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Programa de extensión bibliotecaria en el corregimiento El Limón, en Chaparral, Tolima

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Libros hasta el fin del mundo: el Programa Nacional de Bibliotecas Itinerantes

Esta es una estrategia de promoción de lectura, escritura y articulación social a partir de la cultura que responde a la diversidad de los contextos geográficos, culturales y sociales que existen en Colombia. Una mirada a sus primeros logros.

Julián Santamaría
4 de diciembre de 2019

Este artículo forma parte de la edición 169 de ARCADIA. Haga clic aquí para leer todo el contenido de la revista.

Que los gatos carguen los libros más pequeños, los perros los medianos, los cerdos los más gruesos y los burros los más grandes. Hace poco, algunos estudiantes del colegio técnico Pablo VI de Sotaquirá, en Boyacá, imaginaron así cómo la lectura podría llegar hasta la vereda más alejada del municipio. Lo hicieron a sabiendas de que, desde el casco urbano, el recorrido suele tardar seis horas y exige caminar y viajar en moto y a caballo. Que a los niños se les hubiera ocurrido que otros animales podían participar en esa travesía no era, por tanto, descabellado.

Tampoco lo era pensar que los libros debían ser una parte esencial del paseo. Si bien la Red Nacional de Bibliotecas Públicas (RNBP) –la institución cultural de mayor tamaño en Colombia– está presente en los treinta y dos departamentos, con mil quinientas veintiséis bibliotecas y una cobertura del 99,9 % de los municipios, apenas ciento sesenta y dos bibliotecas de la red son rurales. Como dice Sandra Suescún, coordinadora de la RNBP, “el acceso a servicios bibliotecarios en esas regiones rurales todavía es muy escaso y limitado”.

Sotaquirá se encuentra en una de esas zonas históricamente lejanas a los libros. Pero hoy forma parte de las ciento cincuenta poblaciones que desde el pasado agosto implementan sus propios modelos de las bibliotecas itinerantes que la Biblioteca Nacional de Colombia, junto con la RNBP, ha desplegado como parte del Plan Nacional de Lectura y Escritura “Leer es mi cuento”. La meta es hacer frente a las carencias que viven los habitantes de lugares apartados. “Esta es la gran oportunidad de construir país desde el territorio, así como de escuchar las voces de las comunidades”, dijo la directora de la Biblioteca Nacional, Diana Patricia Restrepo, sobre el Programa Nacional de Bibliotecas Itinerantes (pnbi). El programa es una de las apuestas del Plan Nacional de Desarrollo 2018-2022 “Pacto por Colombia, pacto por la equidad”.


Dos lectoras voluntarias en la vereda La Hacienda, corregimiento de Gaitania, Planadas, Tolima

La ruralidad en Colombia se ha visto desde siempre enfrentada a una compleja realidad social, económica, política y geográfica. Esto hizo pensar a los implementadores de la política pública de lectura que la solución más eficaz y eficiente –y el verdadero incentivo a la lectura– muy probablemente no consistiría en construir por doquier edificios de bibliotecas y dotarlos de colecciones de libros. Sería un esfuerzo quizá demasiado grande e inútil frente a los desafíos de sostenibilidad y la falta de infraestructura vial y de servicios necesaria en zonas rurales. La respuesta, entonces, se encontró con la creación del pnbi.

Según la ministra de Cultura, Carmen Inés Vásquez, la idea de poner a itinerar bibliotecas por todo el país es una de las iniciativas que nacen del plan de gobierno. “Para nosotros es muy importante seguir promoviendo la lectura y para ello era necesario acercar los libros a las niñas, niños, jóvenes y adultos, principalmente en la ruralidad, hasta el lugar donde ellos habitan, sin importar las distancias o dificultades de acceso. Lo que se requiere es un modelo que no sea estático, cuya flexibilidad permita adaptarse a la variedad de dinámicas sociales, económicas y culturales del campo colombiano”.

