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CAMPAÑA NEGRA CONTRA DE LA MADRID

¿Qué y quiénes se mueven tras las acusaciones del columnista Jack Anderson contra el Presidente de México?

25 de junio de 1984

Cuando el avión Presidente Carranza, de la Fuerza Aérea Mexicana, aterrizó en la Base Andrews de la United States Air Force, la bomba ya había explotado. Eran las 15:20 horas del martes 15 de mayo. Esa mañana, millones de lectores que suelen desayunarse con la columna de Jack Anderson, (en el Washington Post y en otras 899 publicaciones estadounidenses), habían leído que el Presidente de México, Miguel De la Madrid, "enlató entre 13 y 14 millones de dólares en una cuenta en Suiza". El célebre columnista, basándose, según propia confesión, en datos de la CIA y de la National Security Agency, afirmaba además que los ingresos del mandatario mexicano, desde el comienzo de su gestión, "llegarían a 162 millones de dólares"

DURA RESPUESTA
La brutal andanada causó estupor e indignación a De la Madrid y los hombres de su comitiva, que ese mismo día llegaban a Washington para sostener arduas pláticas con Reagan sobre temas tan espinosos como la deuda externa, el conflicto bélico en Centroamérica, el comercio bilateral y la situación de los trabajadores mexicanos indocumentados. La reacción fue fulmínea y enérgica: la misma noche del martes, Manuel Alonso Muñoz, el hombre de prensa del mandatario azteca, entregaba al Washington Post una severa desmentida señalando que el Presidente de México no tiene cuentas en el extranjero, percibe un sueldo fijado por la ley de Egresos de la Federación y, en cumplimiento de la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos (que él mismo hizo enmendar por el Parlamento para tornarla más estricta) presentó: "con toda oportunidad y exactitud, su declaración de bienes". La carta presidencial concluye afirmando: "Es una pena que el sensacionalismo del autor de la columna haya manchado las páginas de un periódico tan prestigiado como The Washington Post con imputaciones totalmente falsas".

LOS AGRESORES TIRAN LA TOALLA
El Post acogió la desmentida en su sección editorial del día 16 y esa misma mañana su presidente, la señora Katherine Graham agasajaba a De la Madrid y sus colaboradores con un desayuno servido en dependencias del diario. Azorada, se deshizo en excusas y explicaciones. Mientras tanto, la embajada mexicana remitía al Departamento de Estado la nota diplomática número 0247, protestando por la injuria a un jefe de Estado que, para colmo, acababa de ser recibido por Reagan en visita oficial. "La indignación que produce la lectura de dicho artículo -expresa la comunicación- se acrecienta cuando el periodista, para dar visos de veracidad al infundio, asevera que sus fuentes fueron "un funcionario de alto nivel de la administración que tiene acceso a informes secretos de inteligencia" y otra fuente "con acceso a datos de la CIA y la Agencia Nacional de Seguridad"".
El Departamento de Estado se apresuró a contestar por medio de su vocero George High -jefe de la sección México- el jueves 17. La respuesta -no menos azorada que la de la señora Graham- desmiente rotundamente a Jack Anderson, aplaude "el compromiso del Presidente De la Madrid" para fomentar la honestidad administrativa y manifiesta que "la información disponible en todas las dependencias del gobierno de los Estados Unidos, nos lleva a la firme conclusión de que el Presidente De la Madrid ha establecido un alto nivel, tanto en lo personal, como en lo oficial, para cumplir con dicho compromiso".
Las excusas del periódico y del gobierno norteamericano dejaron satisfechas a las autoridades mexicanas (al menos en el plano diplomático) pero no calmaron a la clase política y a la prensa de México que reaccionaron enérgicamente contra el agravio.
De inmediato el PRI (oficialista) y sus apoyos gremiales (las poderosas centrales de campesinos y trabajadores), así como algunos partidos de izquierda, repudiaron la provocación y cerraron filas en torno al Presidente. En el Congreso se escucharon voces airadas señalando que se trataba de una campaña de desprestigio para enlodar a México y sabotear al Grupo de Contadora. El diputado Priista Carlos Barrios Honey llegó a denunciar que la calumnia de Jack Anderson se inscribía en una campaña de provocaciones, que incluía la matanza de refugiados guatemaltecos en territorio mexicano y acciones perturbadoras realizadas, el pasado primero de mayo, frente al palacio presidencial. "Nada nos hará cambiar la política exterior", subrayó Barrios Honey. Y ésa fue la tónica general de las declaraciones recogidas en el ámbito parlamentario.
El matutino El Día (progubernamental), editorializó el viernes 18: "... La política de Reagan en América Latina responde a la táctica Roldós-Torrijos. Tras lo ocurrido al Presidente De la Madrid se puede agregar: cuando no se puede sangre va el lodo".
Si algún brillante de la CIA pensó que el brulote de Anderson tendría efectos intimidatorios, hoy deberá evaluar autocríticamente que este paso en falso produjo el efecto contrario. No sólo en México, donde alimentó la llama de nacionalismo, sino en los propios Estados Unidos donde este escándalo amenaza volverse contra sus promotores y ejecutores.

