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APRENDIZ DE TODO Y MAESTRO DE NADA

Al principe de Gales las leyes no le fijan un papel concreto que desempeñar. Todo lo que hace lo tiene que crear el mismo.

1 de noviembre de 1982

A unque el príncipe Carlos de Inglaterra es una fgura muy popular en todo el mundo, en realidad es muy poco lo que se conoce de sus opiniones porque muy rara vez ha concedido entrevistas, como la es habitual entre los miembros de la familia real britániea. Por ejemplo, su madre, la reina Isabel II, nunca habla con la prensa. La siguiente entrevista, con Peter Osnos, del diario estado unidense "Washington Post": es la primera que el príncipe de Gales concede a un norteamericano. "Cambio 16" la publica en exclusiva para Europa y SEMANA para Latinoamérica. El encuentro, que sólo fue aprobado tras largas gestiones por parte del "Washington Post" que los ayudantes del príncipe estudiaron hasta el último detalle, se produjo el pasado agosto en el Palacio de Kensington, residencia del heredero del trono.
PREGUNTA: --Usted es presidente de varias organizaciones benéficas destinadas a promover el empleo juvenil. ¿Qué puede hacer, como príncipe de Gales, para ayudar a hacer frente a los graves problemas económicos de hoy, y particularmente al del desempleo en Gran Bretaña?
PRINCIPE CARLOS. --A menudo, uno se queda sentado pensando ¿qué demonios puedo hacer? El problema es enorme, es como dar cabezadas contra una pared: la pared se queda como estaba, no sirve de nada. Pero a veces si uno golpea el muro, consigue hacer un pequeño agujero en un ladrillo o sacar uno fuera y, desde ese momento, ya está consiguiendo algo. Mi filosofía es que más vale empezar algo desde abajo, poco a poco, de manera que luego pueda convertirse en algo más importante, que no intentar nada en absoluto o emprender una cosa a lo grande y acabarla de cualquier manera, de forma ignominiosa.
Hace ocho o nueve años puse en marcha una organización que se llama "The Prince's Trust". Yo quería llegar a las áreas que en ese momento me parecían las más importantes. Una era la de los jóvenes de las zonas urbanas más deprimidas del país, que se sienten muy abandonados. Supongo que se sienten completamente marginados de la sociedad y de todo lo que tenga que ver con el sistema. Pienso que hay un número creciente de personas así y no sólo jóvenes, gente que tiene familia y se siente aterrorizada inclusive frente a los maestros y los médicos. porque representan la autoridad y el sistema. ¿Cómo podemos llegar a ellos, hacer que se enteren de que existe gente preparada para prestarles ayuda? Así es como surgió esta organización. Hemos podido establecer un buen número de contactos con gente en todos los órdenes de la vida. Los que hacen un trabajo social. quienes cuidan y tutelan a los delincuentes juveniles. Y toda esa gente está ansiosa por encontrar maneras de mejorar la situación. A través de una organización como la mía es posible conseguir cosas positivas sin necesidad de demasiado papeleo.
P.: ¿ La naluraleza de un pequeño proyecto piloto como su organización permite incidir de forma eficiente sobre un problema o quizás; es posible que pueda apartar la atención del corazón del problema que es cómo adaptar Gran Bretana a la última parte del siglo XX cómo hacer que el país se ajuste a las realidades del mundo en que vive?
P.C.: Otra vez, ve usted, mi problema es, si de algo vale la pena tratar de explicar, que actualmente no tengo un papel concreto que desempeñar. Tengo que crearlo. Y no hay ningún libro de normas, por decirlo así, que diga cuál es mi trabajo dentro del esquema de las cosas. Soy el heredero del trono y punto. Eso es todo. Podría no hacér nada en absoluto si quisiera. Supongo que podría ir y dedicarme a jugar al polo por todo el mundo. Podría hacer cualquier cosa de ese estilo porque no hay responsabilidades reservadas para mí. Todo lo que hago tengo que crearlo yo mismo.
En este país todo se hace de una manera informal, que está basada en un cierto cúmulo de precedentes, en lo que se ha hecho antes. Y los precedentes cambian todo el tiempo porque siempre se puede sentar un nuevo precedente. Es muy interesante porque, a su vez, se convierte en la forma de hacer las cosas y en una tradición otra vez.
