ARCADIA CRITICA

Individuos de arena: 'Poesía selecta', de Darío Jaramillo Agudelo

El escritor Harold Muñoz reseña 'Poesía selecta', de Darío Jaramillo Agudelo.

Harold Muñoz
22 de octubre de 2018
'Poesía selecta' Darío Jaramillo Agudelo.

A Darío Jaramillo Agudelo no lo conozco. Me lo he cruzado, él no sabe que nos hemos cruzado, y en nuestros encuentros nunca hemos hablado. Por eso no sé cómo suena su voz cuando habla o declama. Su voz ha sido la mía. Él compuso, y yo canté los poemas de su Poesía selecta, antología recientemente publicada por el sello Lumen. 300 páginas, 44 años de la obra de un hombre que, repito, no conozco y sin embargo reconozco. Sus miedos y obsesiones se parecen a los míos, porque son los de cualquiera: la pérdida, el tiempo, la muerte, el amor, que son formas de llamar a Dios, con quien dice haber mantenido conversaciones: el todopoderoso disfrazado de serpiente. ¿Acaso no son esos los temas de toda la literatura? Son también los de Jaramillo. Él los retoma en formas que varían en cada uno de sus libros. Y con el posesivo, sus libros, me refiero a los que dice haber escrito y a los que dice no haber escrito. Él mismo se confiesa en dos notas al pie; una en Los poemas de Esteban (1995) y otra en Liturgia de los bosques (2006). Sobre lo primero, el poeta admite haber transcrito los versos de un personaje que en su “precaria existencia novelesca escribió unos poemas”. Esa existencia novelesca se extingue en Cartas cruzadas, ficción que Jaramillo escribió entre 1989 y 1995, y de la que yo, más de veinte años después, transcribo unos versos de Esteban, el personaje: “El olvido no es que algo se borre en la memoria, / el olvido te ocupa todo el tiempo, a la hora del trabajo o del / aseo, cuando comes o rezas no te olvides de olvidar”. Sobre el otro caso, que en la selección está justo después de la sección de gatos, Jaramillo aclara que son de Sebastián Uribe Riley, quien vivió en La voz interior, novela publicada en 2006, y que a su vez inventaba a otros autores con sus respectivas obras. De esto, que es un herbario, no queda mucho, ya que el personaje se encargó de recoger todos los ejemplares de las librerías, algo que hasta el día de hoy no ha hecho Jaramillo con su obra, poeta, ensayista y novelista, que no me han presentado. O no de la forma habitual: mediante un tercero, un amigo de un amigo, pues Jaramillo tiene la costumbre de presentarse como el tercero desde su primer libro, Historias (1974), en donde hay varias biografías imaginarias. La primera es la de Seymour, personaje que toma prestado de A Perfect Day for Bananafish, de Salinger. En ese poema, que inaugura toda la selección, Jaramillo hace las veces de biógrafo y nos pregunta: “No sé si a ustedes les pasa que se cansan un poco de la rutina / cargante de ser la misma persona todos los días. / Después de todo, ¿es tan terrible que a veces parezcamos la / misma persona?”. Mejor dicho, ni siquiera cuando es él, se puede estar seguro. Peor aún, ni siquiera cuando se nombra a sí mismo o a una cosa. Como se demuestra en sus poemas, la memoria solo viene si se la llama en el presente –parafraseando a Sarlo–. Y Jaramillo ha pasado 44 años, más unos que se escapan de la antología, tratando de materializar la palabra. No lo conozco, insisto, pero la muerte del hermano que no sé si tuvo la sentí como la del hermano que no tengo. Sus amigos muertos son mis amigos aún vivos. Todos individuos de arena, como un intento de cristalizar el mundo. A sí mismo. La nada. Ocio que se resume en su Poesía selecta. Esfuerzo que para él ha sido, es y será probar y probar, un juego que durará más que su vida.

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