Especiales Semana

LA PAZ A LA FUERZA

El forjador del concepto de la distensión fue el hombre que convirtió a la URSS en la primera potencia militar del mundo. ¿A qué costo?

13 de diciembre de 1982

Aunque el sistema soviético no permaneció estático durante los 18 años que duró la gestión de Breznev, esta gestión si inauguró una nueva era en la orientación de su país, un reinado que para muchos analistas fue el período de más larga estabilidad en la Unión Soviética desde su creación. Si bien mantuvo en todo momento un claro dominio sobre el Partido y el Estado soviético, su liderazgo estuvo exento de los excesos autocráticos de Stalin y del personalismo de Nikita Kruschev. La era Breznev se distanció de la Stalin en que el reinado de éste último, que duró 29 años, estuvo constantemente salpicado de incidentes sangrientos que terminaron en la destrucción física de los bolcheviques de Lenin, y en la modificación brusca de las políticas seguidas por los partidos comunistas del mundo. Tal época de terror, que comenzó a ser desmontada bajo la administración de Kruschev, halló en la de Breznev también un avance, sin que por ello desapareciera el dominio autoritario del estrato burocrático sobre la sociedad soviética.
Quizás por esa diferencia Breznev es visto en su país como un dirigente histórico de primera magnitud, aunque en el exterior esa imagen no sea compartida con el mismo entusiasmo.
Al menos, dos grandes méritos le son atribuidos, además, a este hombre: durante los largos años de su mandato, a pesar de que las tensiones entre Occidente y Oriente se vieron y se ven peligrosamente exacerbadas, el mundo no terminó precipitándose en una nueva conflagración global. En segundo lugar, quien recibiera un país que era en 1964 la segunda potencia militar del mundo, logró entregarlo a sus sucesores convertido en la primera potencia militar del orbe, o al menos en una nación tan poderosa en ese campo que puede ser lo suficientemente arrogante como para advertir hoy a sus contendores en la arena mundial -como lo declarara Breznev recientemente- que no permitiría "crear una superioridad militar sobre nosotros".
Desde luego, este esfuerzo sólo pudo tener éxito pagando un precio social interno inmenso: el nivel de vida de la población soviética. Este nivel si bien ha crecido gradualmente en los últimos años y hoy ha llegado a un nivel nunca antes conocido en el país desde los zares, ha tenido sin embargo que ser mantenido a niveles muy inferiores, en comparación con los de los países líderes de Occidente. Escasez casi total de bienes de consumo, dificultades alimenticias, recesión, algunos índices de desempleo y un creciente descontento entre la juventud principalmente, son fenómenos que se desprenden de la búsqueda de esa paridad militar.
Sin embargo, no pueden negarse los avances en educación y salud pública, realmente fenomenales en estos rubros, así como en el sector de la industria pesada y en el campo de la exploracion espacial. Pese a las limitaciones en el sector de bienes de consumo directo la permisibilidad ante ciertos símbolos de "Occidente", como la Pepsi Cola, las vitrinas con maniquíes, los blue jeans, que comienzan a ser fabricados en algunos países socialistas, ha causado sin duda más impacto psicológico que económico en las ciudades soviéticas de la última década.
De otro lado, la aparente vocación pacifista de Breznev no estuvo desprovista de contradicciones. El Breznev que predicó la distensión y que firmó en 1975 los acuerdos de Helsinki sobre la Seguridad y la Cooperación europea, que en espectacular gesto de apaciguamiento había recibido en 1966 al presidente francés Charles de Gaulle y que firmara en 1972 los acuerdos "Salt 1" sobre desarme con Richard Nixon, tras la visita de éste a Moscú, fue el mismo que en diciembre de 1979 despachó 100.000 soldados del Ejército Rojo a Afganistán y quien puso en 1982 un grillete al movimiento polaco Solidaridad, por intermedio del gobierno militar de Jaruzelskv.