El saber de las comunidades

A la convocatoria de la RNBP, a finales de 2018, se presentaron doscientas sesenta y seis bibliotecas, de las cuales ciento cincuenta fueron seleccionadas para la primera cohorte del proyecto. Así, con promotores y tutores de la Biblioteca Nacional de Colombia y la RNBP arrancó labores el pasado mes de agosto. Han visitado y asesorado comunidades y bibliotecarios con el fin no solo de fomentar las prácticas de la lectura, la escritura y la oralidad, sino también –como parte de una estrategia para las poblaciones distantes o que no pueden acceder físicamente a una biblioteca– de aportar a construir tejido social y fortalecer la identidad cultural y el liderazgo comunitario.


Bibliotecaria en el corregimiento de Conejo, Fonseca, La Guajira

Para funcionar, cada biblioteca itinerante necesita tres actores. Primero, los ciudadanos de a pie: pescadores, ganaderos, campesinos, estudiantes, amas de casa, personas retiradas, entre muchos otros, que contribuyen a la organización de las actividades y participan en el proyecto. A ellos se suman los bibliotecarios municipales, cuyo conocimiento permite coordinar y promover procesos específicos en cada territorio. Y finalmente están los tutores y promotores de lectura de la RNBP, encargados de guiar y propiciar espacios e interacciones, y de compartir herramientas metodológicas para que los proyectos bibliotecarios itinerantes se ejecuten con éxito.

El diseño del pnbi es único. Sandra Suescún explica que no se trata de un modelo fijo ni vertical, sino, por lo contrario, de uno colaborativo y horizontal que permite que cada comunidad, acompañada por los tutores, promotores de lectura y bibliotecarios públicos pueda llevar los procesos que considere pertinentes. “La idea no es llegar con conocimientos y saberes de afuera, sino ayudar a articular los conocimientos y saberes propios de cada comunidad”, dice.

Durante diciembre, cada biblioteca seleccionada recibirá una dotación de ciento quince libros en formato impreso y más de quinientos sesenta contenidos digitales, guías y un kit tecnológico que incluye: un computador, tres tabletas, una grabadora de periodista, un videoproyector, un micrófono y un disco duro. La idea de estas herramientas es contribuir a la conservación y construcción de memoria en las zonas beneficiadas, así como fortalecer lecturas y escrituras rurales y, sobre todo, las oralidades.


Bibliotecaria en el corregimiento de Conejo, Fonseca, La Guajira

Recetarios, leyendas y biodiversidad

Una de las bibliotecas itinerantes seleccionadas es la del corregimiento de Pasuncha, en el municipio de Pacho, Cundinamarca. Bibiana Lucía Moreno, bibliotecaria de la Biblioteca Pública Municipal Infantil Isabel Bunch de Cortés, forma parte del proyecto y cuenta que “el desafío es convencer a las personas de que pierdan el miedo que les produce pensar: ‘Es que mi letra es fea... Es que tengo mala ortografía... Es que no sé escribir’. Lo que toca es saber cómo llegarles con diferentes estrategias”.

1. Dos lectoras voluntarias en la vereda La Hacienda, corregimiento de Gaitania, Planadas, Tolima
2. Promoción de lectura con pasantes universitarios en el corregimiento de Montebonito, Marulanda, Caldas
3. Bibliotecaria en el corregimiento de Conejo, Fonseca, La Guajira

Los desafíos son de otro tipo en Jardines de Sucumbíos, cerca de Ipiales (Nariño). En ese corregimiento, Lizeth Lorena Verdugo trabaja con la biblioteca itinerante y dice que para llegar hasta allá es necesario recorrer catorce horas por tierra y luego, para alcanzar la zona más lejana, navegar cinco horas más por el río. El aislamiento geográfico no ha impedido que, en lo posible, cada dos semanas, Verdugo visite Jardines de Sucumbíos y aproveche para apoyar diferentes grupos de lectura que integran madres de familia, miembros de los cabildos indígenas y algunos niños. Se reúnen para tertuliar, llevar a cabo sesiones de lectura y cine foros, y para crear y defender espacios que estimulen la conservación y transmisión de conocimientos, saberes y memorias locales por medio de la lectura y la oralidad. “Nadie imagina la diversidad cultural que hay. Están los cofanes, que saben de medicina tradicional; los awás, que tienen interés por preservar su lengua y promover su uso entre sus niños; los nasas, que tienen otro tipo de motivaciones”, dice Verdugo.

