Especiales Semana

Los judíos

Pese a las adversidades con las que llegaron, a su paso han transformado y modernizado los lugares en los que se asentaron. Son influyentes en la industria y el comercio del país.

Azriel Bibliowicz*
28 de octubre de 2006

Se sabe que los judíos de las Antillas, especialmente de Curazao, apoyaron económicamente la gesta libertadora de Simón Bolívar y entre ellos se destacan Abraham de Meza y Mordechai Ricardo. Por ello, en 1819, el gobierno les entregó a "los miembros de la nación hebrea" el derecho de radicarse en el país, así como la garantía de su libertad religiosa y los mismos derechos políticos del resto de los ciudadanos. Sin embargo, estos derechos se confirieron con restricciones y básicamente a estos judíos sefardíes (ver recuadro) se les permitiría residir únicamente en la costa del Caribe.

Es importante señalar que el desarrollo y la importancia de Barranquilla en el ámbito nacional está directamente ligado y se debe a las inmigraciones que recibió durante el siglo XIX.

El importante libro de Adelaida SourdÍs Nájera titulado El Registro Oculto: los sefardíes del Caribe en la formación de la nación colombiana 1813-1886, documenta el papel que vino a desempeñar la comunidad judía sefardí en el desarrollo de esta ciudad caribeña.

El estudio Árabes y judíos en el desarrollo del Caribe colombiano, 1850-1950, realizado por Louise Fawcett y Eduardo Posada Carbó analiza cómo la llegada de diferentes grupos de inmigrantes transformó la ciudad y la convirtió en la urbe más cosmopolita de Colombia.

Entre el grupo de familias sefardíes se destacan los apellidos Sénior, Salas, Álvarez-Correa, Cortissoz, De Sola, López-Penha, Sourdís, Juliao, Salzedo y Heilbron, por mencionar algunos.

A pesar del desarrollo y el impacto que generó esta comunidad judía en Barranquilla, no ayudó a que la actitud del gobierno colombiano fuera más tolerante y benévola hacia la nueva ola inmigratoria que vendría de Europa oriental huyendo de la depresión y del holocausto.

Durante las décadas de los 30 y 40, los judíos de Europa Oriental que intentaron venir a Colombia huyendo de la Segunda Guerra Mundial se toparon con una serie de dificultades legales. Los que arribaron provenían ante todo de Polonia, Rusia y Rumania; otros, de Siria, Egipto y Turquía.

En la preguerra surgió un tráfico de visas, resultado de las prohibiciones que se establecieron en torno a la inmigración. Los que llegaron a Colombia durante la década de los 20 y 30, ante el peligro que corrían sus familiares en Europa, hicieron lo imposible por traerlos legalmente. Pero el gobierno colombiano los obligaba a depositar en el Banco de la República la elevada suma de 1.000 pesos sólo para empezar las diligencias legales (en otras palabras, unos 11.000 dólares de hoy día), lo que hacía difícil y onerosa la traída de cualquier pariente al país.

El ministro de Relaciones Exteriores del presidente Eduardo Santos, Luis López de Mesa, quien gozaba de una curiosa fama de 'sabio', fue el artífice de esta visión discriminatoria. Era claro que el gobierno de Santos consideraba inconveniente la inmigración de judíos. Las absurdas teorías racistas de López de Mesa lo llevaron a emitir una circular prohibiendo a las embajadas de Colombia que visaran judíos para venir al país.

Aun cuando existió un antisemitismo oficial que dificultó su entrada y por más que los decretos prohibieran la entrada de judíos o que llegaran con papeles falsos, no se registraron denuncias, devoluciones o extradiciones de quienes consiguieron ingresar al territorio nacional.

Ahora bien, estos judíos, a pesar de las condiciones precarias en las que llegaron, dejaron una gran huella sobre la realidad colombiana. Ayudaron a transformar y a modernizar aquellas ciudades en las que se asentaron en Colombia. Fabricaron lo que el presidente Alberto Lleras Camargo calificó en un artículo que escribió, a propósito del libro de crónicas de la época Yo vi crecer un país de Simón Guberek, como: "Una humilde revolución". En palabras de Alberto Lleras Camargo:

"Inventaron el crédito a personas que siempre se juzgaron insolventes... Después de colocar los artículos, establecían una tabla mínima de pagos semanales, 50 centavos, un peso, y volvían cada domingo (jamás el sábado sagrado, a pesar de ser día de pagos) a recaudar su crédito de confianza a esos millares de personas humildes, artesanos, empleados domésticos, obreros no calificados, por todos los barrios pobres. Y no sólo en ellos sino buscando en la capa más pobre de la burguesía su clientela. Y vistiéndola, y cambiando poco a poco la faz de una nación de campesinos en algo mejor, menos pintoresco, más uniforme, pero también más igualitario".

Es evidente que los cambios que generaron no pasaron inadvertidos entre la burguesía bogotana y no dejaron de existir personas que vieron esta inmigración como amenaza y provocación a las buenas costumbres y la tradición cristiana.

En 1946, se vivieron instantes preocupantes: el Partido Conservador colombiano, encabezado por Laureano Gómez y Gilberto Alzate Avendaño, quienes simpatizaron con el nazismo y con el fascismo español, incitaron a sus seguidores a que apedrearan el comercio judío, localizado sobre la carrera séptima. A pesar de los sustos y las dificultades, el incidente no pasó a mayores.

El mundo de estos inmigrantes, los miedos que tuvieron que vivir en los primeros años y la realidad que encontraron están retratados en la obra literaria de uno de los judíos de esta inmigración, Salomón Brainski, quien escribió uno de los primeros libros de literatura urbana de Colombia Gente de la noria: cuentos bogotanos, de 1945.

Entre 1945 y 1950 sólo 350 judíos entraron a Colombia. Durante las décadas del 50 y el 60 la inmigración a Colombia de judíos se redujo aun más y estuvo compuesta básicamente por personas que se salvaron del holocausto.

Es difícil establecer cuál es el tamaño actual de la comunidad judía, pero se puede afirmar sin duda que es diminuta frente al impacto social y económico que han tenido en la vida nacional. Se calcula aproximadamente que hay unos 7.000 ciudadanos judíos colombianos en todo el territorio nacional.

Resulta indiscutible que, en cuanto a comunidad, la judería ha aportado al desarrollo nacional en múltiples campos y que han ayudado a impulsar el comercio, la industria, las artes, la medicina y la ciencia en el país.