Especiales Semana

Elogio de la palabra

Una especialista en la materia propone 13 obras imprescindibles de la historia de las letras nacionales.

Luz Mary Giraldo*
25 de junio de 2005

Ala hora de 'salvar del olvido' obras que se reconozcan como patrimonio literario de Colombia, no sólo se debe pensar en textos canónicos, sino en el rescate de otros. Más que 10, propongo 13, por orden cronológico, al considerar su importancia en nuestra literatura tanto desde el campo de la representación de su tiempo, como desde la renovación o la ruptura. No tengo en cuenta el mercado editorial, que me parece aleatorio y circunstancial.

1 Mitos de creación. En este libro, creado por Reichel Dolmatoff y Theodor Preuss, se plantea como en las grandes culturas, los mitos referidos a sus orígenes forman parte de sus expresiones ancestrales, religiosas y literarias y, por supuesto, de su identidad. En tiempos remotos y en culturas primitivas, la literatura se transmite oralmente lo que da valor a la memoria que conserva mensajes, nombres, datos y ritmos iniciales referidos a un relato originario. La Palabra, con mayúscula, tiene valor como antepasado de la humanidad, es soplo vital, crea sin padre ni madre y en ella reposa toda la tradición.

2 El Carnero. Considerada una de las obras más representativas de nuestro período colonial, en ella el autor, Juan Rodríguez Freyle, logra 'salvar del olvido' algunos acontecimientos relacionados con la historia 'menuda' de Tunja, de Santafé de Bogotá y de otras ciudades nacientes del Nuevo Mundo. Imitando a los historiadores clásicos, narra de manera crítica la "verdad histórica" y, mediante la ironía, el humor festivo, la picardía y el erotismo, refleja enmascaramientos de sociedades barrocas, deja ver cómo fluyen la vida cotidiana, las costumbres de esas primeras ciudades, la doble moral, los comportamientos y los vicios prevaleciendo sobre las virtudes, hasta lograr un verdadero fresco de la época. Cada vez más reconocida su importancia en la literatura nacional, ha servido de fuente para novelas posteriores, como los Tres Pedros en la red de Inés de Hinojosa (1864) de Temístocles Avella Mendoza y Los pecados de Inés de Hinojosa (1988) de Próspero Morales Pradilla y base de un seriado de la televisión nacional.

3 María. En esta novela de Jorge Isaacs se representa una de las vertientes del romanticismo latinoamericano y se reconoce como la obra representativa del colombiano, al destacarse por su prosa lírica y el aprovechamiento de los tópicos que aúnan sentimiento de paisaje, conflicto amoroso, sabor costumbrista, realidad social y estilo narrativo. Antesala de la narrativa realista en cuyo lecho se recrea la vida, las costumbres, la mentalidad y el espíritu del siglo XIX que de la ciudad pasa al campo y los ambientes sociales donde la sociedad de terratenientes ejerce su dominio, teje episodios relativos a costumbres de entonces como la cacería, situaciones que se desarrollarán más adelante en la narrativa telúrica donde la selva es un escenario sustancial, ceremonias y situaciones de las distintas clases, además del idilio imposible de una pareja amatoria.

4 En la diestra de Dios padre. Su autor, Tomás Carrasquilla, considerado "creador de la novela hablada" además del más grande de nuestros costumbristas: por sus relatos pasan la tipicidad del pueblo y su habla (campesino, minero, arriero, tendero, jornalero, pueblerina) y se refleja en el sabor de la anécdota realista y de costumbres un saber universal. Este cuento, adaptado exitosamente como pieza teatral por el dramaturgo Enrique Buenaventura, ha sido reconocido como una verdadera joya literaria.

5 La Vorágine. Creada por José Eustasio Rivera y considerada en los años 20 entre las novelas latinoamericanas que dieron paso a la "mayoría de edad de la narrativa", no sólo muestra la huida de la ciudad hacia la aventura frente a una naturaleza no domesticada, sino establece un recorrido por una geografía que pasa por la sierra y la selva con sus costumbres y condiciones sociales y políticas, las relaciones intrínsecas del individuo con su tierra, la idiosincrasia cultural, en fin.

6 El Cristo de espaldas. Una novela en la que Eduardo Caballero Calderón logra sintetizar los temas de la violencia partidista, personajes típicos que definen modos y comportamientos sociales y políticos e inquietudes de corte existencialista.

7 Morada al Sur. Nadie como el poeta Aurelio Arturo para fusionar la lírica de amplia raigambre nacional, cuya línea va de José Eusebio Caro a Rafael Pombo y, sobre todo, José Asunción Silva, y se prolonga hasta la época actual. Su valor en la poesía colombiana continúa el trazo de esa poesía intimista, tradicional y renovadora que se revela en Fernando Charry Lara y Giovanni Quessep, por ejemplo.

8 Cien años de soledad. Indudablemente, la novela que parte en dos nuestra literatura: antes y después. En esta novela, que le ha dado la vuelta al mundo en todos los idiomas, se retoma la tradición del contar, se fortalece el espíritu local y rural y se explora la verdad histórica, hasta llevarlos al clímax con la intensidad de lo real maravilloso, del mito y de lo mágico. Su carácter universalizante funde lo nacional con lo latinoamericano y las tradiciones de la cultura occidental, y logra, de manera definitiva, universalizar la comarca. La confluencia de unos imaginarios en los que a la vez prevalece el inconsciente colectivo y apela a un lector individual, explorador del mensaje profundo que emana de la literatura y de la cultura, no es obstáculo para el disfrute del placer de contar que caracteriza a su autor. No se debe ignorar que algunos estudiosos han reconocido en ella, como en gran parte de la obra de Gabriel García Márquez, las relaciones con la cultura wayuu, con la mitología cristiana y con la universal, así como temas propios de todas las culturas y de todos los tiempos.

