Especiales Semana

Volverse un líder: del dicho al hecho

En vez de desgastarse clamando por la necesidad de que aparezcan líderes se debe afrontar la responsabilidad de convertirse en uno.

Ricardo Matamala
8 de enero de 2001

Llegar a ser un ‘verdadero’ líder, implica acción y no simplemente un rótulo al cual se puede acceder con el cargo que se ocupa. Muchos esfuerzos se han realizado en describir las características del liderazgo y mucho dinero se ha malgastado en asistir a cursos que pretenden dar un cúmulo de herramientas para llegar a convertirse en un líder, pero los resultados han sido pobres.

En nuestra relación con miles de personas de cientos de empresas, a través del trabajo vivencial al aire libre, se ha puesto de manifiesto la dificultad que tenemos los colombianos de unir esfuerzos para el logro de objetivos comunes, de escuchar, de crear relaciones de confianza y de usar la imaginación para crear nuevas realidades. Las empresas y los países son el reflejo de sus líderes, por eso vale pena insistir incesantemente en este tema.

Si entendemos el liderazgo como el arte de dirigir y movilizar toda la inteligencia, el talento, la pasión y el compromiso de un equipo hacia el logro de un mismo objetivo; si somos conscientes de que la única característica común de los lideres es que tienen seguidores y si aceptamos que liderazgo implica responsabilidad, este debe obedecer a unos criterios y móviles diferentes. Un buen líder debe:



Tener credibilidad

El verdadero liderazgo es el que se ejerce a través del ejemplo. Esta es la forma más poderosa de ejercer influencia sobre otros, lograr su compromiso y obtener grandes resultados. El ejemplo se logra a través de la coherencia entre lo que sentimos, pensamos, decimos y hacemos, y esto a su vez, implica grandes compromisos con la vivencia de unos principios y valores, sacrificio que en algunas ocasiones no estamos dispuestos a cumplir.

En este orden de ideas la esencia del liderazgo está en el SER, en la búsqueda permanente del liderazgo de nosotros mismos y en el logro de nuestra integridad. Esto no se aprende en salones de clase, se desarrolla diariamente en todos los aspectos de la vida, observándose a sí mismo, reconociendo con humildad nuestros aciertos y desaciertos y manteniendo una permanente actitud de mejoramiento y cambio.

El liderazgo se construye con confianza. Es igualmente importante confiar que ser confiable, dado que en un ambiente donde prime la desconfianza lo que abundará será el exceso de control y el desperdicio de inteligencia colectiva. Debemos preguntarnos todos los días qué nos hace personas confiables, por qué no confiamos en los demás y cuál es el verdadero costo de esta situación.



Demostrar humildad

La arrogancia es un síntoma de infinita pequeñez. Por lo general el arrogante cree que ya no tiene más qué aprender, no escucha a los demás, no reconoce los errores, impone sus ideas, abusa del poder, es intolerante e incluso, algunas veces, violento. La paradoja está en que entre más ‘alto’ se sube en las organizaciones más humildad se requiere.

Desde el punto de vista del liderazgo que estoy proponiendo, alguien que no sepa escuchar no puede ser reconocido como líder. Desarrollar esta habilidad demanda un esfuerzo grande y permanente ya que entender al otro, reconocer su importancia y la razón que puede tener, ponerse en su situación, atender con todos los sentidos y ‘acallar’ la mente, no son comportamientos a los que estemos habituados o sobre los cuales hayamos tenido algún tipo de entrenamiento.

A las personas nos puede motivar el temor o el amor. El verdadero líder, al buscar lo mejor para su equipo, al luchar por satisfacer las necesidades reales de las personas y al actuar consistentemente con unos valores, no sólo puede lograr grandes resultados sino el cariño y compromiso de su gente.





Vencer sus temores

A la mente temerosa le cuesta innovar, se resiste al cambio y rechaza la posibilidad de explorar nuevas alternativas. La mente temerosa se aferra a los apegos, a lo conocido y al statu quo. Si partimos del supuesto que los líderes deben crear nuevas realidades y que a través de la imaginación son los responsables de crear un ambiente que propicie el cambio continuo, manejar los temores se convierte en un imperativo.

El costo de los temores puede ser el estancamiento o el refuerzo de unas actitudes de liderazgo agresivas que coartan la acción. En este orden de ideas, y entendiendo que los temores no son buenos o malos en sí mismos, la valentía que se requiere para generar y crear futuro es una característica de los verdaderos líderes. De nuevo, esta competencia no se adquiere razonando sobre ella o teorizando sobre la misma.





