Especiales Semana

Ibéricos:descubrimiento, conquista y colonización

Los prehispánicos vieron en el Nuevo Mundo la oportunidad de obtener la riqueza que no conseguían en su tierra. Así, poco a poco, se tomaron como propio casi todo un continente.

Pablo Rodríguez*
28 de octubre de 2006

Gloria, oro y fe. Estas fueron las tres razones que animaron a los ibéricos a expandirse a fines del siglo XV. De hecho, fue con su navegación por los océanos Atlántico y Pacífico que hubo Nuevo Mundo. Los llamados Descubrimiento, Conquista y Colonización de América constituyeron sucesos decisivos en la historia de la modernidad. Parte de la novedad americana la conforma el hecho de que el eje de la vida de los europeos, que giraba en torno al Mediterráneo, se trasladara al Atlántico. Más aun, que enormes masas de población abandonaran su terruño para establecerse en el nuevo continente.

Pero, ¿cuántos y quiénes fueron los peninsulares que vinieron a América y en particular a Colombia? Se trata de dos preguntas clásicas no siempre fáciles de responder. En su resolución, juiciosos investigadores ocuparon décadas en reunir documentos dispersos en los embarcaderos de Sevilla y Cádiz. Pero también en los de La Habana y de Santo Domingo, desde donde después de una estancia fracasada, muchos continuaron a tierra firme. Los cálculos más precisos establecen que a lo largo del siglo XVI, entre 200.000 y 243.000 viajeros tomaron rumbo a América. Y que entre los años 1600 y 1650, lo hicieron 195.000.

Desde 1492 el número de personas que viajaba hasta Sevilla y Cádiz en búsqueda de un cupo para venir a Las Indias aumentó, tanto porque con el correr del tiempo mejoraron las condiciones del viaje, los barcos eran más cómodos y cabía más gente, como porque los 'indianos', como llamaban a los que regresaban del Nuevo Mundo, mostraban con sus riquezas la conveniencia de abocar ese mismo destino.

Resulta casi imposible decir cuántos de esos 200.00 europeos vinieron a nuestro territorio en el siglo XVI. Esto porque los conquistadores se desplazaban hacia donde las informaciones anunciaban hallazgos de grandes tesoros. Así, el descubrimiento y la fama de las grandes riquezas de los aztecas y los incas acapararon la atención de los españoles. Durante un tiempo muchos recorrieron nuestra costa Caribe sin intenciones de establecerse. Simplemente anclaban sus naves y comerciaban o esclavizaban a los indígenas, para luego retornar a sus bases en La Española o en Cuba.

Sin embargo, un acucioso investigador llegó a considerar que entre las cinco expediciones que avanzaron desde Santa Marta, Ecuador y Venezuela, para conquistar a los muiscas, iban al menos 1.930 hombres. La gran mayoría eran españoles, pero también iban 11 portugueses, cuatro franceses, tres alemanes, dos italianos y dos flamencos. Se sabe que sólo 40 por ciento sobrevivieron, los demás fallecieron por el hambre, las enfermedades y las flechas indígenas.

Una vez sometidos los indígenas y fundada Santa fé, el flujo de peninsulares aumentó en ritmo y cantidad. Tanto, que para 1550 en ciudades como Santa Fe, Tunja y Popayán, los españoles se contaban por cientos. Con el tiempo, ciudades como Santa Marta, Cartagena, Mompox y Cali tendrían una población ibérica significativa.

Recordemos que entonces España aún no existía, lo que había era reinos. Y esos eran hombres de provincia. El 30 por ciento eran andaluces, las gentes más cercanas y acostumbradas a la mar. Otro 30 por ciento eran castellanos; 15 por ciento, extremeños; 10 por ciento, leoneses, y el resto, de las demás regiones de la península. En general era gente joven. Aunque, es cierto, en cada grupo los de más edad, curtidos en batallas en Granada o en Tánger, eran importantes a la hora de tomar decisiones.

Hoy tenemos suficiente idea sobre la calidad de los ibéricos que conquistaron el Nuevo Mundo. Ni leyenda negra, ni leyenda rosada, no se trató de criminales ni asesinos, pero tampoco de la nobleza o la hidalguía. Quienes conformaban las huestes, o los que después viajaban a 'hacer la América', eran gentes de condición popular. Campesinos sin tierra, artesanos, desempleados de la ciudad, que tan bien ilustra la literatura del Siglo de Oro, marineros y una cierta clase media. Toda gente que veía en esta empresa la posibilidad de obtener riqueza, o un título, gracias a la merced del rey.

Con todo, un hecho de extremo significado marcó la migración de los ibéricos de aquel entonces a América: la casi total ausencia de mujeres. Resulta sorprendente que en los tres grupos que primero arribaron a nuestro altiplano central, los de Jiménez de Quezada, Belalcázar y Federmann, no venía ninguna mujer española. Venían, sí, muchas mujeres indígenas que los acompañaban en condición de sirvientes y amantes. Las mujeres españolas vinieron poco después, pero nunca en una proporción significativa.

Se ha calculado que las mujeres constituyeron sólo el 10 por ciento de todos los peninsulares que arribaron ,Y ellas llegaron principalmente a las grandes ciudades, mas su presencia en las ciudades menores y en los campos fue casi completamente desconocida. Eso a pesar de que en las cartas de los españoles que decidían quedarse en estas tierras, les insistían a sus esposas en que vinieran y que trajeran a sus hermanas, primas y sobrinas. Bien sabemos cuánto influyó este hecho en la formación de una sociedad tan acentuadamente mestiza como la colombiana.

Finalmente, surge casi de manera natural la tradicional pregunta de cuál fue el aporte de los españoles a la formación de la sociedad colombiana. Decir que "trajeron la lengua, la religión y la civilización" es una respuesta equivocada. En asuntos de cultura no se pueden hacer mediciones ni comparaciones, especialmente si se refieren a grados de desarrollo.

Las comunidades prehispánicas tenían sus lenguas, religiones y culturas, con distinto grado de complejidad. Así que, probablemente, sea mejor considerar, como nos lo sugiere Carlos Fuentes, que lo que debemos evaluar es el resultado de su empresa. Y ese resultado somos nosotros. Una sociedad mestiza, diversa y conflictiva en continuo proceso de formación.