Especiales Semana

El profundo misterio de la mente

Rodolfo Llinás ha hecho de su constante búsqueda en el interior del cerebro una fascinante aventura que combina ciencia, filosofía y poesía.

Bernardo Hoyos P.
11 de diciembre de 1980

Ese litro y medio de materia grisácea e inerte que se ve de pronto como encurtido en frascos" ha sido la obsesión de Rodolfo Llinás, el médico y científico residente en Nueva York y sin duda el colombiano más prestigioso internacionalmente en el campo de la ciencia.

Ese cerebro llegó a su estado actual hace un millón de años. Como todo lo biológico no termina su largo caminar, aunque Llinás considera que esta primera etapa de su evolución ha terminado y que a ella siguen dos estadios, el de la actual 'evolución social' y la de 'ingeniería genética'. Ese cerebro dotado con 10 billones de células es una esfera cerrada que registra sincrónicamente nuestras relaciones con el mundo externo, especie de simulador del universo que nos rodea y es a la vez generador de nuestra propia conciencia, lo que llamamos el "sí mismo".

Para Sherrington, pionero de la neurocirugía citado por Llinás, "el hombre prefiere considerarse como el más bajo de los ángeles y no el más alto de los animales. Pero es más optimista al afirmar que si algún día llegáramos a comprender en su totalidad la portentosa naturaleza de la mente, de hecho, el respeto y la admiración por nuestros congéneres se verían notablemente enriquecidos". Ese "telar encantado" que es el cerebro, es capaz de producir tormentas eléctricas autocontroladas, que al soñar, liberado de la tiranía de los sentidos, crea mundos posibles en un proceso que quizá se asemeja al pensamiento.

En fin, ese cerebro es la materia de su más reciente libro, El cerebro y el mito del yo. El papel de las neuronas en el pensamiento y el comportamiento humanos. (Grupo Editorial Norma. Colección Vitral 2003. Trad. Eugenia Guzmán, 348 p.), publicado el año pasado originalmente en inglés y que es el resultado de 10 años de investigaciones y estudios. Durante un cuarto de siglo el autor ha sido director y profesor del departamento de fisiología y neurociencia de la escuela de medicina de la Universidad de Nueva York.

Aunque Llinás insiste en que la creatividad no nace de la razón y que la creatividad en sí misma no tiene nada de racional, los hallazgos de sus investigaciones se ajustan a la vieja idea de que el genio es una larga paciencia y a la realidad de que las intuiciones científicas deben comprobarse en los laboratorios. Niega la creencia de que el cerebro nace con nosotros como "tabula rasa" y por el contrario sostiene que por un fenómeno de filogenética posee virtudes intrínsecas que afloran en el "resplandor de aquellos lejanos días de infancia", como anota Llinás en sus frecuentes alusiones poéticas en medio del rigor científico de su fascinante libro.

Ese resplandor infantil es el que surge en medio de la presencia de su abuelo y de su padre, médicos eminentes de Bogotá. Su abuelo Pablo, profesor de neurosiquiatría de la Universidad Nacional lo llevaba a su consultorio desde que tenía 4 años. "En esa vieja e inmensa casa hablábamos de todo, recuerda. Por qué llueve, cómo vuelan las aves...". El método del abuelo era persuasivo, el de su padre, Jorge, más directo. "Me trataban como a un adulto".

Y fue allí, en ese inmenso consultorio donde el niño confrontó por vez primera la realidad de un cerebro anormal, cuando uno de los pacientes del abuelo sufrió un ataque de epilepsia. "No todo lo que sucede pasa porque uno lo quiere", le explicó el abuelo al preguntarle qué le había ocurrido al paciente. Fue un momento de revelación.

Llinás hizo su bachillerato en el Gimnasio Moderno de Bogotá y recuerda ese tiempo como uno de los más felices de su vida. "Aprendí de todo y bien aprendido, no tan sólo a recordar lo que estudiaba sino a comprender. Por eso creo que la educación básica es fundamental en la formación. No hubiera podido estudiar un bachillerato mejor en ninguna otra parte del mundo", dice Llinás, a quien el plantel otorgaría años más tarde la medalla Agustín Nieto Caballero en memoria del fundador del Gimnasio.

Estudió medicina en la Universidad Javeriana y en sus vacaciones visitaba por su cuenta laboratorios de fisiología en Suiza. Su familia lo educó bien. Su tesis de 1959 sobre 'Análisis de redes neuronales en el sistema visual' fue inusitada para su tiempo. Viajó a Harvard ese año con la idea de estudiar neurocirugía pero se convenció de que su objetivo eran las neurociencias básicas. En 1961 se trasladó a Minnesota para estudiar la motoneurona, y desde ahí se concentró en uno de los temas focales de su investigación, la motricidad en el sistema nervioso.

