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'Limbo. Una historia de horror en el Caribe' (2020), de John Templanza Better. Seix Barral | 140 páginas

ARCADIA CRITICA

Una reseña crítica de 'Limbo', de John Templanza Better

"El relato de Better pasa del horror de lo sobrenatural al de lo verosímil, en que la ausencia de un nombre implica también la ausencia del ser. La no existencia, el anonimato".

María Alejandra Peñuela Hoyos
25 de febrero de 2020

Dijo H. P. Lovecraft en su ensayo “Horror sobrenatural en la literatura” que “la emoción más antigua y fuerte del ser humano es el miedo, y el miedo más antiguo y más fuerte de todos es el miedo a lo desconocido”. En su más reciente novela, John Templanza Better crea un mundo sobrenatural protagonizado por dos hermanas albinas y un niño sin nombre que encarnan aquello que desconocemos.

De entrada, la novela nos obliga a ver el mundo desde los ojos poco convencionales, color cereza y lila, de las gemelas Ninfa y Orfa. Estas hermanas ayudan a los niños no bautizados a salir del limbo en que gravitan. Un día reciben a un niño abandonado por sus padres, y aparentemente muerto. Ellas lo acogen y lo crían a la sombra de un secreto. Con esa nueva familia extraña, el lector empieza a entrar en un mundo de sombras, niños muertos y pesadillas.

Better es hábil en hacerle sentir al lector que está en un limbo permanente entre la “realidad” y el mundo de los sueños o las pesadillas; esa frontera entre la fantasía y la vida se hace borrosa también para los personajes, atrapados en esa incertidumbre.

Mientras tanto, el niño va creciendo. Pasa de ser un bebé amamantado por una de las hermanas a ser un adolescente que empieza a sangrar. El niño, entonces, no puede ser nombrado porque no puede ser definido; no tiene un sexo. El relato de Better pasa así del horror de lo sobrenatural al de lo verosímil, en que la ausencia de un nombre implica también la ausencia del ser. La no existencia, el anonimato.

El libro explora con gracia la identidad y el género, y nuestra incapacidad para nombrar cosas que con ello se relacionan. “Hay un término clínico para definirlo, pero no me interesa. Reducirlo a él a lo que otros consideran anómalo sería un error, digamos que en él confluyen el río y el mar, el sol y la luna, tú y yo fusionados en uno”, dice uno de los personajes. En la resistencia a nombrar hay una postura política que se asume desde la palabra, o desde la consciencia de que un nombre es una simplificación.

Pero la novela misma parece atascarse en un limbo de otro tipo. Entre los sonidos de los nísperos que caen de los árboles, los murciélagos que chillan y los crujidos de madera, la narrativa va hacia lugares comunes de las historias de horror y, hasta cierto punto, desaprovecha poder tomar de y aportar a una tradición propia, el gótico tropical, con más contundencia, cosa que, como lectora, me interesaba encontrar en la novela.

A pesar de su exploración temática de la identidad y el sexo, o del intento interesante de inscribirlos en el género del horror –actualizándolo así con problemáticas y reflexiones muy contemporáneas–, la novela tampoco despierta la emoción universal de la que habla Lovecraft, quien dice que “debemos juzgar una historia de horror no por la intención del autor, o por la simple mecánica de la trama, sino por el nivel emocional al que llega la narrativa en su punto menos trivial”. Un lector desprevenido esperaría ser absorbido por el horror, pero pronto advierte que los chillidos, los crujidos y la oscuridad forman un artificio evidente. La novela termina siendo un lugar de ruidos, muertes, cuerpos extraños, pero sin espacio suficiente para el miedo, a pesar de que Better quiera inscribirse explícitamente allí: “(...) No leyó a Dickens o Mark Twain: lo de él fue Lovecraft, Bram Stoker, Diábolo Mari, Templanza Better, entre muchos otros”.

Limbo. Una historia de horror en el Caribe
John Templanza Better
Seix Barral | 140 páginas