Pero en mi caso, no puedo influir mucho en las cosas. La única manera en que me veo a mí mismo haciendo algo positivo es por la vía del ejemplo. Así es como yo lo veo. Puedo hacer discursos hasta que se me ponga la cara azul, pero creo que no servirá de gran cosa. Es la forma en que uno hace algo, la forma en que uno actúa, qué cosas hace y cómo las hace y de qué manera le ven a uno haciéndolas, lo que creo tiene efecto en definitiva. Es todo una cuestión de ejemplo. Y lo mismo sucede con las relaciones interraciales.
P.:Eso es lo que iba a preguntarle a continuación. La cuestión del ejemplo se hace extraordinariamente importante en el problema de las relaciones entre las razas. ¿Cuál es el papel conveniente el papel apropiado del príncipe de Gales en una cuestión como ésta.?
P.C.: Otra vez, ve usted, voy encontrando mi camino. Lo hago de la manera que siento que debe hacerse. La base de todo el asunto está en que yo pienso en la gente como individuos, en cómo se adaptan en la vida. Me preocupa el modo en que las minorías --y especialmente las minorías raciales de los países de la Commonwealth que formaron parte del imperio originalmente-son tratadas en este país y la forma en que intentan adaptarse a nuestra particular manera de hacer las cosas lo que no resulta nada fácil, que todo hay que decirlo.
Mi interés está en ayudarles a adaptarse y, al mismo tiempo, hacer que la gente de este país conozca sus costumbres, su cultura y su religión, porque creo que todo esto tiene mucho que ver con la ignorancia de las formas de vida de la gente. Todos vivimos en pequeños compartimientos y conocemos muy poco acerca de otros aspectos de la vida en los que no estamos directamente metidos.
P.: Así que usted concibe este compromiso como el de un motivador distinto al de otras personas con diferentes responsabilidades. ¿Porqué no escoger un puesto en la industria o una función específica en el Gobierno?
P.C.: Supongo que podría fácilmente escoger una de esas tareas. Pero he encontrado que es terriblemente difícil quedar ligado con permanencia a una de ellas. He estado durante cinco años en la Marina, que es un aspecto muy importante de nuestra vida insular. Y, como isla que somos, dependemos mucho de nuestra habilidad marinera, y si olvidamos esto, lo hacemos a nuestro propio riesgo. Creo que hemos aprendido muchas lecciones recientemente en el Atlántico Sur sobre la necesidad de tener la capacidad de ser flexibles, de responder de una manera flexible a una serie de graves problemas que jamás pensamos que puedan ocurrir, pero que tantas veces suceden y son terriblemente inquietantes. Podría haber permanecido en la Marina, supongo. Podría haberme concentrado solamente en ser un oficial naval profesional. Pero para ello existían muchas dificultades, porque podría haber permanecido en servicio si hubiera podido volar, una actividad que era mi principal interés en la Marina. Y ello era cada vez más y más difícil. Las restricciones a que debía someterme y lo preocupante que yo era para cualquiera que debía responsabilizarse por mí hacían todo cada vez más complicado. Ese fue el gran problema y es siempre la misma dificultad.
Yo, admito libremente que soy más un aprendiz de todos los oficios que maestro en alguno, y quizás eso no sea bueno.
P.: A través de los temas que hemos tratado, ¿hay algunas otras cosas que empiezan a atraer su atención a medida que avanza su vida? Me doy cuenta por ejemplo que el tema de lo pequeño es mejor o lo pequeño es hermoso aparece una y otra vez en lo que usted dice.
P.C.: Sí. mucho, es muy interesante ver cómo uno evoluciona como individuo y como carácter. Me resulta muy interesante, por ejemplo, ver cómo hace cinco años la diferencia estaba en mi concepción de la vida, ver cómo la mente de uno madura. Es bastante alentador en un cierto sentido. Las cosas, por ejemplo, que hace cinco años no tenían gran significado para mí, que no entendía, de pronto adquieren un mayor significado, tienen más importancia.
Y por lo que respecta a lo "pequeño", sí; tengo la impresión de que en los últimos diez o veinte años nos hemos concentrado en exceso en la gran economía, en la idea de que el tamaño y el triunfo de las cosas eran directamente proporcionales. Y yo entiendo que lo que sucede es que el individuo se empieza a sentir abrumado, y así se destruye el propósito original de cualquier iniciativa. En verdad, la razón de nuestra existencia sobre la tierra es intentar sacar el máximo beneficio de nuestras cualidades humanas, de nuestra adaptabilidad humana. Me parece que nadie quiere ser regido ni por máquinas ni por procesos automatizados, o computadoras, para poner un ejemplo.