En Australia trabajó desde 1963 con sir John Eccles, premio Nobel de Medicina ese año por su tarea en la electrofisiología y el cerebelo. "Mis años al lado de Eccles fueron de trascendencia personal y científica", anota Llinás. Su paso por Australia también marcaría el rumbo de su vida, pues allí se casaría con Gillian, profesora de filosofía, madre de sus dos hijos y compañera permanente de un diálogo sobre todo lo imaginable "que después de 40 años no termina todavía".

Regresó a Estados Unidos en 1966, "en una época de cierta crisis en los estudios de neurociencia. Entonces se conocía bien la interconectividad en los cerebros de los mamíferos pero eso no era suficiente, observa. Hoy lo que se pensaba en esa época parece pueril. Me dediqué al cerebelo, uno de los centros nerviosos del encéfalo ubicado en la parte posterior del cráneo". Y ahí comienza Llinás a internarse en los secretos de las neuronas siguiendo su propio rumbo: la transmisión sináptica, es decir, la relación funcional del contacto entre las terminaciones de las células nerviosas por efectos químicos y eléctricos.

Sus grandes hallazgos, reconocidos por la neurología internacional, están en esa esfera pero no se limitan a la sinapsis. Tales estudios e investigaciones están condensados en su libro de 1969 Electrofisiología de la transmisión sináptica que se considera un texto clásico. En 1971 ingresó al Laboratorio de Biología Marina del Woodshole en Massachusetts donde dictó cursos de verano, algunos de ellos sobre curiosos animales marinos como el calamar, que es para Llinás un "ejemplo de sinapsis magnificada". En esos años profundizó también en los estudios de los potenciales del calcio en la interacción de las neuronas.

Aunque Rodolfo Llinás mantuvo contacto con sus amigos y colegas del país por esas décadas fue redescubierto para Colombia por el ex presidente Belisario Betancur y por el Gimnasio Moderno cuando fue invitado a dictar conferencias en Bogotá a comienzos de los 90. En 1992, Diners de Colombia le concedió el Premio Talentos, un reconocimiento a la excelencia y realizaciones de colombianos en el exterior. Fueron 400 los postulados y el jurado estuvo integrado por los ex presidentes Alfonso López y Belisario Betancur y la ministra de Relaciones Exteriores Noemí Sanín. Un año más tarde, el presidente César Gaviria lo nombró miembro de la célebre Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, llamada Comisión de Sabios y destinada a trazar rumbos nuevos en la formación básica de los colombianos. "Puedo hacer más por Colombia desde afuera", dice Llinás. De estos encuentros surgió su Cosmología, un curso de 12 años propuesto para que sea incorporado al pénsum de la educación básica. Un esquema para mejorar la formación cognitiva de la futura generación, "a quienes les corresponderá el liderazgo del país en la segunda década de este siglo", comenta. Ese modelo educativo busca establecer la adquisición y uso de conceptos básicos, y es ya en parte realidad en un CD Rom preparado por Llinás con un equipo especializado que traza el nacimiento de las sociedades agrícolas precolombinas y que va develando el estudiante por su iniciativa de 'navegante', la formación individual en las más variadas disciplinas. "Ojalá llegue pronto a las pantallas de las regiones más apartadas del país".

Llinás ha escrito 14 libros y cerca de 500 artículos para publicaciones especializadas. Es doctor honoris causa de muchas universidades, entre ellas la Nacional y Los Andes de Colombia, la de Barcelona, Salamanca y la Complutense en España. El año pasado la Academia de la Ciencia de Francia lo recibió como miembro. La revista U.S. & World Report, en su número de enero 3 de 2000 dedicado a los innovators para el siglo que se abre y lo que piensan sobre lo que vendrá, coloca a Llinás en la lista de grandes pensadores con nuevas ideas. "Rodolfo Llinás, una gran teoría unificadora del cerebro". Son 18 los visionarios. En esa que Llinás llama "una bella historia de más de 700 millones de años" se enseña que cerebro y mente son inseparables. Las imágenes cognitivas sensomotoras, que incluyen la autoconciencia, generan una constante actividad eléctrica y que la capacidad de predicción, función radicalmente diferente del reflejo, constituye la verdadera entraña de la función cerebral.

Es esa capacidad de predecir lo que caracteriza al cerebro humano. La función mental es una simuladora de la realidad externa. El cerebro posee su "propia navaja de Occam", afirma Llinás al referirse al franciscano inglés del siglo XIV William de Occam, "gloria de la filosofía escolástica" para quien las presunciones introducidas para explicar algo no deben ir más allá de lo necesario.

