La Navidad de los niños de la guerra

Rafael Guarín* pinta un doloroso retrato: 11.000 niños y adolescentes pasarán esta Navidad en las montañas, con fusil al cinto, a la espera del combate.

Semana
16 de diciembre de 2006

Cerca del nevado del Tolima, en un caserío a cuatro horas de Bogotá, un hombre llora todos los fines de año la pérdida de sus dos hijos. El mayor fue reclutado por los paramilitares y el menor engrosó las filas de las Farc. Ambos fueron muertos. Esa escena se repite a lo largo y ancho de Colombia.

Mientras en el mundo los pequeños aguardan con ilusión la Navidad y la sonrisa ilumina sus caras, miles la recibirán en la selva, sometidos al poder de los grupos armados ilegales. Tales organizaciones criminales revivieron la esclavitud y las mayores ignominias en niños que habitan zonas rurales, pueblos pequeños o los cordones de miseria que rodean a las ciudades.

Según la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 14.000 niños y adolescentes hacen parte de los grupos armados ilegales; según Human Rights Watch, la cifra es de 11.000. Este no es un caso de prematuro afán revolucionario o de precoz lucha antisubversiva, sino el rostro más desgraciado de la guerra. La mayoría se enlistan bajo amenazas contra su vida y la de sus familiares. Para ellos, Marx y Lenin no se encarnan en la utopía comunista, sino en miserables bandoleros y narcotraficantes que los sacan de sus hogares y escuelas, los desplazan de sus pueblos o los asesinan por negarse a participar en la vendetta en que se convirtió el país.

El informe sobre niños desvinculados de los grupos armados, presentado hace unos días por Unicef y la Defensoría del Pueblo indica que “el promedio de edad de reclutamiento bajó de 13,8 años en el 2001 a 12,8 años en el 2005”. Una edad en que los esfuerzos deben orientarse a la educación termina destinada a largos períodos de instrucción bélica. Cuando deben prepararse para edificar una sociedad cada vez mejor, se dedican a realizar emboscadas, entrenarse en hacer bombas, disparar bazucas, morteros y lanzar granadas.

En la confrontación, los niños son víctimas de masacres, secuestros, torturas, desapariciones y de las minas antipersona, sembradas cobardemente por ‘Tirofijo’. Quienes son reclutados ilícitamente soportan tratos humillantes y degradantes, se les obliga a cumplir las mismas actividades que los combatientes, y sus captores pretenden transformarlos de tiernos e inocentes infantes en monstruos capaces de similares atrocidades.

Los abusos sexuales son deplorables. Vulnerándose su dignidad, los menores son objeto libidinoso para guerrilleros y paramilitares adultos. El 97% de los niños desvinculados de esos grupos señalaron haber tenido relaciones sexuales. El 95,6% “tuvo su primera relación sexual antes de los 15 años” y el 71,8% la “tuvo entre los 5 y los 13 años de edad”.

Toda esta situación se facilita por la complejidad social y económica de muchas regiones del país. En algunas no existe suficiente acceso al sistema educativo, en otras, no hay fuentes de ingreso para las familias, lo que empuja a los menores a trabajar en la cadena de producción de narcóticos. La violencia aporta al dejar desprotegidos niños que encuentran en los grupos armados un fatal refugio.

El reclutamiento forzoso de las guerrillas refleja su derrota política y el rechazo masivo de los ciudadanos. Con el final de la guerra fría y la aparición de la narcoguerrilla, quedó atrás la época en que la juventud pudo creer que el alzamiento violento era el camino. Hoy no existe ninguna razón para tomar las armas y combatir el Estado, mucho menos para atacar a la población civil. Tampoco hay un solo motivo que legitime la lucha guerrillera. En Centroamérica lo comprendieron hace más de una década. En Colombia, gracias a la maldición del narcotráfico, la “revolución” es un eslabón del más rentable de los negocios.

Ahora que estamos hablando de la impunidad en que la muerte de Pinochet sumió sus delitos, qué bueno sería que el gobierno de Álvaro Uribe renunciara a la reserva de la cláusula 124 del Estatuto de Roma, que impide hasta 2009 que estos casos sean de competencia de la Corte Penal Internacional. El reclutamiento de niños menores de 15 años y su utilización para participar activamente en hostilidades es un crimen de guerra que no puede quedar impune.

Pregunta: ¿Cuánto tiempo falta para que los niños de Colombia compartan en paz la llegada de la Navidad?

*Profesor de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad del Rosario
http://rafaelguarin.blog.terra.com.co

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