Especiales Semana

La caída del secuestro, o el milagro de las 'pescas'

El descenso del número de secuestrados no sólo es el producto de la acción más eficaz del gobierno, sino que los secuestros masivos se convirtieron en un buméran contra las mismas guerrillas.

Mauricio Rubio*
21 de diciembre de 2003

La cifra de secuestros ha descendido durante los tres últimos años. Es factible que en poco tiempo se llegue a una tasa cercana a la mitad del pico observado en 2000. Sería apresurado hacer ya una evaluación sistemática de la política de seguridad democrática en ese frente. Pero es claro el mérito de haber dado en el clavo, insistiendo en retomar el control de las carreteras. Así lo sugiere el análisis del quiebre de la tendencia, que se gestó antes, tras la aparición de los secuestros masivos en retenes, las mal llamadas 'pescas milagrosas'. Lanzada con bombo y platillos en 1998, la desafortunada práctica fue un recurso desesperado al agotarse sucesivas canteras de víctimas y muestra ahora síntomas de un coletazo final. Irónicamente, lo milagroso de las 'pescas' fue que facilitaron poner en serios aprietos una actividad que parecía imbatible.

Por un par de años, los de "luna de miel", no sólo se disparó el secuestro a niveles insospechados sino que se alcanzó uno de los propósitos iniciales de las 'pescas': la detención al azar de los rehenes más apetecidos, los extranjeros. El rescate promedio de un extranjero fue siempre superior al de un nacional. Además, los pagos atados a la divisa no sufrieron la caída de los pagos en moneda local, cuyo promedio real viene reduciéndose hace casi una década. Los secuestros masivos surgieron como última instancia ante un mercado ya exprimido. Un síntoma del déficit de rehenes potenciales lo constituye el creciente riesgo de segmentos vulnerables como los menores, los ancianos y la gente de muy escasos recursos. La tristemente célebre 'ley 002' de las Farc que, en 1998, conminaba a las empresas grandes y al estrato 6 a pagar su impuesto revolucionario respondía a la misma lógica de la pesca milagrosa: ante las dificultades, con un esfuerzo mínimo, ver quién cae.

El empobrecimiento de los secuestros afectó sobre todo al ELN que hoy obtiene por cada rescate la décima parte de lo que había logrado a mediados de los 90. No sorprende que su reorientación hacia las pescas fuera tan masiva. En 2002 este grupo detuvo la mitad de sus víctimas en retenes. Los secuestros masivos tuvieron un efecto de arrastre sobre los individuales, que se intensificaron precisamente en las zonas en donde se montaban retenes. El simple ejercicio de separar de los demás los municipios que sufrieron pescas milagrosas muestra diferencias abismales en el registro de secuestros. En las localidades libres de tal práctica el promedio

anual de secuestros selectivos fue inferior a uno por municipio, mientras que en los sitios con retenes masivos la cifra equivalente fue superior a cinco.

Un elemento interesante de los datos de pescas milagrosas, que no dejan dudas sobre los autores, es que sirven para desafiar una idea ya consolidada en el país: que la delincuencia común desempeña un papel importante en la industria del secuestro. La información disponible por municipios sugiere que se trata de un mito, que recuerda al de las riñas para explicar los homicidios. De manera sospechosa, los secuestros selectivos supuestamente cometidos por los criminales comunes también se concentran en las zonas con alta incidencia de retenes, que se sabe son montados por la guerrilla.

La masificación de los secuestros actuó luego como un bumerán en contra de sus promotores. Para empezar, los extranjeros dejaron de transitar por las montañas de Colombia. La amenaza de caer en un retén, torpemente dirigido contra toda la población, resultó no sólo políticamente desastrosa sino vulnerable a la labor de los organismos de seguridad. Casi desde la introducción de la modalidad empezó a aumentar la liberación de víctimas por las autoridades. El incremento más notorio se dio precisamente para las pescas milagrosas: luego de la pausa inicial del Caguán, la fracción de cautivos rescatados alcanzó cifras impresionantes.