Tenemos que domar a las máquinas para que puedan servirnos.
Esa reflexión me lleva a otro asunto, sobre el que cada día estoy más sensibilizado, que es el del aspecto espiritual de la vida, para mí cada vez más relevante.
Si no podemos comprender nuestro más recóndito rincón de comportamiento, al menos podemos controlar parte de los peores excesos del ser humano, en términos de bien y mal.

P.:--En un discurso en Cambridge en 1979 Su Alteza invocó las palabras pronunciadas en la inauguración de curso de Harvard por el autor soviético Alexander Solzhenilsyn una visión muy pesimista de la decadencia de los valores de Occidente y sobre nuestra capacidad para hacer frente al desafío que representan los regímenes totalitarios. ¿Ha tenido tiempo de reflexionar sobre ese punto? ¿Comparte todavía esa visión? ¿Se siente partícipe de esa clase de pesimismo?
P.C.: Sí, todavía me siento muy afín a ese punto de vista. Una de las personas a las que de verdad me gustaría conocer es Solzhenitsyn. Y no sé si algún día podré llegar a hacerlo. Y, sí, creo que tiene una visión muy pesimista, pero yo no comparto enteramente ese pesimismo. Al mismo tiempo, sin embargo, es la única visión que podría esperarse de alguien que ha vivido en la forma que él lo ha hecho, y ha sufrido, como él, en un país del bloque oriental donde a uno le privan de tantas cosas hasta dejarle tan sólo con su espíritu. Y nada más. Solzhenitsyn cree que Occidente corre el peligro de perder muchas cosas si no presta atención a la profundidad del espíritu humano. Y el problema es, desde luego, ¿cómo nosotros, en Occidente, podríamos tomar conciencia de la profundidad de nuestro espíritu y de la fortaleza que de ello puede obtenerse si no se nos hace sufrir de la forma en que él, y otros muchos como él, sufrieron?
Hay un maravilloso escritor, Mihaijlo Mihaijlov, que ha publicado fascinantes relatos sobre prisioneros políticos que de pronto le transportan a uno hacia asombrosas fuentes interiores que uno no sabía poseer. No hay otra cosa en el mundo que importe sino eso, dice. Me parece a mí que, en Occidente, el peligro está en que el sentido de nuestra existencia ha sido encubierto por muchas cosas y que hemos perdido el rastro del por qué estamos aquí. Tanta sofisticación, tanta tecnología, tanto derroche, nos han vuelto complacientes y muelles, incapaces de distinguir dónde deberíamos "trazar la línea". De lo que deberían ser nuestros principios y motivos, de lo que es nuestro credo auténtico. ¿Cuándo decimos "hasta aquí hemos llegado y de ahí no pasaremos?".
Tenemos que proteger las cosas en las que creemos. Nuestra libertad, ¿en qué se basa? ¿Por qué cosas vale la pena luchar? Es muy difícil. Este es el gran problema: ¿Por qué luchamos? Me parece que hemos llegado al estadio donde no sabemos por qué deberíamos luchar. Arrastrados por la marea del llamado progreso, perdemos contacto al mismo tiempo con nuestra propia humanidad: eso es lo que más me preocupa.
S.: ¿ Para justificar la existencia el confort etcétera?
P.C.:--Mi existencia.
P.: --Le atribuyen a Su Alteza la idea de que el papel propio de la familia real británica es justamente el que en la actualidad juega en contraste digamos con otras familias que han intentado reducir los fastos regios y convertirse en gente más común. ¿Piensa todavía de la misma manera? ¿Cree que la función que antes ha descrito se realiza mejor de laforma en que Su Alteza la está realizando ahora?
P.C.:--No se. Me temo que no soy yo la persona indicada para decirlo. Yo hago las cosas como creo que debo hacerlas. Lo hago como realmente lo siento. Tal vez usted u otras personas están en mejores condiciones para decir si ésa es la manera acertada o no.
Es muy difícil saber cuál es la mejor manera de acercarse a la parte final del siglo XX. Esa es una de las razones que me fuerzan a vacilar al responder a preguntas que la gente ha estado siempre deseando hacerte. Cómo veo la monarquía dentro de veinticinco años, por ejemplo. Porque no lo sé. Es una pura hipótesis y, además, parecería un completo necio si añadiera "¿entiende usted lo que le digo?".
Peter Osnos Copyright "Washington Post" - "Los Angeles Times" Service.