LA "GUERRA FRIA"
En verdad, esta última medida había sido precedida por los sucesos de Checoslovaquia en 1968, en los qué el líder soviético asumió la responsabilidad de la intervención armada de la URSS en ese país, bajo la guisa de que el régimen socialista estaba allí amenazado. Es el inicio de la teoría de la "soberanía limitada", extensión de su concepción de la defensa de "la patria socialista" y que presupone, en realidad, el ejercicio de un poder burocrático y autocrático sobre los países de Europa del Este.
Otro aspecto de la "guerra fría" que le correspondió vivir a Breznev en los años 70 fue el fenómeno del rearme militar de Occidente y la irrupción de las "guerras delegadas", en las que las superpotencias miden fuerzas a través de choques entre estados menores. Conflictos como el de Angola-Sudáfrica, Etiopia-Somalia, China-Vietnam, sin duda han terminado favoreciendo a los soviéticos en el balance militar Este-Oeste, como lo testimonia el mismo expresidente norteamericano Richard Nixon en sus memorias, al decir que estas batallas "son ya parte de la tercera guerra mundial" y que ella está siendo perdida por los Estados Unidos.
Pero este aumento del prestigio militar soviético de la era Breznev no va aparejado con iguales éxitos en el terreno político internacional: la Unión Soviética sigue siendo vista como un modelo imperfecto de socialismo por algunos sectores, quienes por lo general nutren los partidos socialistas y comunistas de Europa Occidental, y que entienden ese concepto, el socialismo, como un régimen de libertades y abundancia. Esta incapacidad de Breznev para mejorar la imagen de su país, ha tenido entre otras consecuencias, la entrada en serias crisis políticas de los principales partidos comunistas de Europa y América Latina, crisis que algunos han tratado infructuosamente de parar acogiéndose a la novedad teórica del "eurocomunismo" .
De todas formas, la desaparición de Breznev ocurre en momentos en que aún no está decidido si la carrera armamentista podrá ser detenida en forma efectiva o si entrará necesariamente en una etapa aún más acelerada. Las negociaciones sobre armamento nuclear de alcance medio que llevan a cabo actualmente Estados Unidos y la Unión Soviética en Ginebra apenas empiezan y un fracaso en ellas llevaría a la instalación de nuevos misiles en Europa Occidental por parte de la OTAN y a la respectiva respuesta del Pacto de Varsovia. ¿Deseó Breznev este agravamiento de la situación mundial? No, parece ser la respuesta de los líderes europeos, incluidos algunos enemigos acérrimos del proceso de distensión, como el líder conservador oeste-alemán, Franz Josef Strauss.

CHINA Y CUBA
Este criterio parece provenir de la postura soviética aclarada en marzo de 1981, cuando explica su decisión de reducir unilateralmente el número de misiles nucleares estacionados por ellos en Europa Oriental, a cambio de que la OTAN renuncie al despliegue de los futuros euromisiles norteamericanos, posición complementada el 13 de marzo de este año en el sentido de que la URSS congelará sus armas nucleares de alcance medio en Europa.
Por otra parte, durante su gobierno, otra principal preocupación de Breznev fue China. Si bien el líder soviético fracasó en 1969 en sus tentativas de reconciliar su país con la China Popular, lo que llevó incluso a los sangrientos choques fronterizos en el río Issuri, en los meses anteriores a su muerte intentó de nuevo efectuar ese mejoramiento, con algún éxito. La reanudación de diálogos exploratorios con los líderes chinos, analizado en su informe de 120 páginas al Congreso del PCUS de marzo de 1981, era posible, según el líder ruso, gracias a los esfuerzos del actual liderato chino por superar la herencia maoísta.
Finalmente, las relaciones del jefe del Kremlin con América Latina, continente que sólo visitó una vez en 1974, cuando viajó a La Habana, priorizaron las vinculaciones y los lazos con el gobierno cubano, al que apoyó en términos materiales y políticos permanentemente. Igual cosa comenzó a hacer ante el gobierno sandinista de Nicaragua.
Sin embargo, Breznev no abandono nunca la "Real Politik" que caracterizó el método de sus antecesores, y trató de cultivar relaciones amistosas con gobiernos liberales del continente, incluida la misma dictadura de Videla en Argentina.
¿Qué impacto tendrá la desaparición del líder soviético en la actual confrontación del Caribe, que tiene por epicentro a Cuba y Nicaragua? Difícil es prever desde ya la orientación que tendrá Andropov, sucesor de Breznev, a este respecto. Sin embargo, no todo depende, en este caso, del pensamiento de los dirigentes del Kremlin. Aunque los éxitos militares de los cubanos en Africa favorecen y coinciden con los intereses globales del bloque soviético, es más un mito que realidad el hecho de que los cubanos sean simplemente los peones de Moscú. Como lo demostró el compromiso del Che en Bolivia y del castrismo en Angola después, los cubanos manejan su política exterior con notable autonomía, hasta el punto que el mismo Departamento de Estado Norteamericano así lo reconoció ante el evento angolano, en el que pudieron comprobar que el envío de tropas cubanas a ese país invadido por Sudáfrica, no fue consultado previamente con Moscú. Ello quiere decir que de imponerse en el nuevo gobierno de transición soviético el ala más moderada del PCUS, refractario a dar apoyo a la insurgencia centroamericana a cambio de una mejora de las relaciones Washington-Moscú, La Habana tendría que encarar un aislamiento militar y político aún mayor. Tal vez a esto aludía veladamente el presidente norteamericano Ronald Reagan en su corto mensaje de condolencia enviado a Moscú en el que subraya el "firme deseo" de Estados Unidos de actuar "por un mejoramiento de las relaciones con la Unión Soviética".