Estas labores en territorios rurales han hecho posible comenzar a reconocer particularidades locales claves para la formación de bibliotecarios y el desarrollo de contenidos en las propias bibliotecas itinerantes. Entre el material recogido, y luego usado, hay recetarios, recopilaciones de leyendas, bancos de semillas, incluso un libro de dichos populares. Además, ha quedado clara la relevancia que en esos espacios tiene el enfoque en la biodiversidad de flora y fauna en las regiones. Con satisfacción y orgullo, Ariel Arturo Otálora, profesor de la Institución Educativa Técnica Pablo VI en Sotaquirá y gestor cultural que hoy ayuda a articular una biblioteca itinerante en la vereda Avendaños, dice: “Hemos encontrado siete especies de siete arbustos que no tenían clasificación taxonómica, y esto hace que ahora el Ministerio de Ambiente tenga los ojos puestos sobre nosotros”.


CARMEN INÉS VÁSQUEZ, Ministra de Cultura


DIANA PATRICIA RESTREPO, Directora de la Biblioteca Nacional de Colombia


SANDRA SUESCÚN, Coordinadora de la Red Nacional de Bibliotecas Públicas


BIBIANA LUCÍA MORENO LEÓN, Bibliotecaria del municipio de Pacho, Cundinamarca


ARIEL ARTURO OTÁLORA Profesor de la Institución Educativa Pablo VI en Sotaquirá, Boyacá y gestor cultural


LIZETH LORENA VERDUGO Colaboradora de la biblioteca itinerante del corregimiento Jardines de Sucumbíos, cerca de Ipiales, Nariño

Moreno considera que el proceso ha sido “muy provechoso” para construir puentes entre diferentes cascos urbanos y la periferia rural. A pesar de que su vereda ha estado estrechamente relacionada con el municipio de Pacho, históricamente ha sido un territorio más bien relegado y aislado. La biblioteca itinerante ha permitido romper con esa realidad: ha dado pie a un reconocimiento no solo de la historia del corregimiento, sino también de la diversidad cultural, y este proceso le ha dado vigor a la comunidad. Así, después de la experiencia con la biblioteca itinerante, hoy diferentes actores locales, también muchos jóvenes, hacen el viaje a Pacho para visitar la biblioteca física. Algunos, incluso, se han ofrecido como voluntarios para apoyar las labores de recopilación de información.

Moreno considera que hay razones para pensar que estos espacios están cumpliendo su objetivo. “La gente todavía dice: ‘¿Cuándo van a volver a venir?’ ‘Yo quiero seguir hablando”. O está el vecino que dice: ‘Pasaron por acá, pero en mi casa no golpearon, y yo quería contar’”.

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Una meta fundamental del pnbi es transmitir conocimiento y poner herramientas a disposición de las comunidades para fortalecer la autonomía. Sobre esta base, la idea es que se consoliden liderazgos existentes, o que surjan nuevos entre los jóvenes, en torno a la lectura y la creación de contenidos. Los implementadores del programa saben que se trata de un objetivo a largo plazo, pero el proceso ya arroja frutos y en las comunidades que han recibido a las bibliotecas ya se despertó el interés por participar, apropiar, ampliar y defender los espacios –tan raros y a la vez valiosos en sus entornos– que estas crean.

Hasta 2022, el pnbi prevé llegar a seiscientos corregimientos y zonas rurales en todos departamentos. Entonces, según proyecciones actuales, deberá haber formado a mil ochocientos agentes y líderes comunitarios dispuestos a trabajar por el desarrollo de proyectos bibliotecarios y de promoción de lectura. Además, doce mil hogares en zonas rurales recibirán los libros de la serie “Leer es mi cuento”, que busca fomentar el encuentro y la lectura en familia.

Sobre los proyectos que se vienen, Moreno dice entusiasmada: “La idea es que esto no quede ahí, que continúe”. Cuando la biblioteca itinerante se va, hay personas que le confiesan una mezcla de tristeza por la partida, y motivación frente a lo vivido y la perspectiva de un futuro más cercano a la lectura. “Nosotros aquí en el fin del mundo vamos a estar haciendo un libro”, le han dicho profesores, niños y vecinos. Y ella les propone que lo hagan, que avancen poco a poco, y los ve satisfechos.

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