9 Summa de Maqrol el Gaviero. Las travesías del personaje creado por Álvaro Mutis se dan cita en este libro de poemas narrativos, en el que el sentido de la desesperanza define su mundo literario. Evidentemente, es en su poesía donde se encuentra el germen de su mundo narrativo y, al mismo tiempo, la coexistencia de la poesía y la prosa. La fuerza vital se concentra en el agua que, turbulenta, arrastra desechos, cosas que fueron y cosas que cambian, lo vivido y lo perdido: troncos, frutos, casas, techos, animales, en fin, que transmiten horror, tensión, vida y muerte. Esa será la intensidad de cada una de las aventuras de su personaje, que lo lleva no sólo a hospitales de ultramar en grandes trasatlánticos y en mares y tierras de diversas geografías, sino a inmediatos territorios: cuartos de hotel, cárceles, lugares abandonados, ruinas donde el óxido y el desperdicio muestran el transcurrir del tiempo. Esta será también una geografía del alma del personaje que en un momento dado se sabe "absoluto testigo de sí mismo".

10 La tejedora de coronas. Germán Espinosa creó un corpus histórico que se desarrolla a partir del relato de Genoveva Alcocer, personaje central que se narra a sí misma y parece a la vez dialogar con el tribunal de la Inquisición. Desde ella se da cuerpo en la novela al conflictivo y problemático paso de una mentalidad a otra: por una parte, las inamovibles doctrinas de la Inquisición que de Europa se trasplantan a América y se arraigan en el ambiente colonial de Cartagena de Indias durante los siglos XVII y XVIII, y por otra, la experiencia de la Ilustración que buscaba la verdad en un universo y en una época de relativismos, y generaba la convicción de transitoriedad y complejidad. La realidad social de esa Cartagena y de la América Latina de entonces relaciona ciudades y sociedades hidalgas y criollas en el tránsito de la mentalidad tradicional a la moderna. El hilo conductor del relato está en la historia como entidad compleja en la que se entrelazan y dialogan muchos de los elementos que la integran y complementan: la filosofía, las clases sociales, las razas y los modos culturales y los comportamientos, las formas de pensamiento y de conocimiento, y todas aquellas circunstancias que, unidas, contribuyen a la definición de la identidad, pasando por lo local, lo caribe, lo nacional y las diferentes relaciones con el eurocentismo. El exquisito tejido verbal se apropia de las escrituras barrocas para desarrollarse en una travesía donde erotismo y conocimiento se fusionan y concentran en ese personaje Genoveva Alcocer, emblema también de las voces libertarias e independentistas de nuestra América.

11 Fémina suite. Constituida por Juego de damas (1977), El toque de Diana (1981) y Finale capriccioso con Madona (1983), esta trilogía hace evidente la ruptura de los parámetros convencionales, tanto en lo literario como en lo cultural, razón por la cual el crítico uruguayo Ángel Rama destacó a R. H. Moreno-Durán como uno de "los contestatarios del poder". Definida por la risa paródica que pone en crisis la historia y la cultura nacionales, la presencia de lo urbano y la experimentación narrativa, exige una lectura que se orienta de lo más insignificante de la anécdota a lo más complejo de ella, aprovechando, como es propio del autor, la visión de la mujer como eje estructurante, demostrada en la interrelación de Meninas, Mandarinas y Matriarcas como parte de un proceso de conquista. Esta analogía de la mujer y lo femenino como cuerpo cultural, reconoce la conquista de diversos escenarios de la vida pública desde la segunda mitad del siglo XX.

12 El álbum secreto del Sagrado Corazón. De la misma estirpe de la narrativa de Moreno-Durán, esta novela, de Rodrigo Parra, es considerada en su momento una obra de ruptura que pone en crisis la historia de un país emblemáticamente consagrado al Corazón de Jesús. La parodia, el humor, el juego experimental, la superposición de planos, en fin, reflejan en ella la realidad nacional en todas sus peripecias: la violencia, tanto política como social y educativa; la inestabilidad de las instituciones; las frustraciones sociales y religiosas; la cultura popular enfrentada a la sociedad burguesa.

13 Algo tan feo en la vida de una señora bien. Creada por Márvel Moreno, es otra de las obras que pone en crisis el establecimiento, en este caso la sociedad patriarcal sustentada tanto por el poder masculino como por la anuencia matriarcal. La narradora les toma el pulso a la historia, a la sociedad y a la cultura, para hacer oír la tempestad de un pulso que corre como la sombra de una liebre. Y, revelándose a sí misma, modela y da paso a imágenes de mujeres creadas y dichas desde ellas, mostrando, además, las vicisitudes de la identidad en función de los cambios sociales, a través de un lenguaje riguroso y penetrante que logra transmitir visualmente y recorridos en los relatos, algunos llevados al cine, merecedores de reconocimientos, traducciones y distinciones internacionales.

*Docente de literatura de la Universidad Nacional.