Especiales Semana

AGROINDUSTRIA

31 de marzo de 1986

LA AGRICULTURA: UNA ACTIVIDAD EN APUROS
EVOLUCION DEL SECTOR EN 1985
El desempeño de la agricultura y ganadería colombianas durante el año de 1985, de acuerdo con las estimaciones de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC), fue modesto. El crecimiento del Producto Interno Bruto Agropecuario sólo alcanzó un 2.3 por ciento en 1985. Aunque este crecimiento fue ligeramente mayor que lo que se ha experimentado durante la décaca de los ochenta, alrededor del 1.4 por ciento, no obstante dista mucho del 3.9 por ciento de las décadas pasadas.
La gente se pregunta hoy qué está pasando con la agricultura colombiana. Será que los agricultores y ganaderos de Colombia perdieron su vocación o habrá otras causas que han conducido a que el sector agropecuario sólo crezca alrededor del 1.5 por ciento, es decir que escasamente producimos para el actual crecimiento poblacional. La agricultura no es una forma de vida sino que es un negocio que requiere alta inversión.
El resultado poco satisfactorio es fruto de una serie de políticas que se ha venido aplicando en estos años, lo cual ha venido acentuando la discriminación y el abandono a que ha sido sométido el agro colombiano. No obstante, la inseguridad del campo se constituye hoy en el factor determinante del deterioro de la inversión y del crecimiento.
El comportamiento de algunos cultivos fue satisfactorio. El algodón, por ejemplo, continuó avanzando y recuperando el área sembrada que se tenía en 1981, pero sin lograr alcanzar la obtenida en 1977. La caña de azúcar mejoró sustancialmente en 1985 debido al buen clima y lluvias más regulares en el Valle del Cauca.
El descenso experimentado en la producción de papa explica en gran parte el mal crecimiento sectorial. La drástica caída de los precios de la papa en 1984 dejó a muchos de los cultivadores en pésimas condiciones económicas, a nivel de quiebra, hasta el punto de que no tuvieron suficiente capital de trabajo para continuar laborando sus parcelas o perdieron su capacidad de obtención de crédito de fomento. Aparte de la disminución del área sembrada, los costos de producción por hectárea influyeron de manera decisiva a causa de los mayores precios de los plaguicidas y de los fertilizantes. En consecuencia, los precios de la papa se elevaron y aún permanecen a niveles altos. El sorgo y el maíz no fueron cultivos afortunados en 1985 por los retrasos en las siembras o pérdidas experimentadas a causa de la irregularidad de las lluvias, en particular en el Cesar. La producción de café no mostró cambio alguno en 1985.
La actividad ganadera del país continúa siendo pobre y en 1985 no manifestó recuperación alguna. A esta situación ha contribuido de manera importante un inventario real de nuestra ganadería que no supera los 20.5 millones de cabezas de ganado vacuno, la escasez de pastos por la falta de lluvias regulares y el debilitamiento en la demanda de carne por pérdida en el poder de compra de los consumidores.
De un análisis critico puede surgir que la política económica actual no ha fincado el desarrollo del país en el agro, que sin lugar a dudas, es el más importante en la generación del producto y de empleo. Se observó una inquietud y afán, casi obsesiva de salvar el sistema financiero y las empresas industriales, como si fueran el puntal de una estrategia de crecimiento. Es un problema de modelos, sin que se tenga en cuenta el costo social de poner en práctica tales esquemas.
Es preocupante observar cómo algunos análisis económicos centran el problema del campo en algo estrictamente coyuntural, atribuyéndole sólo a la baja producción factores climáticos: pocas lluvias, intensos veranos o heladas. Si bien es cierto que el clima es importante no debe escatimarse que el estado actual de postración y de crisis en que yace el sector rural es el fruto de un cúmulo de medidas de política económica que se han venido engendrando desde tiempo atrás.
Es imperdonable afirmar hoy que las decisiones de política económica, que se relacionan con la devaluación, con el déficit fiscal, con los gravámenes arancelarios, con el régimen de importaciones y con el control de precios, entre otras, tengan efectos neutrales para el agro colombiano. Ya la agricultura de los años cincuenta desapareció y nos encontramos ante un sector agropecuario que produce para alimentar grandes masas urbanas y que ha tenido que adaptarse a las exigencias del consumidor citadino y para tal fin ha tenido que dar el salto a la modernización y al cambio tecnológico. Una mirada rápida a este agro moderno nos lleva a ver cómo hoy se emplea cada vez más los agroquímicos, los fertilizantes, el riego, la fumigación aérea, las semillas mejoradas y tratadas, se ara el campo con más tractores que con el uso de mano de obra y se recogen las cosechas con combinadas. No cabe duda que cualquier cambio en los instrumentos mencionados afecta drasticamente la producción agropecuaria del país, porque ya no se puede retroceder en el camino en el cual el país se ha empeñado a seguir 25 años atrás. Debido a las políticas económicas de los dos últimos años es impresionante observar cómo un tractor que costaba $ 2.7 millones en 1984,en febrero de 1986 su precio se había duplicado, correspondiéndole al Estado $1.2 millones por efecto de los nuevos impuestos. Asimismo, la poca rentabilidad del campo y los altos costos financieros de la proporción que no es financiada por crédito de fomento ha llevado a muchos agricultores a la quiebra y hoy se encuentra una oferta grande de tierras en dación en espera de nuevos compradores. Si se continúa en este camino, sin duda acabaremos con el agro colombiano.
Es importante, por lo tanto, identificar si el problema agrario es coyuntural o estructural. La década de los ochenta está dando la razón de que la situación por la que está atravesando la agricultura colombiana es estructural y no se puede esperar un crecimiento sostenido si no se ponen a tiempo los remedios o se dan las soluciones adecuadas para el agro en estos momentos.
A propósito, conviene señalar aquí cómo varias decisiones de política económica que han venido dandose en los últimos años explican gran parte del debilitamiento y postración del sector agropecuario.

