Especiales Semana

Soledad Román de Nuñez

La esposa y consejera de cabecera del presidente Rafael Núñez fue clave en la Regeneración. Alborotó a la sociedad de entonces con su matrimonio civil, pero supo ganarse su admiración

Adelaida Sourdís Nájera*
3 de diciembre de 2005

"Mi señora Soledad", o "doña Sola", como la llamaban con respeto quienes la admiraron, y también sus detractores, fue una mujer inteligente, distinguida y enérgica que se destacó durante una de las épocas más turbulentas de nuestra historia política en el siglo XIX. Esposa de Rafael Núñez, cuatro veces Presidente de la República, con quien la unió un profundo afecto, su consejera en cuyo criterio el regenerador confió sin reticencias. Nació en Cartagena el 6 de octubre de 1835. Hija mayor del matrimonio de Manuel Román y Picón, español natural de Moguer, y de Rafaela Polanco, cartagenera, de cuya unión nacieron 17 hijos, de los cuales sólo sobrevivieron 10. Su padre estudió química y farmacia en París. Emigró a Cartagena y allí estableció una farmacia y en 1831 el primer laboratorio de química que hubo en el país, que aún existe, e hizo fortuna. Católico y conservador, aunque miembro de la masonería, con su esposa educó a sus hijos dentro de acendrados principios cristianos. Muerta su madre, Soledad tomó las riendas del hogar y la educación de los hermanos menores. Ayudaba a su padre en la botica y atendía a los enfermos, cuando las jóvenes de su clase se mantenían recogidas en sus casas. Le gustaba leer y se interesaba en la política, cuyos avatares seguramente comentaba con su padre. En 1874, al morir don Manuel, heredó varios inmuebles en la ciudad, entre ellas la casa del Cabrero, y 2.000 pesos con los cuales montó una 'tienda' de tabaco. Dirigía rigurosamente su negocio y atendía personalmente a los parroquianos, lo que causaba no pocos comentarios en una sociedad tan pacata como era la Cartagena de entonces.Tuvo relaciones sentimentales con Pedro Maciá, hijo de un comerciante catalán, pero rompió su compromiso en 1857. A los pocos días recibió propuesta de matrimonio de un joven político cuya estrella iba en ascenso: el doctor Rafael Núñez. No aceptó en esa ocasión y Núñez partió a desempeñar un cargo público en Panamá, en donde contrajo matrimonio con doña Dolores Gallego. El matrimonio no duró y los esposos se divorciaron. Era la época del radicalismo y el matrimonio civil y el divorcio eran instituciones legales. Vuelto a Cartagena, siendo ya uno de los liberales más influyentes de la política nacional, buscó nuevamente a Soledad. En julio de 1877 se casaron en París civilmente por poder, pues Núñez estaba en Nueva York. Este matrimonio por fuera de la Iglesia causó escándalo, a Núñez lo tildaron de bígamo, y Soledad sufrió la maledicencia de la sociedad bogotana y los insultos procaces de periódicos clandestinos. Supo ganarse la admiración de quienes la conocieron, entre ellos el arzobispo de Bogotá, monseñor José Telésforo Paúl y el jefe del Partido Conservador, don Carlos Holguín y su esposa doña Margarita Caro. Siempre al lado de su esposo, colaboró con él y con sus amigos en la ejecución de la política de la regeneración, llegando algunas veces a tomar decisiones en nombre del Presidente, que él aceptó por lo acertado de sus juicios. Muerta Dolores Gallego, los Núñez, como rezaba la esquela de participación, 'elevaron' su matrimonio civil a la 'categoría de sacramento católico', el 23 de febrero de 1889. Doña Sola falleció en Cartagena en su casona del Cabrero, el 19 de octubre de 1924.*Academia Colombiana de Historia

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