VOCES EN EL DESIERTO
La Unión Soviética conoció también durante la era Breznev, el fenómeno de la disidencia. Sin embargo, la respuesta del estado esta vez fue bien diferente a la violencia ejercida por Stalin. Este, simplemente fusilaba a aquellos líderes que deseaban rescatar el espíritu de Octubre de 1917. Pero durante los años posteriores a su muerte, surgió otra forma de protesta: voces aisladas, solitarias y aparentemente débiles, de personajes cuya única defensa era su valor intelectual o sus realizaciones en bien del país.
Se produjo entonces un enfrentamiento sordo entre disidentes y gobierno, en lugar del simple aplastamiento por la fuerza. Ello correspondía bien al espíritu de "paz tensionada" que trajo Breznev consigo. Los disidentes tenían al principio libertad aparente para expresar sus ideas, pero poco a poco fueron ahogados. La disidencia, sin embargo, salió adelante. Algunos de sus militantes consiguieron que sus voces se oyeran en Occidente. El "samizdat" fue el principio de todo. Creado al principio como medio de correspondencia clandestina entre disidentes, el "samizdat" muy pronto abarcó la circulación de boletines prohibidos entre la gente. Se hicieron famosos en occidente y la prensa los capitalizó para desprestigiar al gobierno ruso.
La primera señal de lucha abierta fue la detención, en septiembre de 1965, de los escritores André Sinavsky y Yuri Daniel. Pero tres años atrás, su proceso y su negativa a reconocerse culpables -primer caso- dieron cierto auge a la disidencia.
La fama internacional del académico Andrei Sajarov, gran defensor de los derechos humanos desde 1968, llevó a las autoridades soviéticas a confinarlo en Gorki donde reside hace tres años, lejos de sus trabajos y de sus amigos, en el más completo aislamiento físico y moral.
Sajarov fue el precursor de la disidencia. Como científico, se le considera el "padre de la bomba A". Pero, a pesar de este logro siniestro, Sajarov se opone a contribuir a la carrera armamentista. En 1968, sus "Reflexiones sobre la coexistencia pacífica y la libertad intelectual" tuvieron un gran eco en la URSS y Occidente. Anteriormente, había firmado una petición en contra de rehabilitar la memoria de Stalin. En 1970 creó el Comité para la defensa de los Derecho Humanos pero su lucha fue vana.
También hizo su aparición una disidencia religiosa. El padre Gleb Yakunin acusó a la iglesia ortodoxa de ser "servil" con el Estado. Después fundó un Comité para la Defensa de los Creyentes, lo cual le costó el arresto y la confinación en un campo.
Por último, la lucha de las minorías nacionales y, en particular de los judíos soviéticos deseosos de emigrar a Israel o a Occidente, marcó los años del poder brezniano.
Tras permitir la salida de miles de judíos a principio de los años 70, el éxodo fue cortado. Anatoly Charansky, símbolo de la disidencia judía, observa actualmente una huelga de hambre para obtener la visita de su familia al campo en que está internado y donde debe permanecer aún varios años.