SE CARGO DE IMPUESTOS AL AGRO
Comencemos por la ley 14 de 1983, que con la loable intención de fortalecer los fiscos municipales, escogió al sector rural para caerle vorazmente sobre sus ingresos, casi que confiscándolos. Siendo más precisos, el Instituto Geográfico Agustin Codazzi, IGAC, en cumplimiento de la ley 14 ha elevado exageradamente los avalúos catastrales, como si las fincas y las haciendas estuvieran enmarcadas dentro de un mercado inmobiliario y urbano.
La productividad y los ingresos que generan los campos tienen sin cuidado al Instituto. Lo importantes es cumplir la gran misión de actualizar y formar los avaluos, no importa si los agentes económicos afectados pueden rentar la tierra en la proporción en que se han avaluado los terrenos. Si lo que se pretendía subrepticiamente era bajar los precios de la tierra y distribuirla, no parece que este instrumento sea lo más adecuado. Lo que produce en última instancia es desestimular al agricultor y ganadero a continuar en la actividad para lo cual se ha hecho y tiene el know how, cosa que no se puede improvisar sobre todo tratándose de una materia tan delicada como es la producción de alimentos y la generación de divisas. Parece que el Estado no midiera las consecuencias de sus políticas. ¿Qué estímulo puede tener un ganadero de producción de leche, si de sus utilidades el 50 por ciento va a engrosar los caudales del Estado en forma de impuesto predial, impuesto a la renta presuntiva y de patrimonio?
Otra decisión de política económica que afectara los costos de producción agropecuaria en el país en 1985 fue la ley 50 de 1984 que impuso un gravamen adicional de ocho (8) puntos sobre los insumos, materia prima y bienes de capital importados que se utilizan dentro del proceso de producción agrícola. Solamente a mediados del año por la ley 55 de 1985 fueron eximidos de tal tratamiento los fertilizantes, como la úrea. Lo peor de la situación agraria fue castigar la capitalización del campo y la productividad mediante la imposición del IVA a la importación de la maquinaria, como los tractores y las combinadas. A raíz de estas medidas, los costos de producción mostraron aumentos del 26 por ciento en promedio y en algunos cultivos los costos se incrementaron hasta en un 34 por ciento.

FINANCIAMIENTO PARA IMPORTAR PERO NO PARA COMPRAR LAS COSECHAS
¿Cómo se pretendía que los precios de los alimentos no subieran en 1985? Los que tomaron las decisiones de política económica, viéndose enfrascados y presionados por las fórmulas del Fondo Monetario Internacional (FMI), no vieron otro camino fácil que importar alimentos de una manera exagerada y a destiempo cuando salían las cosechas del país. El IDEMA, por ejemplo, importó 1.1 millón de toneladas en 1985. Continuó importando trigo, utilizando la Commodity Credit Corporation, resolviendo los problemas de balanza de pagos y no los de la agricultura. Podría ser aceptable que el IDEMA importara existencias reguladoras y que se financie a través de esos préstamos externos y que simultáneamente sirva para resolver el problema de escasez de divisas, pero lo que no se puede concebir es que no tenga el Instituto plata para pagar la cosecha nacional.