Ejercer la solidaridad

La búsqueda del logro en equipo, de la creación de un ambiente en el que lo colectivo prime sobre lo individual, en el cual el problema de uno sea un problema de todos y todos deban emprender las acciones necesarias para resolverlo, son elementos tan antiguos como la misma historia del ser humano.

Lograr la sinergia del equipo en el logro de un propósito común y dentro de unos valores compartidos, sin pensar en ganadores o perdedores y con la mente puesta en el interés y el bienestar común, facilita sin duda la labor del líder. Los sistemas empresariales, como una extensión de nuestro sistema educativo, propician el individualismo y la mediocridad de sobresalir a costa de los demás, creando una situación de conflicto que desgasta las energías en el manejo interno de las complejidades organizacionales.

El líder puede verse entonces como un facilitador del proceso del equipo, quien ayuda a generar opciones, a que el equipo seleccione la que considera más adecuada y a asegurar la implementación exitosa de la misma. Crear espacios y condiciones donde todos piensan y todos hacen no sólo representa mejores resultados sino que alivia la carga del líder, permitiéndole contar con tiempo para realizar tareas que verdaderamente agreguen valor.

Adicionalmente, pensemos si no sería más fácil liderar bajo unas condiciones donde o todos son ganadores o nadie es ganador. Vencer el egoísmo y la egolatría no es tarea sencilla pero es necesaria si queremos que un equipo crezca fuerte. A veces nos preguntamos por qué la gente no se compromete, pero sugiero que nos preguntemos todos los días qué debo hacer para asegurar el compromiso de la gente.



Apoyar al individuo

Uno de los aspectos más difíciles de entender es que un equipo triunfador se constituye de individuos triunfadores, los cuales, como ya se mencionó, deben poner todo su empeño y capacidad en beneficio del equipo.

Dentro de esta reflexión quiero hacer referencia al concepto del coaching, recientemente incorporado de los deportes al mundo empresarial, donde parte de la responsabilidad del líder es contribuir con el mejoramiento de las competencias del individuo y del equipo mediante la continua medición y acompañamiento, el entrenamiento amarrado a los resultados, la creación de una mentalidad ganadora y el aprendizaje continuo.

El líder como maestro está siempre en función de buscar el crecimiento integral y desarrollo de los demás. Es un creador de espacios para desarrollar líderes, un facilitador de talentos y una persona que busca que cada ser humano pueda dar lo mejor de sí mismo. Igualmente, es consciente de que cada persona debe asumir, individual y colectivamente, las consecuencias de sus actos, consiguiendo control total de sus propias vidas.

El concepto de empowerment, entendido como el reconocimiento del poder que tiene cada ser humano, le ha dado al liderazgo la posibilidad de encontrarse con sus raíces. Si cada persona es responsable por sus decisiones y actuaciones y se llega a practicar un autocontrol permanente la función del líder no será más la de planear, delegar y controlar dedicándose, como se mencionó desde el inicio, a dirigir y movilizar el talento, inteligencia, compromiso y ganas del equipo hacia el logro de objetivos comunes.



Utilizar el sentido comun

El sentido común es, a mi juicio, la mejor ‘teoría’ organizacional. Esto se puede demostrar fácilmente si somos conscientes de que podemos tener ‘expertos doctores’ en teorías organizacionales y de liderazgo cuya función como lideres deja mucho que desear y, a la vez, observar verdaderos ejemplos de liderazgo dados por personas que no han tenido la oportunidad de recibir ninguna instrucción sobre el tema.

Que yo conozca, realmente no ha habido nada nuevo bajo el sol en materia de liderazgo desde hace cientos de años y las ideas fundamentales siguen siendo las mismas. Distinto es que el tema, como muchos otros, haya engrosado la lista de las modas gerenciales que, como cualquier otra industria, representa grandes beneficios. Esto puede sonar contradictorio teniendo en cuenta quién lo escribe, pero quiero invitar a una reflexión acerca de las formas o metodologías empleadas para desarrollar habilidades de liderazgo.

Pretender ser mejor líder con discursos, herramientas o arengas no es más que un embeleco. Ultimamente, a través de la educación experiencial, el trabajo vivencial, el coaching permanente y contextualizacion de la reflexión a la experiencia cotidiana se han logrado mejores resultados.

Si usted quiere ser un mejor líder hay buenas noticias. Vaya dentro de usted mismo, reflexione sobre sus comportamientos de manera integral y ponga su esfuerzo y sacrificio en mejorarlos continuamente, use el sentido común, luche por lograr la coherencia y, en vez de desgastarse criticando a los demás o clamando por la necesidad de que aparezcan líderes, afronte la responsabilidad que tenemos todos en convertirnos en líderes para entregarles a nuestros hijos un país mejor del que recibimos.