El cerebro es una máquina cerrada y en ella es fundamental la circulación de una corriente eléctrica continua que anima e interconecta a sus billones de neuronas. "Poco tan emocionante como ver impulsos eléctricos neuronales registrados intracelularmente en la pantalla del osciloscopio y oír el sonido de una neurona mediante un parlante cuando intercambia información con otra neurona en su lenguaje particular", reveló Llinás a este cronista. O sea que el cerebro "se oye" funcionar y no está limitado por las propiedades de los sentidos.

Para Llinás, esta simuladora de la realidad que es la mente humana funciona tanto en la vigilia como en el ensueño. Los sueños prescinden de los sentidos pero la vigilia es un estado de ensoñación. El cerebro utiliza los sentidos para apropiarse de la riqueza del mundo pero no se limita a ellos. El cerebro y el mito del yo reparte su fascinación y su interés entre el científico y el lector normal interesado por la incursión poética y la fantasía. Son memorables en este sentido sus descripciones de los fenómenos de motricidad que intervienen en la simple aprehensión de una botella de leche en la nevera. Jascha Heifetz, el legendario violinista cuya anatomía toda parecía la ideal para manejar un violín Stradivarius, es para el autor un buen modelo de quien ejecuta un PAF (Patrones de Acción Fija) al interpretar el concierto de Tchaikovsky, una mezcla increíble de respuesta muscular. "Viéndolo tocar este concierto de memoria, con los ojos cerrados, sonriendo como si estuviese absorto en otro mundo, nos preguntamos: ¿un PAF?... la ejecución única y fácilmente identificable que el maestro Heifetz le imprime al instrumento es un PAF enriquecido y modulado por las especificaciones del concierto y generadas en el sistema motor voluntario".

Una gacela reacciona frente a un tigre armada de un PAF tan sólo, pronta a fugarse al elegir una acción en milésimas de segundo entre infinidades de respuestas de sus posibilidades motrices. O la fantástica historia de los trinos de aves: "Cualquier ornitólogo bien entrenado puede reconocer en una gran ciudad el origen de cierto pájaro o incluso el barrio donde vive, basándose en el dialecto típico del trino... No todos los cerebros son iguales de pájaro a pájaro... De hecho hay competitividad entre cerebros, pues los pájaros inventan, trasmutan y hasta se roban las variaciones de sus congéneres... Las hembras reconocen el trino del macho del año pasado e instintivamente saben que esa ave está en decadencia".

Un final triste para la coquetería musical, digno del Catálogo de los Pájaros de Olivier Messiaen. En fin, en el capítulo dedicado al lenguaje como hijo del pensamiento abstracto, Llinás relata la historia del lenguado, que "cuando se posa en el fondo del mar, se funde en la misma imagen del medio que lo rodea. Lo intrigante en este caso es que al incorporarse en la imagen de su universo este animal crea con la superficie de su cuerpo un patrón que reproduce las propiedades visuales del mundo a su alrededor sobre un pedazo del fondo del mar que no verá nunca porque él mismo forma parte de esa imagen... El lenguado crea en su piel, para los otros peces que lo circundan, un patrón visual similar al área sobre la que se encuentra".

El autor observa que si el lenguado se colocara sobre un tablero de ajedrez, intentaría copiarlo. Puede que no lo logre pero "hará un gallardo intento". Y esto parece de Borges en sus manuales de zoología fantástica.

Llinás es quizás el más grande popularizador de la ciencia en Colombia. Ningún científico nacional ha tenido su aura ni su prestigio ni ha despertado tanta curiosidad. No busca la celebridad. Pero es 'mediático' porque su rostro, sus ojos inquisidores, el tono de su voz, parejo y seguro, se sintonizan con el oyente o el espectador. De su elegante apartamento cercano a las Naciones Unidas camina casi siempre a sus oficinas de la Universidad de Nueva York aún en el más extremo de los inviernos. Trabaja en su laboratorio y en su estudio largas horas y los fines de semana. En Woodshole dispone de otro laboratorio y tiene una casa de vacaciones. Allí observa las estrellas en un telescopio que supera las dimensiones del que sirve al mero aficionado. Rafael y Alex, sus hijos médicos, lo acompañan a veces. Pero son sus nietos, de 1 y 3 años y medio, quienes más miran a los astros.

"Es mi lección constante. Todo lo que hago puede pasar, pero no lo que ellos miran en los cielos", observa al recordar que un viejo amigo y científico, Lorente de Nó, alguna vez le recordaba que según el poeta Campoamor, "El mentir de las estrellas / es un bonito mentir / porque nadie puede ir / a preguntárselo a ellas". Después de largas noches en el telescopio regresa a Nueva York. Entonces se entrega a una grata velada con amigos y con whisky de malta y Ribera del Duero, su rioja predilecto. Sin parsimonia, el tema es ahora el músico de jazz Benny Goodman, su amigo, y Marcel Proust.