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Su libro trae códigos QR con lo que las crónicas no solo se pueden leer sino ver. | Foto: Andrés Gómez

PERFIL

Mauricio Gómez, el polifacético

Con su reciente libro, 'Crónicas', el hijo de Álvaro Gómez Hurtado redondea un ciclo excepcional al combinar el arte con el periodismo de profundidad

14 de noviembre de 2015

Mauricio Gómez es un hombre interesante. Como dice Juan Esteban Constaín en el prólogo de Crónicas, “Es un periodista de los que ya quedan muy pocos: un narrador nato y un investigador inagotable y riguroso que trata de reivindicar el valor de las palabras”. A lo largo de su vida Gómez ha combinado el periodismo, el arte y la investigación. Aunque para algunos sus informes en CM& narrados por él tienen algo de ladrilludos, también tienen la autenticidad de una voz que entiende y siente lo que cuenta. Las crónicas que presenta en el noticiero de Yamid Amat desde 2006, si bien no tienen una audiencia masiva sí cuentan con un respeto unánime.

Mauricio Gómez estudió Derecho pero nunca ejerció. Recién graduado se fue a Londres a estudiar Printing Management y en 1976 regresó a Colombia a trabajar en El Siglo, el periódico que ha seguido las orientaciones no solo de su abuelo Laureano Gómez sino también las de su padre, Álvaro Gómez Hurtado. Más adelante dirigió el noticiero 24 Horas, que durante muchos años fue el líder de información en la pantalla chica en el país.

Un día de 1988 su padre lo sorprendió en 24 Horas para decirle que debía salir del país. Gómez cuenta que en ese entonces Escobar secuestraba a hijos de políticos. Diana Turbay, Pacho Santos y Andrés Pastrana. Este último, recién liberado, le dijo a Mauricio que se había enterado de que él estaba en la lista de posibles secuestrables y que debía tomar en serio las amenazas.

En Estados Unidos trabajó en CNN y en Univisión, y en 1992 partió a París a estudiar Arte. Allí le dio una tendinitis en la mano derecha y tuvo que aprender a hacerlo todo con la izquierda. “De mi maestro de dibujo, Jean-Claude Athané, recibí tal vez el mejor consejo de mi vida: hacer siempre lo contrario a lo que uno cree que debe hacer. Aceptar la propia ignorancia abre mundos. Así llegan cosas buenas que nutren el trabajo y que permiten, al menos, alcanzar una especie de equilibrio”.

Dieciséis años después Gómez volvió a Colombia para trabajar con Amat en los informes de CM&. “Primero fui reportero”, dice. “Después, presentador. Mi única condición fue no salir en primer plano; si acaso aparecer lejos, hablando con alguien, como para que no digan que compré la nota. Esa ausencia del periodista es buenísima porque el espectador realmente se pone a ver el meollo de la cuestión”. Esos informes ahora están reunidos en su libro Crónicas, en el cual aparecen unos códigos QR que permiten verlos en su versión original en el teléfono celular.

Con Yamid Amat ha hecho una gran mancorna a pesar de que se trata de una pareja dispareja. “Somos muy distintos. Desde Millonarios y Santa Fe empiezan nuestros problemas, no estamos de acuerdo en nada. Eso es bueno porque es la única manera de ver lo que uno no ve o no quiere ver. Entonces vienen las mejores decisiones. He tenido el privilegio de que me den tiempo en las emisiones. Con ello se logra hacer algo más que la simple noticia del día, en un mundo en que no queda tiempo de reflexionar”.

De su padre le queda la convicción de que las noticias deben conducir a esa reflexión a veces ausente, y de que hay que tratar todos los temas con cuidado y con verdad. Tristemente, en este mes también se cumplen 20 años del magnicidio de Álvaro Gómez, quien fue uno de los principales opositores del gobierno de Ernesto Samper durante el Proceso 8.000. Hace unas semanas, la Fiscalía declaró que prescribiría solo en 2022, pero Mauricio Gómez es pesimista: “Este fiscal se ha inventado ese cuento, aunque no ha hecho nada por investigar, como ninguno de los que lo precedieron. A la Fiscalía se le fueron 20 años sin establecer siquiera una teoría. Faltando cinco días para que prescriba, el tipo encuentra un sospechoso, un militar desprestigiado vinculado con el paramilitarismo. Es un pataleo para decir que él sí amplió la prescripción y una vuelta que le hace a Samper, quien tiene la teoría de que a mi padre lo mataron por no participar en un golpe de Estado, y que fueron los militares. Pero a nadie lo matan por no haber hecho nada”.

Algo es seguro, y es que durante los últimos 20 años han rodeado al episodio irregularidades, asesinatos y falsos testigos. Y a pesar de que en 1985 las autoridades se comprometieron a esclarecer el asesinato, hasta el momento el proceso final sigue impune.