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La serie ‘The Tudors’, es protagonizada por Jonathan Rhys Meyers y Natalie Dormer. La película ‘The other Boleyn girl’, que llegará a Colombia en los próximos meses, fue protagonizada por Natalie Portman, Scarlett Johansson y Eric Bana

Entretenimiento

Tudormanía

Una ola de producciones sobre sus amoríos, intrigas y conflictos religiosos ha hecho de los Tudor la dinastía más famosa del momento.

19 de abril de 2008

Apesar de haber sido una dinastía que 'sólo' conservó el trono inglés durante 118 años y que ya han pasado cinco siglos, los Tudor están de moda. Desde hace algún tiempo la industria del entretenimiento se ha concentrado en las historias de los miembros de esta peculiar familia para crear películas, series de televisión y novelas. Tramas llenas de intriga política, sexo, conflictos religiosos, guerra, sangre y ejecuciones, adornados con elegantes castillos, preciosos vestidos y la opulencia propia de la vida en la Corte.

Enrique VIII, el segundo rey de la dinastía, es el primero de esa saga de intrigas palaciegas. Luego de romper relaciones con la Iglesia de Roma, porque ésta no aceptaba que se divorciara de su esposa, Catalina de Aragón (hija de los reyes católicos), se casó cinco veces más y mandó decapitar a dos de sus consortes. Ana Bolena, quien lo llevó a dejar el catolicismo, se convirtió en su segunda reina, pero como no pudo darle un heredero, decidió acusarla de traición, brujería e incesto y la hizo ejecutar. Su hija Isabel I condujo a su país a la edad de oro, pero también fue la responsable del fin de la dinastía Tudor, pues nunca quiso casarse ni tener hijos para no perder su poder. Esta historia, a grandes rasgos, acompañada de una lucha reformista que enfrentó a católicos y protestantes, y a la vida de una corte que se movía según los caprichos del monarca de turno, es el eje del actual fenómeno mediático de los Tudor.

Resulta positivo que la historia sea la fuente de esa ola de producciones. Sin embargo, algunos estudiosos critican que productores y guionistas cambien partes de la historia para hacerla más picante, como sucede en la popular serie The Tudors. "Ellos sienten que deben simplificar los hechos para que la trama sea más clara y que el público recuerde los personajes y todo lo demás", dijo a SEMANA Steven Gunn, doctor en historia y profesor de la Universidad de Oxford especializado en la dinastía Tudor. "¿Para qué darle a Enrique VIII dos hermanas, cuando puedes simplificarles la vida a todos al unirlas en un mismo personaje? Inevitablemente eso nos molesta mucho a los historiadores".

Unificar unos personajes, borrar otros y agregar elementos ficticios a la trama no ha sido problema para el productor y guionista Michael Hirst, creador de esa serie y de las películas Elizabeth y Elizabeth, The golden age, protagonizadas ambas por Cate Blanchett. Hirst es uno de los grandes responsables de la Tudormanía. "A mí me contrataron para escribir algo que entretenga, una telenovela, no un documental histórico", aseguró al diario The New York Times cuando fue cuestionado por las imprecisiones. Pero aun así, asegura que el 85 por ciento de la trama es históricamente correcto, a pesar de que el rey, de quien se conocen varios retratos y se sabe que era obeso, sea interpretado por el muy guapo y delgado Jonathan Rhys Meyers.

Dentro del 15 por ciento restante están sin duda varias escenas de cama en donde vuelan los corsés y las enaguas, lo cual siempre asegura buen rating. Eso lo aprendió la autora de novelas históricas Phillipa Gregory, cuando su libro The other Boleyn Girl (La otra joven Bolena) fue adaptado al cine, pues lo primero que le dijeron los productores era que a la trama le faltaba sexo. Ella en un principio no entendía por qué, ya que la historia trata de la rivalidad entre las hermanas Ana y María Bolena por el afecto de Enrique VIII, de quien la una fue amante y la otra, esposa.

Pero aun así, la mayoría de los espectadores probablemente prefiere el emocionante drama a las discusiones políticas y religiosas, a pesar de que en este caso la realidad sea más fascinante que la ficción. Por eso varios historiadores seguirán rasgándose las vestiduras ante las imprecisiones, pero tal vez no se pierdan un solo episodio.