REALEZA
A la sombra de la Reina
Con más de 57 años en el Palacio de Buckingham, el príncipe Felipe de Edimburgo rompió un récord por ser la persona que lleva más tiempo como cónyuge de un monarca británico. Un repaso a su historia de amor con la reina Isabel y a sus constantes 'metidas de pata'.
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Mientras la reina Isabel se caracteriza por su seriedad, por su disciplina, por guardar siempre la compostura y seguir al pie de la letra el protocolo, su esposo, el príncipe Felipe, es reconocido por todo lo contrario. Irreverente e impulsivo, el Duque de Edimburgo ya dejó su huella en el Reino Unido no sólo por su fino humor y su incorrección política, sino también porque se acaba de convertir en el consorte que más tiempo lleva en su 'cargo' en la historia de esa monarquía británica, desde cuando su esposa ascendió al trono, en febrero de 1952.
Con 87 años, el príncipe Felipe no descansa. El año pasado asistió a más de 350 compromisos, está involucrado en 800 organizaciones y en su carrera como 'esposo real' ha visitado oficialmente 150 países. Así trata de permanecer vigente en un mundo donde las reglas lo obligan a estar siempre dos pasos detrás de su mujer.
La boda del atlético joven con la entonces princesa Isabel, hace ya más de 60 años, fue el primer evento transmitido por televisión en Inglaterra y fue "un rayo de luz en el difícil camino que debemos recorrer", como lo calificó Winston Churchill en referencia a los problemas que estaba viviendo el decadente imperio británico durante los primeros años de la posguerra. La pareja se había conocido años atrás, cuando Isabel tenía 13 años y él, de 19, asistía a la Real Academia Naval de Dartmouth. Ella confirmó luego que quedó flechada instantáneamente cuando conoció a Felipe, quien tuvo una infancia difícil tras el fracaso del matrimonio de sus padres, el príncipe Andrés de Grecia y Alicia von Battenberg. Para casarse con Isabel, el futuro consorte dejó su título de Príncipe de Grecia y Dinamarca y renunció a la Iglesia ortodoxa griega para convertirse a la anglicana.
Todo seguía su curso normal, pero casi cinco años después de la ceremonia, la vida de la pareja cambió cuando Isabel se convirtió en reina y su esposo pasó al segundo plano en el que ha permanecido desde entonces (sólo la supera en una de las islas de Vanuatu, en el Pacífico Sur, donde las tribus lo veneran como un dios). El cambio no fue fácil para Felipe, quien debió ser amo de casa mientras su esposa se ponía al frente de la nación, y desde esa época se rumora de sus romances nunca probados con varias mujeres. Su descontento se hizo evidente cuando se quejó por no ser más que "una condenada ameba", uno de los típicos comentarios que lo han hecho famoso.
En 1986, por ejemplo, advirtió a unos estudiantes británicos en China que de continuar en ese país, terminarían con los ojos rasgados y luego, en 1998, se alegró de unos compatriotas que habían regresado de Papua Nueva Guinea porque habían conseguido "no ser comidos". Del mismo modo, se ha visto obligado a disculparse por sus salidas de tono con los indios, con los escoceses, los canadienses, los sordos y los desempleados. "Él cree que no tiene por qué ser cuidadoso", explicó a SEMANA Tim Heald, autor de la biografía El duque: un retrato del príncipe Felipe. "De manera genuina no parece interesarle lo que piensa el mundo de él, y eso, en definitiva, es muy refrescante".
Con el paso del tiempo, Felipe e Isabel superaron las dudas iniciales y hoy sus biógrafos coinciden en que son el complemento perfecto. En privado se llaman con apodos como cabbage (repollo) y
sausage (salchicha) y ella ha terminado por acostumbrarse a que su esposo sea impertinente. "Él ha sido su gran apoyo, en privado es la cabeza de la familia y por eso su mayor legado es haber aportado al éxito de la Reina", explicó a SEMANA Phil Dampier, coautor de Duque del peligro: el ingenio y la sabiduría del príncipe Felipe. Esa lealtad también es la razón para que juntos hayan superado problemas como la ruptura de los matrimonios de varios de sus hijos y el escándalo de Lady Di, en el que Felipe fue acusado por el magnate Mohamed al-Fayed de "racista", "nazi" y de orquestar la muerte de su hijo Dodi y de la princesa.
Lo curioso de la relación entre Felipe e Isabel es que hayan durado tanto siendo tan diferentes. A ella le gusta pasear a los perros y las carreras de caballos y él prefiere el polo. Ella hace los crucigramas y él disfruta más con su colección de literatura filosófica y religiosa. A los ojos de muchos, más que un matrimonio parecen hermanos y prueba de ello es que la Reina le ha pedido lealtad más que fidelidad. Por eso, también, duermen en habitaciones separadas.
Hoy, el Duque de Edimburgo es tan consciente de que su principal labor es apoyar a su esposa, que no teme incluso ser políticamente incorrecto para referirse a su propia situación como un personaje que ocupa un papel secundario en la realeza británica. De eso da fe una anécdota según la cual alguna vez, mientras escuchaba el himno de su país, se sorprendió con la estrofa "Dios salve a la Reina" y respondió con ironía: "¿Y a mí qué? ¿Que me parta un rayo?".