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MARIA, DE LAS ESTRELLAS LA CUSTODIA, LA MUERTE

28 de febrero de 1983

Uno de los capítulos de la historia de la custodia, es la trágica muerte de una niña, María de las Estrellas. Hija del hombre que compro la custodia, Eduardo Uhart y de la maga Atlanta la niña habría sido utilizada por su padre para entregar el dinero de la negociación, y mientras cumplía con la tarea, perdió la vida en un accidente de automóvil.
SEMANA obtuvo un testimonio exclusivo de Jota Mario quien fuera su padre adoptivo y esposo de la madre de la niña, la maga Atlanta.
Más que la Custodia era preciosa la vida de María de las Estrellas. "Ayayay mi almano me arruguen que yo soy chiquita". Aquí tengo entre mis papeles más de mil páginas inéditas escritas entre los siete y los trece años, sus libros publicados "a la mejor mamá que he tenido en mis vidas", su álbum de recortes empezado a los cuatro años y que cierra con el recorte de su muerte brutal. De mis paredes cuelgan sus fotos y retratos ejecutados por mis amigos pintores, su premio de novela ganado a los siete años con "La Casa del Ladrón Desnudo", sus diplomas, los afiches de los innumerables homenajes celebrados a su memoria. "Cuando esté grande voy a ser una grande médica en el hospital más grande de Nueva York y cuando los enfermos estén muriendo voy a morir con ellos". Ahora que ya no hace sombra, que sus pisadas no conmueven el polvo, pasados casi dos años de su desaparición, se levanta de su tumba como un fantasma acusador y señala a los iniciales culpables de que hoy esté convertida en un puñado de huesos quebrantados entre una caja: las monjas del Monasterio de Santa Clara de Tunja y el señor Arzobispo de la misma ciudad. Ellos que creen en Dios saben que el castigo del pecado es la muerte: y al pecado de simonía agregaron el delito de negociar el patrimonio cultural de Colombia, representado en este caso por una valiosa Custodia. Mi indignación va dirigida más a estos doctores de la santa madre iglesia que vendieron lo que no era suyo sino de la comunidad que cree en ellos, que a sus eventuales compradores que además se empecinan en encubrir. Comprendo el dolor del padre carnal de María al encontrarla despedazada a la orilla de una carretera y creo que con ello pagó exageradamente su falta, si es que hubo falta en comprar. Yo más bien creo que la transgresión consistió en vender. Y vender en secreto. Hoy Arzobispo y Abadesa, pillados en la falta, confiesan muy orondos el negociado. Y Colombia esta conmovida, su sociedad está indignada, las autoridades estupefactas. Sin embargo desde hace más de un año la madre de la pequeña poetisa, mi amable compañera en la vida y en la desgracia, la maga Atlanta, transitó el más penoso viacrucis llorando sangre, empeñada en investigar todos los detalles que rodearon la trágica pérdida de su niña mientras ella no estaba.
Acudió a investigadores privados, acudió a Juzgados de Instrucción Criminal, acudió al Arzobispo de Tunja, al Gobernador de Boyacá, acudió al Procurador demandando justicia y denunciando la desaparición de la Custodia. Pero nadie le hizo caso. Se la tildó de loca, los periódicos consideraron inverosímil lo que decía. El caso se cerró sin culpables. Si no murió de dolor fue porque María siguió viva en su corazón. Terminó desistiendo defraudada de la justicia humana y se fue a conversar con el sol a las alturas de Machu Pichu. "Hay que querer a la maguita hasta que el cielo se vuelva de papel". Sé que ya nada puede hacer que María de las Estrellas vuelva a jugar a la pelota, asista a sus clases de filosofía en la Universidad de los Andes, se siente frente a esta mesa redonda donde solía hacerlo a escribir sus textos fantásticos. Sé que no le tocará ver cómo se derrumban los juros recién enlucidos del Convento de Santa Clara. Cómo cae de su pedestal el señor Arzobispo fulminado por un rayo del Vaticano. Cómo la preciosa Custodia hace su retorno al país convertida en un árbol de chatarra con incrustaciones de vidrio. El Señor me la dio, Monseñor me la quitó. Bendito sea el nombre del Señor. Vuelva la paz a la tumba de María de las Estrellas donde ahora la custodia la muerte.