, el presupuesto colombiano para ciencia y tecnología sigue siendo extremadamente bajo”. Agregan que “la ciencia y la educación son esfuerzos de largo plazo que deben ser respaldados de manera consistente”.

Los políticos, los gobernantes y la sociedad en general deben entender que el país tiene en su comunidad científica y académica a los mejores asesores para tomar decisiones inteligentes en todas las áreas estratégicas para su crecimiento y desarrollo. En diversos espacios, la comunidad científica ha propuesto la creación de consejos asesores de ciencia y tecnología en los más altos niveles del gobierno y también en el congreso de la república.

Son los científicos y académicos colombianos quienes conocen la realidad nacional como pocos, son ellos quienes andan con “los pies en el barro”, viajando por el país, construyendo país con sus publicaciones, con sus conferencias, cursos, talleres y acciones directas con las comunidades regionales y locales. Ello hace que nos cueste mucho trabajo entender por qué las instituciones del gobierno insisten en gastar grandes cantidades de dinero en hacer convenios y en traer comisiones de “expertos” extranjeros que no conocen el contexto nacional y que hacen propuestas muy aplicables, posiblemente, en otras latitudes. Somos un país localizado en la región tropical, con sus propios problemas que expertos extranjeros nunca podrán resolver.

Esto no significa que se niegue la importancia de conocer otras experiencias del ámbito internacional, ni la necesidad de que los científicos colombianos participen activamente en redes internacionales. La ciencia, como lo dejaron muy claro los trece galardonados con el Premio Nobel en la carta mencionada, “es una actividad global que depende de la libre colaboración de científicos y académicos que pertenecen a distintos países”. Vivimos en un mundo globalizado, en el que la competencia internacional está basada en el conocimiento, y por eso la ciencia colombiana ganaría una mayor dimensión nacional e internacional si se convirtiera en política de estado.

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Mejorar la productividad del país requiere impulsar cambios profundos en las estructuras educativas a todos los niveles, y modificaciones sustanciales en la estructura del sistema de ciencia y tecnología. Es necesario, por ejemplo, unificar las políticas de investigación ya que, hoy por hoy, existen muchos entes financiando investigación en forma aislada y sin una clara coordinación, generando, entre otras cosas, innecesaria y costosa duplicación de esfuerzos. El presupuesto para ciencia y tecnología debe convertirse en política de estado y debe ser establecido en forma responsable dentro del presupuesto general de la nación, hasta alcanzar en el corto plazo el 1% o, en el mejor de los casos, el 2% del PIB, y no puede seguir dependiendo de una fuente tan volátil como son las regalías. No hay que olvidar que el promedio de inversión en ciencia y tecnología de los países miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) es del 2.4% del PIB.

La formación de talento humano debe responder a las necesidades del país. No se pueden seguir formando doctores solo para mejorar los indicadores. Tampoco es conveniente seguir enviando nuestros mejores talentos a formarse en el extranjero, en lugar de fortalecer los programas de educación de posgrado en el país. Estamos financiando a instituciones extranjeras, mucho más ricas que nosotros, enviando a nuestros jóvenes investigadores para que trabajen para ellos y para que, debido a las limitadas oportunidades existentes en el país, prefieran quedarse fuera de Colombia.

Para que las expectativas mencionadas aquí se hagan realidad, es indispensable fortalecer la institucionalidad. El país requiere de un ente rector de la ciencia y la tecnología que sea independiente y que tenga la fortaleza suficiente para ser escuchado y respetado en todos los ámbitos tanto nacionales como internacionales. Colciencias fue creado para ser esa importante instancia. Las crisis muchas veces alimentan oportunidades de reflexión y crean el espacio propicio para fomentar cambios estructurales importantes. El momento actual debe aprovecharse constructivamente, y la comunidad científica y académica debe ser un jugador fundamental para impulsar las reformas a que haya lugar, pero con la mirada fija en el corto, mediano y largo plazo. Hoy no resuelven nada las decisiones cortoplacistas a las que nos hemos acostumbrado.

*Presidente de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales