Estar dispuesto a ser el mejor, sobresalir, llevar tu vida al límite y siempre ser recordado por dar la famosa milla extra es algo que para muchos se ve tan lejos, pero para pocos es un ritual de vida, una filosofía personal y sobre todo un estilo de vida en donde la calidad de cada acción queda verificada hacia la grandeza, la excelencia y un nivel de resultados que resalta del promedio y sin lugar a dudas deja una huella.
Según estudios sobre las generaciones, los millennials tienen una cualidad particular acerca de su percepción sobre el impacto de sus acciones, y aunque sea altruista y heroico, desde mi perspectiva tiene una connotación que es imponente y vale la pena resaltar y es su forma de ver la misión de sus vidas en relación a un impacto común, social y solidario, en donde lo único que importa es el deseo de un mejor mañana, que aunque todos lo queramos, para un millennial es parte de su codificación genética, mental y social.
No me queda ninguna duda que es una de las cualidad más nobles que se puede apreciar en una persona, pero no puedo no mencionar que, a pesar del deseo en crear el cambio, no necesariamente se logra por un concepto de mediocridad mental, falta de claridad y por supuesto una serie de paradigmas, creencias, hábitos y comportamientos que nos están alejando a todos de esa idea soñada de una misión con propósito.
Si le preguntamos a las personas que sí están consiguiendo el impacto y los resultados, podemos empezar a darnos cuenta que tienen bajo control tres aspectos imprescindibles que existen a la hora de crear cambios importantes y con ellos resultados exponenciales. Lo podemos ver como un modelo en forma de pirámide, en cuya base está la mentalidad con un 50 % de importancia. Una mente brillante se desarrolla, se entrena y se prepara para la misión que queramos conseguir.
En un segundo nivel está el ambiente, el 40 % de nuestros resultados están amarrados intrínsecamente a nuestra interconexión con otros seres y la forma como nuestra mente interpreta cada pensamiento, acción y por ende cada resultado que nace de la persona pero termina ejecutándose en el ambiente de desempeño.
Y por último, en la cúspide de la pirámide están nuestros talentos. Esta última fase, la cima de esta pirámide, sólo se consigue atendiendo y entendiendo esa gran misión por la que queremos crear el impacto a través de nuestros talentos innatos, conocimientos, habilidades y experiencias (propias y ajenas) que al final son las enseñanzas que dan la sabiduría que nos permiten seguir avanzando.
Una de las cosas que tenemos que tener en cuenta es que no nacimos y no estamos diseñados para ser buenos en todo y si hay algo que tenemos como principal limitación es el tiempo, todos tenemos las mismas 24 horas del día y éstas se le han adjudicado a cada ser. A pesar que el tiempo es eterno, con cada segundo que pasa tenemos un segundo menos de vida.
Ahora, la percepción que cada uno de nosotros tenga sobre la importancia de sus acciones va a determinar al final de cada hora, día, semana, mes y año, el desempeño y la utilización de cada aspecto del modelo piramidal en función del tiempo. Si pensamos por un segundo, podemos entender e interpretar muchas cosas simples pero profundas, lo que nos lleva a preguntarnos ¿qué hacen estas personas en 24 horas para ser los mejores y tener el impacto que soñaría tener?
Con esta pregunta, la respuesta más obvia empieza a salir en función de las decisiones y de las acciones que debemos tomar. Todo esto te debería llevar a seguir buscando y entender las acciones que debes eliminar, las que debes delegar y las pocas que deberías estar haciendo de manera excelente para ser un peak performer implacable.
Buscar ser excelente en todo no solo es ridículo sino que adicionalmente es agotador, y desgastante físicamente, mentalmente, espiritualmente, haciendo que tus acciones sean mediocres y sin ese impacto del que se hablo al principio.
Es por esto que la mayoría (y hablamos de más del 90 % de los seres humanos), no han logrado entender que pretender ser increíbles en todo es no solo es físicamente imposible en temas de tiempo, sino también en facultades y talentos, haciendo a esas personas mediocres en todo, sufriendo del, el síndrome de Superman.
Entonces ¿qué pasa si le damos nuestra máxima atención a ese famoso 20 % de la ley de Pareto, el 80 % del tiempo? ¿cómo se verían nuestros resultados en función del impacto?
Te quiero dejar 3 consejos prácticos e indispensables para vencer este síndrome de Superman y empezar a vivir una vida plena y de máximo performance.
1. Ten claro y determinado tu área de desempeño. Piensa en función de resultados y la forma en donde pocas acciones tengan el mayor impacto. Una de las cosas más importantes es que debes saber antes que nada el resultado esperado.
2. Determina y planea la semana en función de las acciones. Prepárate para ser el mejor en esa área de desempeño todos los días por el resto de tu vida.
3. Mi filosofía 11/10. Aquí se habla de la excelencia, de un estilo de vida por encima del mejor y de esta manera marcar mi propia línea con ese novel de resultados.
Con esto lo que quiero es compartirte mi filosofía 11/10 y que no sufras más de un síndrome que sepulta a tantos talentos. Ahora espero que si esto resonó contigo, te tomes el tiempo y honres tu espíritu, la mente y tu cuerpo.
Busca que cada acción cuente. Fíltrala con mi filosofía 11/10 y haz que cada día tenga un impacto personal. Cada acción al final hará que resuenen tus acciones en tu propio ambiente y creará el entorno que tanto esperas, todo empieza por ti.