Especiales Semana

Las nuevas caras amables

Los verdaderos cambios de la ciudad llegaron con grandes obras públicas que han mejorado la movilidad, la oferta de esparcimiento gratuito y han ayudado a recuperar el espacio público.

2 de diciembre de 2006

Desde los años 40 (un poco antes del 9 de abril) y a raíz del éxodo que generó la violencia de los años 50, Bogotá se ha transformado de manera muy acelerada. Y aunque este cambio ha sido abrupto por toda la ciudad, sobre todo en los cerros orientales, la ciudad ha transformado su cara con una serie de obras públicas de gran impacto que no sólo alteraron el maquillaje (edificios donde había casas, casas donde había bosques), sino también las costumbres de los ciudadanos.

El primer paso se dio a finales de 1982 con la instauración de las ciclovías dominicales, que le dieron un uso cultural y recreativo a vías pensadas para la circulación de buses y carros.

La primera de estas grandes obras transformadoras fue el Parque Simón Bolívar, que a mediados de los años 90 revitalizó la zona de El Salitre y comenzó a generar a cultura de la recreación pasiva, es decir, un lugar donde no se iba únicamente a hacer deporte o jugar, sino simplemente caminar o respirar el aire puro de ese gran pulmón en el centro geográfico de Bogotá.

Con la llegada de Enrique Peñalosa a la Alcaldía de Bogotá aparecieron las obras más impactantes. Sin duda la más contundente consistió en borrar del mapa el barrio Santa Inés (conocido como El Cartucho) y construir allí el gran parque Tercer Milenio. El alcance de esta decisión aún es difícil de evaluar puesto que el parque todavía luce despoblado y porque no se ha realizado una obra fundamental, que es un centro comercial o cultural o similar que articule el parque con el barrio San Victorino, que también cambió del infierno al cielo desde cuando se recuperó la tradicional plaza del barrio, que había sido invadida por casetas de vendedores.

Grandes avenidas en franco estado de deterioro, como la calle 80 y la Avenida Caracas, resucitaron gracias a TransMilenio y la infraestructura de puentes peatonales y recuperación y ampliación de andenes sobre todo en la 80. En ese mismo sentido mejoraron otras vías de la ciudad, como la calle 13, la carrera 30 y la Autopista del Sur, mientras en la Avenida de las Américas se aprovechó el amplio separador para construir imponentes estaciones.

Otro frente que les cambió la cara a varias vías emblemáticas de la ciudad, como las carreras décima y 13, y del norte, como las avenidas 15 y 19, fue la recuperación de los andenes.

Pero tal vez la más importante y de la que los medios hablan muy poco porque se construyó en zonas periféricas de Fontibón, Kennedy y Bosa, es la alameda El Porvenir, un recorrido de 16 kilómetros con andenes, parques y ciclorrutas que comunican estas tres populosas localidades. Sólo desde el aire, en los vuelos que despegan de El Dorado y toman rumbo suroeste, se puede apreciar la magnitud de esta obra.

Capítulo aparte, la Avenida Jiménez, hoy denominada Eje Ambiental, que le ha dado al centro de la ciudad un aire renovado y relajado, al convertirse en una vía con amplia prioridad para los peatones y los buses de TransMilenio.

Las bibliotecas públicas, el edificio de posgrados y el auditorio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, el Museo de Arte del Banco de la República, los edificios de la Cámara de Comercio y Compensar también merecen una mención especial porque muestran que aún hay espacio en Bogotá para hacer arquitectura de calidad.

Y el tema para meditar... ¿Por qué tantos árboles talados? ¿Por qué razón se pavimentan los humedales? ¿Por qué tantas zonas verdes pavimentadas y encementadas que ya comienzan a resquebrajarse porque es muy costoso mantenerlas?