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Mas de 300 millones de dólares en juego en el proceso de interdicción de Willem de Kooning, considerado el Picasso de Norteamerica.

27 de noviembre de 1989

Sus palabras hoy por hoy no tienen sentido. Su mirada se queda como vacía. No recuerda a sus viejos amigos. Sólo la mano se apodera de la tela y el extraordinaria genio creativo es el mismo de siempre. Se trata de Willem de Kooning, 85 años, holandés de nacimiento y norteamericano por adopción, uno de los más grandes pintores de este siglo y tal vez el más importante expresionista abstracto vivo.
En su estudio, considerado como una especie de museo en East Hampton, el barrio caché de Long Island, De Kooning se sumerge en sus colores sin darse cuenta de lo que sucede a su alrededor: una batalla legal. Desde hace seis meses se viene dando, en la Corte Suprema de Nueva York, una pugna para declararlo interdicto, sobre la base de un diagnóstico médico según el cual el pintor padece la enfermedad de Alzheimer, una forma de demencia senil. Su única hija, Lisa, de 33 años, que nació durante la convivencia del pintor con Joan Ward, y un abogado de 30 años, John Eastman, fueron declarados sus curadores patrimoniales.
Pero este es sólo el primer acto de un drama artístico al que le falta un final, cuando sea escogido definitivamente el marchand d'art exclusivo de las obras del pintor. La tajada en juego es superjugosa: por lo menos 7.6 millones de dólares de patrimonio personal invertidos en diversas actividades; una de las más ricas colecciones de pintura en manos del propio artista (300 obras, cuyo avalúo oscila entre 150 y 300 millones de dólares), y el poder, el prestigio y el portafolio de ilustres abogados y conocidos comerciantes de arte que revolotean como chulos alrededor de la obra de este pintor, que es considerado el Picasso de Norteamérica.
Un día clave del drama se vivió hace pocas semanas en la Corte, donde se dieron cita los protagonistas de esta historia: el representante legal del artista, Pierre Lundberg, un abogado de Long Island, y su tenaz adversaria, la hija de De Kooning, Lisa, alocada y gastadora, a quien el pintor considera la niña de sus ojos, y a quien señala como heredera universal.
Lundberg se opone a que Lisa sea apoderada única del pintor porque, según él, ella ha botado en nueve meses y medio dos millones de dólares que se hizo regalar de su padre y de los cuales no ha ahorrado ni un centavo, según le confesó al juez. Pero lo ha justificado diciendo que ha tenido que gastarlo en viajes para representar al pintor y en el mantenimiento de sus casas en Canadá y Manhattan.
"Pero ¿se da cuenta de que una vez declarada apoderada de su padre no podrá gastar el dinero como lo ha venido haciendo?", le preguntó el juez.
"Sí, prometo cambiar de vida", respondió Lisa poniéndose la mano en el corazón.
El tercer personaje de la contienda es un penalista de Nueva York, John Eastman, quien ha logrado renombre defendiendo cantantes famosos como Paul McCartney y David Bowie, y a quien el juez declaró co-apoderado, porque no cree en la palabra de la heredera. Y fue el propio Eastman quien inició el acto final de este affaire artístico: "¿Quién tendrá el encargo de vender las pinturas de De Kooning", preguntó con fingida ingenuidad.
Hace dos años no había problema: el marchand d'art exclusivo del pintor era el famoso galerista de Nueva York, Xavier Fourcade, que le hizo ganar más de 9.3 millones de dólares en 1987. Una sola pintura, la famosa "La mujer en rojo" (1944) fue vendida en una subasta en Sotheby's por 3.96 millones de dólares. Pero después de la muerte del galerista, a causa del SIDA, los cuadros de De Kooning no han sido puestos a la venta de nuevo.
Ni siquiera la mujer del artista, Elaine (una pintora muy bien cotizada, que se separó del pintor cuando supo lo de la Ward y que luego regresó con él en 1978) había logrado remplazar a Fourcade. Pero cuando murió de cáncer, en febrero pasado, después de haber rescatado a su marido del alcoholismo, se desató todo este lío de venganzas y desgracias con toda su virulencia.
Y Lisa está convencida de haberse sacado el as de la manga. Su abogado tiene la mira puesta en Arnold Glimcher, de 51 años, presidente de la Galería Paz de Nueva York, y quien representa a Picasso, Rothko y Louise Nevelson, para manejar la obra de De Kooning. Por lo pronto, Glimcher ha evaluado la colección del pintor sobre la base de 500 mil a un millón de dólares por obra y está seguro de poder colocarla no sólo en museos del mundo, sino en manos de coleccionistas privados. En este momento, De Kooning está cotizadísimo, pues es el último gran exponente de una generación de artistas importantes, como Pollock, Rothko y Kline. Según los expertos, un De Kooning de los años 70 vale entre un millón y un millón y medio de dólares, y uno de los 80 oscila en torno al millón. Pero... ¿y las pinturas que el artista está realizando en su estudio de East Hampton? Las opiniones se dividen: mientras algunos sostienen que son apenas el eco de la que ha sido la gran pintura de De Kooning, otros afirman que esta última etapa es la más importante de su carrera.
Sin embargo, y cuando el futuro de su herencia y su fortuna están en las cortes, surge un interrogante: ¿puede un artista que sufre de demencia senil expresarse al máximo? Un gerontólogo de la Universidad de Columbia dice: "Desde el punto de vista neurosicológico es absolutamente posible".
Y otro más asegura: "Aun con esta enfermedad se puede desarrollar un trabajo creativo, porgue el pintor utiliza la parte del cerebro que, por ahora, no está afectada por la enfermedad".
Pero la última palabra la tienen los 70 cuadros que el pintor ha hecho en los últimos dos años: ellos hablarán por sí solos cuando salgan al mercado del arte.