Especiales Semana

María Mercedes Cuéllar

Es la economista más importante del país: primera viceministra de Hacienda, primera directora de Planeación Nacional, primera y única codirectora del Banco de la República.

Gabriel Silva Luján*
3 de diciembre de 2005

A María Mercedes no le va a gustar que la metan en esta edición. No quiere que le regalen nada por ser mujer. La verdad es que todo se lo ha ganado a pulso, como dice ella, "moliendo cerebro". De la estirpe de Alfonso López Pumarejo, lleva en los genes la pasión por los asuntos públicos. El recorrido por su hoja de vida sería más que suficiente para entronizarla entre las 100 mujeres más importantes del país. Se inventó el periodismo económico en la revista Estrategia. Del kínder de Rodrigo Botero, se inició en 1974 como asesora del Ministerio de Hacienda. Desde entonces ha sido protagonista central del exitoso desmantelamiento de la hegemonía conceptual que ejercieron los Lleras, Prebisch y la Cepal, sobre la política económica. La batalla final contra esas ideas le correspondió darla como viceministra de Hacienda de Roberto Junguito, cuando a los dos les correspondió rescatar al país de la quiebra inminente y la cesación de pagos. Quienes querían encasillarla como una neoliberal sin corazón se quedaron con los crespos hechos. Como directora de Planeación Nacional en el gobierno de Virgilio Barco logró crecimientos nunca antes observados en la inversión social. Nombrada ministra de Desarrollo, encargada del comercio exterior, tomó la decisión de meter al país de lleno en el régimen Gatt, allanando el camino para la modernización y apertura de la economía nacional. El curioso mecanismo electoral mediante el cual se elige al gerente de la República le impidió, a pesar de ser la candidata del presidente César Gaviria, llegar a esa posición. Aún así, como la única mujer que ha sido directora de la banca central, fue artífice clave de la era de serenidad macroeconómica que ha vivido el país desde los años 90. La Junta del Banco de la República -con su discreción y comportamiento colegiado- se le convirtió en un entorno asfixiante. Cambió de rumbo profesional, sin cambiar de pasión. La política y la ciencia política se volvieron una obsesión que abrazó con ardor. Quería vivir la realidad de la democracia colombiana. Se reinventó sin pedir disculpas como precandidato liberal y como candidata al Senado en las elecciones del 97-98. Sólo le faltaron 1.000 votos para que el país la hubiese tenido como a uno de los mejores parlamentarios de su historia. En vez de quedarse lamiendo las heridas, María Mercedes se dedicó a lo que sabe hacer mejor: aplicar su inteligencia a entender la realidad nacional. Publicó en 2000 uno de los mejores trabajos contemporáneos de ciencia política, Colombia, un proyecto inconcluso. Ahora está estudiando derecho, con la disciplina y el entusiasmo de una bachiller, porque siente que sin esa herramienta aún hay vacíos en su capacidad de entender a la Nación. Estos méritos son más que suficientes. Pero 'MM', como le dicen sus amigos, ha logrado algo que realmente en mi opinión hacen de ella un símbolo de la mujer colombiana. En primer lugar, es una mujer relevante. Por cuatro décadas sus ideas y sus acciones han sido importantes para el país. En segundo lugar, es una mujer sobresaliente. Por cuatro décadas su trabajo periodístico, intelectual y académico han sido un referente crucial del debate público. En tercer lugar, es una mujer que ha hecho historia. Su servicio a la Nación ha hecho de Colombia un mejor país. En síntesis, María Mercedes Cuéllar es una mujer de Estado. *Gerente General de la Federaciòn Nacional de Cafeteros