“Mi pueblo necesitaba de todo: uno no sabía por dónde empezar”
La participación democrática de cualquier persona en la política contribuye no solo al progreso de la comunidad y a la superación de los conflictos, sino a fortalecernos como sociedad.
El conductor del cambio
La participación democrática de cualquier persona en la política contribuye no solo al progreso de la comunidad y a la superación de los conflictos, sino a fortalecernos como sociedad.
En aquellos días efervescentes, cada vez que Santiago Torres ponía sus manos sobre el timón de un bus que recorría las calles de Turbaco, departamento de Bolívar, pensaba en cómo poner el pie en el acelerador del progreso de la ciudad. Llevaba años como conductor de ruta, pero la oleada de violencia producto de la presencia de actores armados como guerrillas y paramilitares, que incrementó los riesgos e hizo más débil el acceso a condiciones básicas de vida para la comunidad, lo hizo reflexionar en aquella búsqueda.
Corría la década de los años noventa y él había contraído la fiebre de la política. Le propuso a su ayudante lanzarse al concejo municipal para contribuir a que Turbaco proporcionara todos los derechos básicos a sus pobladores, una idea que sonó a locura pues ellos mismos y sus familias nunca habían participado en la vida democrática ni siquiera a través del voto. Aun así, emprendieron ese camino de manera humilde, con un presupuesto de campaña de 8.600 pesos que tuvo como resultado la elección de Santiago Torres como concejal de Turbaco en 1992.
En ese cargo pudo conocer las realidades y necesidades del municipio. “Mi pueblo necesitaba de todo –recuerda–: uno no sabía por dónde empezar”.
Por ello se acercó al alcalde municipal del momento para ofrecerle su ayuda. Sin embargo, no recibió respuesta y entonces lo hizo con los candidatos que se estaban presentando para el siguiente periodo de la Alcaldía, pero lo que se encontró fue todo un entramado de alianzas políticas y la ausencia total de propuestas que en realidad estuvieran buscando el beneficio de Turbaco y sus pobladores.
Fue por eso que, nuevamente con su ayudante y junto con un grupo de 10 ciudadanos, se inscribió a las elecciones para la Alcaldía, pero puso una condición a quienes le apoyaban. “Les dije que sí me lanzaba, pero sin recibir un solo peso de nadie ni meterme con ninguna coalición”, explica. Y de nuevo, con muy pocos recursos y una valla publicitaria de campaña que recibió de regalo, se lanzó para ser elegido alcalde para el periodo de 1995 a 1997.
Con el apoyo de quienes lo habían conocido como conductor de bus, pero también como jugador de softball y como concejal –y bajo el lema ‘El Conductor del Cambio’–, ganó los comicios y así empezó uno de los retos más grandes de su vida.
Por ejemplo, no pudo hacer el empalme con el antiguo alcalde –porque este no lo facilitó– y no contó con el apoyo del concejo municipal, por lo que tuvo que buscar otra manera de promover sus proyectos. “Entonces me vi en la necesidad de echarle el pueblo encima al concejo y así abrirme camino y empezar a trabajar”, señala. Además, eligió a su gabinete con base en sus estudios y experiencia, aunque él no había terminado la primaria, pero desde el día en que inició su trabajo como concejal se había dedicado a estudiar todas las noches porque sabía que con el conocimiento y la experiencia lograría que primara el bien de las comunidades sobre el beneficio de unos pocos.
Seis meses después de iniciar su mandato como alcalde, mientras se alistaba para salir a trabajar, escuchó un estruendo. Al mirar la calle, notó que el ruido provenía de la Alcaldía, y su escolta le avisó que habían puesto una bomba. Aunque su primera reacción fue ir a ver qué había sucedido, su guarda no se lo permitió para no ponerlo en riesgo.
Nunca se supo con certeza qué fue lo que pasó, ni quién o quiénes fueron los responsables. Tampoco interpuso una denuncia. “Yo solo me preguntaba: ¿por qué a mí? ¿Qué habré hecho?”, dice. Muchos le aseguraron que eran amenazas por no haber recibido dineros de los poderosos y por no dar espacio en el gabinete municipal a quienes habían estado en el poder tradicionalmente o, incluso, a los que querían presionar desde los grupos armados ilegales. A pesar del dolor que sintió por este hecho, también creció el ánimo de seguir en su labor.
Hacer primar el interés de las comunidades sobre los intereses propios y hablar con todas las empresas del municipio para invitarlas a aportar al desarrollo de la región y no solo buscar beneficios económicos propios, fueron factores que lo convirtieron en el mejor alcalde del departamento, reconocido como tal, incluso, por el Concejo, que le había dado la espalda. Y hoy, más de 20 años después, él se mantiene en su idea de que la política debe ser un ejercicio honesto y anhela cambiar la mentalidad de la clase política de su ciudad.
Impacto positivo
Como gobernante, Santiago Torres logró que Turbaco tuviera acceso a servicios públicos, al tiempo que logró una considerable mejoría en varias vías de acceso al pueblo. El Departamento de Planeación lo destacó como el mejor alcalde de Bolívar por ejecutar el 90 por ciento de su programa de gobierno antes de terminar su periodo.
Además, demostró cómo el trabajo colectivo permite influir en las decisiones de gobierno de los territorios, y dejó un ejemplo de intenciones colectivas, trabajo duro y acciones concretas que aportaban al bienestar común. Estos son principios clave para él. “¿De qué le sirve a uno ser profesional y tener malas intenciones con el municipio? Prefiero ser el conductor que soy”, advierte.
Al tomar la decisión de incursionar en la política de su municipio, nunca pensó en cómo sería su futuro. Lo cierto es que ahora es recordado como el alcalde que no recibió un peso de nadie.
Aprendizajes en clave de convivencia y no repetición
Desde que se le pasó por la cabeza postularse a un cargo de elección popular, Santiago Torres tuvo claro que era para que todos estuvieran bien. “La política no debe ser hablar mal del otro y decirse barbaridades –afirma–. La política debe ser sana, así uno piense diferente”.
Este principio fundamental, que guío la preocupación por las condiciones de vida en su municipio y las acciones que desarrolló desde el Concejo y la Alcaldía, dejan entrever un mensaje clave para la sociedad colombiana que contribuiría a cualificar la participación democrática, aspecto fundamental para contribuir a la superación del conflicto y a fortalecernos como sociedad.
“Ojalá la clase política entendiera que las necesidades de las comunidades están por encima de los bienes de uno. Con eso, ya hay cambio”, finaliza Torres.