Lo más asombroso es que el impulso en la respuesta oficial no se limitó a las víctimas que caían en las carreteras sino que se extendió a los secuestros individuales en los municipios aledaños. En los últimos años el número de personas puestas en libertad por los organismos de seguridad siguió de cerca el de los retenes. Los mapas de localización son similares. Aun para los secuestros selectivos la cifra de rescates, en términos absolutos y como proporción de los secuestros, fue siempre mayor en donde ocurrieron más pescas. El impacto perverso para la guerrilla fue claro.

Se puede sugerir una historia para explicar el descenso que muestran los datos. Las pescas milagrosas tienen dos particularidades que facilitaron la labor antisecuestro. Una, indican de manera evidente la presencia de un grupo armado en una zona. Dos, y este habría sido un factor subestimado por sus impulsores, por tratarse de un típico incidente terrorista acabó siendo la gota que rebosó la copa. La gente se saturó con los excesos y empezó a colaborar con las autoridades oficiales. Con cada secuestro masivo la guerrilla mandaba una señal inequívoca de presencia, que sumada al problema apremiante de los cautivos con alto despliegue en los medios, hacía indefectible la llegada de los organismos de seguridad al lugar. Una vez allí, encontraban una población que, harta y aterrorizada por una práctica de la cual ya nadie podía sentirse a salvo, se mostraba más dispuesta a colaborar, por ejemplo, señalando los sitios de cautiverio. Para el puntillazo, faltaban medidas simples pero costosas, como vigilar las vías, y algunas obvias, como quitarles los espacios de televisión triple A a los secuestradores.

Varios indicadores muestran que la mayor efectividad para interrumpir los cautiverios tuvo un efecto disuasivo. Donde hubo por lo menos una operación exitosa de rescate de rehenes, se dio una reducción posterior en el número de secuestros. Sin embargo las acciones antisecuestro no explican toda la caída. Aun en aquellos lugares en donde la efectividad de rescates ha sido nula, se observa una desaceleración. Como si los secuestradores hubiesen empezado a abandonar la decadente industria.

Teniendo en cuenta que los secuestros de alta rentabilidad son más escasos, que no es factible que retorne la tolerancia política, judicial, intelectual y mediática con la conducta, y que la intervención externa en materia antisecuestro parece haber dado pasos irreversibles, se pueden prever tres escenarios futuros, no excluyentes, para una actividad acorralada. Bajo el más optimista, los curtidos secuestradores siguen siendo hostigados, amplían la pausa y se concentran en el boleteo. El segundo escenario, del cual habrá poca evidencia dada la opacidad de la industria de los seguros y expertos en "manejo de crisis", es que se dediquen a una forma de extorsión financieramente más sofisticada. Literalmente jugarán a la pesca milagrosa con las compañías que pagan pólizas antisecuestro, que por algo se legalizaron. Del tercer escenario, el de la exportación de la tecnología, se tienen ya algunos indicios. Como el de un grupo subversivo chileno que en 2002, aparentemente respaldado por las Farc, secuestró un alto ejecutivo en Brasil. Menos novelesca y más sistemática resulta la expansión de la actividad hacia Ecuador o Venezuela, en donde ya se observan tasas similares a las colombianas para el llamado secuestro 'fronterizo'. Parte del conocimiento que se exporta es el bloqueo de la respuesta judicial e incluso la cooptación de iniciativas legales contra el delito.

Parodiando el título del trabajo reciente de la ONU, El conflicto, callejón con salida -que inexplicablemente no aborda el tema de su internacionalización- los hábiles secuestradores nacionales, como ya lo habían hecho los narcotraficantes, están mostrando que, ante las dificultades nacionales, este callejón no tiene una sino varias salidas: hacia los países vecinos, o más allá.

PS: La historia de su secuestro ayudaría a mejorar el diagnóstico. También puede serle útil a otras víctimas o a sus familias. Por favor, escríbala y envíela a cuente_su_historia@hotmail.com

*Investigador Paz-Pública, Universidad de los Andes.