| Foto: Niño cultivando

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Cambiar las aulas por huertos y los lápices por verduras

El sistema de las escuelas-granjas es una alternativa ingeniosa para aprender conocimientos prácticos, empoderar a los estudiantes dentro de su comunidad e, incluso, alimentarlos mejor.

11 de agosto de 2017

Hace un año, Rubén Darío Cárdenas se dio a conocer en el resto del país cuando ganó el premio Compartir 2016 al Mejor Rector gracias a su trabajo en la Institución Educativa María Auxiliadora, en el municipio de La Cumbre, Valle del Cauca, donde implementó un modelo de “escuela-granja” que se adapta a las necesidades de la población infantil y juvenil que estaba formando. En esta institución, todo el modelo pedagógico gira en torno al cultivo y la producción de panes, aceites y todo tipo de hortalizas.

La idea comenzó hace más de siete años cuando Cárdenas presentó un proyecto a la Dirección Nacional de Estupefacientes para que le entregaran un predio en comodato a término indefinido ubicado estratégicamente en medio de las siete sedes de la institución educativa. Ahí comenzó a sembrar diversos alimentos con los estudiantes para sus proyectos agrarios pedagógicos.

De esta manera, todo lo que aprenden los niños en clase de biología, geometría o matemáticas se enfoca en cómo sembrar plantas en una huerta, cómo construir un invernadero y qué procesos económicos se necesitan para consolidar una empresa agrícola efectiva. Después, venden los productos en el mercado. Así, ayuda a promover el desarrollo económico de la región y, de paso, mejorar las finanzas del colegio que dirige.

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Según Cárdenas, este sistema de escuelas-granja le da otro sentido al papel de las instituciones en la sociedad. “No solo debe enseñar destrezas a los niños, sino que se debe aportar soluciones para los problemas del territorio en el que viven”. Para el rector, la escuela se debe volver un intérprete de su comunidad y responder a sus necesidades.

El proyecto también reconoce la importancia de impartir el conocimiento no como información solamente, sino como conocimientos aplicables. “Nosotros generamos proyectos productivos porque solo cuando el niño hace algo con las teorías es que se genera una apropiación”, contó Cárdenas a Semana Educación.

Se trata de un método alternativo que, como explicó Darshan Campos, especialista estadounidense en educación y en sanación de traumas, quien participará en la Cumbre Líderes por la Educación 2017, permite a los niños “poner las manos en la tierra” y crear algo a partir de la construcción de un sistema alimenticio.

Más huertos, menos aulas
El modelo que implementó Cárdenas en María Auxiliadora es innovador, pero no es único. Muchas escuelas en varias partes del mundo han descubierto por su cuenta los beneficios pedagógicos, económicos y sociales de enseñar a los niños a cultivar.  

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En el municipio antioqueño de Urrao, por ejemplo, hay un colegio con su huerta propia donde los estudiantes cultivan y después se reparten la cosecha para llevarla a sus casas. La Institución Educativa Rural Valentina Figueroa, como se llama el centro, construyó un modelo pedagógico que gira en torno a proyectos productivos con tanto éxito que hasta tienen su propia marca de café.

Algunas escuelas lo han implementado incluso en un contexto urbano, como es el caso del colegio República de Colombia en la localidad de Engativá o el colegio Luis Carlos Galán Sarmiento en la localidad de Puente Aranda, ambos en Bogotá. Estos colegios han dedicado un espacio de la institución para hacer huertos escolares. Los estudiantes se encargan de cultivar, cuidar las plantas y cosechar los alimentos, que luego se reparten entre ellos.

De hecho, el año pasado la Secretaría de Educación de Bogotá y el Jardín Botánico desarrollaron un proyecto para promover la construcción de huertos escolares en 30 colegios públicos de la capital.

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También en el mundo
En Brasil estos modelos educativos son casi que la norma. Las huertas escolares son promovidas por el Ministerio de Educación y varias Secretarías estatales. Incluso el Programa de Nacional de Alimentación Escolar incentiva la creación de huertas para suplir de alimentos propios y saludables a las cocinas de los colegios.

Además, los colegios brasileños han encontrado otra gran ventaja a este sistema: los estudiantes están más dispuestos a comerse las verduras que ellos mismos cultivaron, como señala un reportaje de Rhitu Chatterjee publicado por el Pulitzer Center.

En Inglaterra, donde la calidad de la alimentación escolar también es una fuerte preocupación pública, han replicado las huertas escolares en más de 100 colegios. “Encontramos que los niños eran muy reacios de probar nuevas comidas. Aún cuando tenían un comidas más saludables en el menú, escogían lo que ya conocían. Pero con lo que hemos hecho ahora, combinando la enseñanza de dónde viene la comida con un proceso divertido de cultivar, los niños están más dispuestos a probar nuevas cosas”, dijo Jenny Gaylor, rectora del Carshalton Boys Sports College,  en Reino Unido, al diario londinense The Guardian.

De esta manera, “la escuela se acomoda al contexto”, que, en opinión de Rubén Darío Cárdenas, es como debería ser. El modelo de escuelas-granjas es una alternativa para adaptarse a las necesidades de la comunidad educativa, desde los conocimientos necesarios en las zonas rurales, hasta la necesidad de alimentarse mejor.

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