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El Rey Juan Carlos y la Reina Sofía. | Foto: EFE.

MONARQUÍA

La soledad de doña Sofía

Con la abdicación de don Juan Carlos, muchos se preguntan cuál será el papel de la reina consorte.

3 de junio de 2014

El pasado 14 de mayo, el rey Juan Carlos de España y Sofía de Grecia celebraron 52 años de casados. Desde que contrajeron matrimonio en 1962, su unión ha sido considerada una de las más sólidas de la monarquía europea. Ella, pese a los escándalos que han acechado a su marido, siempre se mantuvo a su lado. Y ahora que ha decidido abdicar, continúa ahí, impasible. No en vano el propio monarca se refiere a su mujer como “una gran profesional”.

La situación en la que queda la pareja aún no es muy clara. En todo caso se anticipa que don Juan Carlos perderá la inmunidad de la que goza y por lo tanto sus hijas, las infantas Elena y Cristina, dejarán de pertenecer a la familia real tan pronto el príncipe Felipe sea proclamado rey el 18 de junio. Eso significa que ya no participarán de la agenda oficial del Palacio de la Zarzuela.

Doña Sofía de 75 años, entre tanto, sigue al frente de sus compromisos tal como lo ha hecho las últimas cuatro décadas y esta semana por ejemplo se encuentra en Nueva York en un evento organizado por Unicef.

“Todo va a seguir igual. La continuidad es mi hijo, que ya está al tanto de todo. No hay ningún problema con el cambio”, dijo a los periodistas en la Gran Manzana. Cuando le preguntaron qué le aconsejaba a su sucesora, Letizia Ortiz, declaró: “Que siga igual que está. Ella es muy competente, encantadora, y la quiero mucho”.

Palabras que no son más que un intento por mantenerse al margen de las circunstancias actuales. Porque si algo ha caracterizado a la reina consorte es su actitud firme e impávida cada vez que su familia se vuelve el centro de la polémica.

Es bien sabido que desde hace años soporta en silencio las infidelidades de su marido, de quien se rumora ha tenido miles de amantes. Una de las más famosas es la princesa alemana Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Aunque ella niega el affaire, su nombre quedó grabado para siempre en la lista de escándalos de la monarquía española, pues fue ella quien organizó el desafortunado viaje de cacería a Botsuana, que marcó la seguidilla de desgracias del rey.

Desde entonces se rumora que los reyes duermen en habitaciones separadas. Doña Sofía prefirió convertirse en “la mujer más solitaria de la península Ibérica”, como muchos se refieren a ella, antes que pensar en el divorcio. Hija de reyes (Pablo I de Grecia y Federica de Hannover) y esposa de rey, prefirió sacrificarse con tal de proteger el trono de Felipe, el heredero, con quien tiene una relación muy estrecha.

No es gratuito que hoy ellos dos tengan la imagen más favorable de la familia real. A Felipe prácticamente no lo han tocado los escándalos –solo saltó a la primer plana cuando se casó con una plebeya– y en los últimos años se ha ganado la imagen de un tipo modesto y un padre común y corriente, que lleva a sus hijas al colegio y al parque.

Y aunque ahora su hijo asumirá un papel mucho más protagónico, su majestad Sofía de Grecia y Dinamarca difícilmente olvidará ese título. Al fin y al cabo nació princesa y vivió buena parte de su vida en un palacio. Por eso, y fiel a su papel, seguirá siendo una creyente de la continuidad y una esposa devota. Aunque por fin tiene la oportunidad de mantenerse al margen del escrutinio público, para ella separarse nunca será una opción.

La historia de amor


El 22 de agosto de 1954 el rey Juan Carlos zarpó en un crucero que cambiaría la historia de su vida. En ese entonces el actual monarca era un jovencito de 16 años, obligado a asistir a un viaje por las islas griegas para no desairar a la reina Federica de Grecia, quien había organizado la reunión para que las generaciones más jóvenes de la monarquía europea se conocieran y estrecharan lazos de amistad.

Ese día el rey Juan Carlos y la princesa Sofía, primogénita de la reina Federica, se vieron por primera vez. “La verdad es que no me fijé en ti por aquel entonces", le dijo el rey una vez a su esposa, a lo que ella respondió con su característico humor: "Pues yo sí me fijé en ti y me gustaste”.

Siete años después, en junio de 1961, la historia dio un giro y fue don Juan Carlos el que no pudo resistirse a los encantos de la princesa cuando la volvió a ver durante la boda de los duques de Kent en Londres. En esa oportunidad, por razones de protocolo, los jóvenes tuvieron que sentarse juntos y desde entonces no se han separado.

La relación avanzó con tal rapidez que antes de que finalizara el verano no solo eran novios sino que ya tenían decidida la fecha del matrimonio. El 14 de mayo de 1962 se celebró en Atenas la boda católica-ortodoxa, a la que asistieron más de 130 reyes y príncipes.

La conversión religiosa de la princesa fue un tema que dio mucho de qué hablar en el momento ya que en España consideraban que el heredero al trono no podía casarse con una hereje.

Seis años después la pareja ya tenía tres hijos: las infantas Elena y Cristina y el príncipe Felipe. Las primeras ya los convirtieron en abuelos.