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MY FAIR LADY

En el mercado londinense, Marta Grijalba se abre paso con flores y frutas colombianas.

15 de mayo de 1989

El Covent Garden de Londres tiene una particularidad: no hace honor al nombre que tiene. No es ningún jardín. Es un centro en donde, desde las tres de la mañana todos los días, miles de personas acuden a vender sus productos.
En Londres a principios del año 1630, un cortesano llamado Francis Rusell, Earl de Bedford, según algunos títulos de la nobleza británica, compró un gran pedazo de tierra en la que construyó varias edificaciones que formaron un "conjunto residencial" habitado por algunos allegados a la corte. La gran plaza, que en la época adoptó el nombre de Piazza para aparecer más elegante, fue convertida 30 años después en el primer mercado oficial de flores, vegetales y frutas. Todo esto, en lo que antes de 1600 fuera el jardín de un gran convento católico, desapareció por orden de Enrique VIII, el monarca más pesado de la historia inglesa.
La venta de flores, vegetales y frutas continuó por siglos, y la famosa Piazza de Covent Garden (la palabra originalmente se escribía convent convento) fue hasta hace poco el mercado más importante de Londres y, por ende, de toda Inglaterra. Fue allí en donde la actriz Audrey Hepburn y el actor Rex Harrison protagonizaron en 1955 la famosísima My Fair Lady, que tantas vueltas diera por el mundo.
Y fue allí también donde las flores colombianas empezaron a abrirse paso hasta llegar a convertirse paulatinamente en unas de las más apetecidas del mercado, especialmente el clavel, considerado por algunos sin rival. Londres es una de las grandes urbes consumidoras de flores. Se calcula que diariamente se venden cerca de mil docenas de flores de Colombia. Esto a pesar de los problemas que implican las repetidas requisas a que son sometidas las cajas de flores por las autoridades aduaneras, debido a que con frecuencia son utilizadas para el transporte de cocaína.
En 1974, el Covent Garden Market fue trasladado a otro sector de Londres, al sur del Támesis. En medio del mercado que estaba dominado por unos pocos floricultores colombianos, desde hace 8 años comenzó su paciente labor una mujer, colombiana también, Marta Grijalba, que una mañana cualquiera de 1982 llegó a medírseles con unas cuantas cajas de flores. Aunque fue difícil al comienzo, Marta Grijalba a los pocos meses ya estaba compitiendo con los grandes. Pero decidió, además del mercado de las flores, explorar en el de las frutas llamadas exóticas--granadilla, maracuyá, papaya, tomate de árbol, curuba y tamarindo. En 1984 fundó una compañía, la FFF International Ltda, que, asociada con una de las más grandes importadoras de flores y frutas de Inglaterra, ha logrado introducir en las mesas de los desabridos paladares ingleses, los raros y maravillosos sabores de las frutas tropicales. Marta Grijalba sostiene que "a pesar de la tradición inglesa, hay actualmente innovaciones en el campo de la gastronomía y mayor interés de las personas por consumir alimentos más sanos. Naturalmente las frutas juegan ahí un papel importante".
Siguiendo las estrictas exigencias de calidad del mercado, que fija características de color, sabor, tamaño, etc., esta colombiana ha logrado, mediante lo que ella considera una tarea educativa, ir ablandando a los consumidores. Empezó su labor con visitas individuales a hoteles, restaurantes y cadenas de supermercados. Llevaba muestras de helados, sorbetes y ensaladas para dar a conocer las ventajas del producto.
Pero el trabajo de Marta no se ha circunscrito solamente a la venta. También le ha metido mano a estimular la producción. Ella sostiene que la tarea no ha sido muy grata: "Nuestros productores, después de la gran tarea que significó apoyar la producción de esas frutas, ya no canalizan sus exportaciones a través de la Federación de Cafeteros, sino que quieren hacerlo por su cuenta. Se han presentado pequeñas guerras de compañías que se pelean el mercado comprando directamente a los productores, para saltarse al intermediario".
Según ella, estas compañías han penetrado desorganizadamente en un mercado que no conocen y con lo cual se pierden muchas oportunidades de comercializar adecuadamente las frutas. "Todo el avance logrado con los servicios y la técnica de la Federación, se ha venido desbaratando por la ambición de muchos que quieren entrar en el mercado sin conocerlo", dice Grijalba.
La competencia, pues, va en firme, como firme ha ido Marta Grijalba intentando vender flores y frutas colombianas. Ella sabe que es un trabajo lento. "Hay que acostumbrar a un pueblo que nunca había visto una granadilla, a que aprecie su textura, su sabor y las posibilidades que ofrece en la mesa. No hay que creer que los europeos están ya preparados y pidiendo a granel. Están ahora probando y descubriendo y pagando por ese descubrimiento precios que no son tan bajos como quisieran". Pero por algo se empieza y por ahí empezó esta colombiana que hoy es una figura común en el mercado londinense de productos perecederos.