Ritual a las víctimas de Trujillo. Parque Monumento Afavit. A la derecha, la hermana Maritze Trigos.
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Un grito de justicia en medio del desierto

En la búsqueda de la justicia y la reparación, una comunidad liderada por mujeres hizo frente a los actos de violencia y creó espacios para el diálogo, la memoria y la esperanza.

23 de noviembre de 2020
Bendita pandemia

Recuperar, recordar y dignificar lo perdido

En la búsqueda de la justicia y la reparación, una comunidad liderada por mujeres hizo frente a los actos de violencia y creó espacios para el diálogo, la memoria y la esperanza.

Los municipios de Trujillo, Bolívar y Riofrío se ubican al noroccidente del departamento del Valle. Entre 1988 y 1994, un grupo compuesto por hombres, al mando de los narcotraficantes y comandantes paramilitares Diego Montoya y Henry Loaiza, cometieron diversos hechos de violencia contra estos municipios, que dejaron 342 víctimas de homicidio, tortura y desaparición forzada.

Estos hechos de violencia se dirigieron contra la comunidad campesina que tenía proyectos colectivos y de economía solidaria liderados por el sacerdote Tiberio Fernández. El sacerdote fue secuestrado el 17 de abril de 1990, junto con su sobrina Ana Isabel Giraldo, mientras se dirigían a Trujillo y posteriormente asesinados y sometidos a tortura y abuso sexual.

La masacre de Trujillo generó múltiples impactos en la población campesina de estos tres municipios, sin embargo, tiene como correlato las expresiones de resistencia de sus habitantes, quienes emprendieron acciones de reconocimiento y dignificación de sus víctimas a lo largo de las últimas tres décadas.

“Una nueva historia de este pueblo”

Maritze Trigos, hermana dominica

Entre los años 1986 y 1994 la comunidad de Trujillo, en el departamento del Valle del Cauca fue afectada por diferentes masacres. Muertos varios de sus líderes, resquebrajadas sus iniciativas como comunidad, no quedaba más que dolor, zozobra, soledad y silencio. Pero desde este dolor y con mucho esfuerzo las familias de las víctimas tomaron fuerzas para actuar y recuperar a su comunidad.

“De esa historia inicia un proceso de dignidad, un proceso de reconstrucción de una nueva historia de este pueblo, y gracias al padre Hernán Giraldo o si no el caso hubiera quedado en la completa impunidad”, cuenta la religiosa Maritze Trigos.

Esta historia de dignidad hizo una apuesta por la justicia, aun en medio del temor y las amenazas. Para proteger sus vidas, se reunían en otras ciudades como Buga y Tuluá, e incluso enfrentaban juntas el dolor para hacer las exhumaciones de los cuerpos de las víctimas.

Este proceso comunitario buscó recuperar, recordar y dignificar lo perdido a través de las denuncias penales, con las que lograron varias verdades de la violencia y condenas sobre responsables de las masacres, y también a través de los monumentos de memoria como el reconocido parque monumento. Pero además se buscó construir una nueva generación de trujillenses, que sigan soñando con una sociedad más justa, que sean críticos ante la realidad de su territorio y de su país.

“Habían vivido y sabían la crueldad de la masacre, pero empezamos a abrir los ojos. Esa época no fue solo Trujillo, también los crímenes contra la UP, hubo otras masacres y empezamos a ampliar el horizonte, a hacer memoria. A pensar: ‘ustedes como víctimas a qué tienen derecho’”, agrega la hermana Trigos.

Así se fortaleció la organización de las matriarcas y patriarcas adultos, jóvenes, niños y niñas. Se empezaron procesos de formación, asistieron conjuntamente a las audiencias, se hicieron peregrinaciones, se construyó en el parque monumento que les permitió elaborar los duelos. “Todos esos actos generaron mucha fortaleza. Y el motor han sido las mujeres”, agrega Trigos.

Justicia y tierras

Impacto positivo

Desde la fe, desde lo espiritual, desde la fuerza moral se tomó conciencia, la comunidad se empoderó y se dio la transformación en un lugar de horrores, que ahora se ha convertido en tierra de vida y esperanza. Todo esto, también, con apoyo de diferentes organizaciones que le han dado más fuerza a la comunidad.

Aprendizajes en clave de convivencia y no repetición

Esta historia desde el territorio de Trujillo, Valle, permite una reflexión desde la justicia restaurativa, es decir, aquella que no sólo se enfoca en el castigo penal de los responsables de la violencia, sino que tiene presente las necesidades de las víctimas desde la narración de los hechos, como lo hace el parque monumento, desde el restablecimiento de lo que se ha fracturado y también desde el fortalecimiento de la comunidad para prevenir nuevos daños.

Estas voces y experiencias trujillenses actúan bajo un lema que llama a otras poblaciones a “resistir, persistir y nunca desistir, porque la resistencia nos mantiene firmes, la resistencia alimenta la esperanza y esa resistencia no nos deja renunciar a ese sueño de ver una Colombia en paz. Eso buscamos, construir paz con justicia social, una paz para los empobrecidos”, concluye Maritze Trigos.