EL "AUTOR INTELECTUAL" DE LA CAMPAÑA
Informaciones procedentes de Washington, reproducidas el sábado 19 por algunos matutinos mexicanos, sindicaban al funcionario norteamericano Constantine Menges -actualmente asesor de Robert McFarlane en el Consejo de Seguridad y antes encargado de elaborar planes de la CIA para Centroamérica-,como "el cerebro de la propaganda negra" contra México. Menges ha sostenido reiteradamente que dicho país puede ser vulnerable y proclive a la desestabilización ante "el avance de los movimientos comunistas en América Central ".
Pero el compromiso de la administración Reagan con esta gaffe de Jack Anderson puede ser aún mayor. Un observador de fuste, Gino Lofredo, recordaba días atrás en Washington que la National Security Directive 124, de enero pasado, recomendaba "explorar maneras de influir sobre la política de México hacia América Central y de vincular ese comportamiento al apoyo económico de Estados Unidos". Las notas de Anderson -agregaba Lofredo- al hacer hincapié en la malversación de miles de millones de dólares por parte de funcionarios mexicanos corruptos, alientan a los "halcones" de la economía, quienes se oponen a que Estados Unidos baje sus tasas de interés en salvaguarda de deudores como México.
Esta diplomacia, que alterna la sonrisa con el garrote, no parece dar buenos resultados. Lo primero que hizo el mandatario mexicano al regresar a su país fue informar a sus compatriotas que los principios de la política exterior permanecerían inalterables.

LA TRATA DE CHISMES
Jack Anderson alcanzó notoriedad en América Latina (y reforzó la que ya tenía en Estados Unidos), mediante un hecho positivo: la denuncia de la participación del consorcio ITT en la desestabilización y derrocamiento del Presidente chileno Salvador Allende. Por la inercia de las imágenes quedó, ante el público menos informado, como un campeón de la verdad, capaz de jugarse contra los "poderes ocultos". La realidad es menos simpática y cinematográfica.
Anderson se inició en la vida periodística como "negro" del columnista Drew Pearson, suerte de Elsa Maxwell de los corrillos políticos de Washington. Pearson publicaba con éxito en el Washington Post su columna "Merry-go-round", (que viene a significar algo así como carrousel, calesita o tio-vivo) y Anderson era el hombre que le traía los chismes. Cuando Pearson murió, Anderson heredó la columna y terminó de cimentar su prosperidad. "Sindicalizado" a través de la United Feature Syndicate logró comercializarla en 900 publicaciones (que suponen un total de 60 millones de ejemplares), y difundirla a nivel internacional a través de la agencia noticiosa United Press International (UPI). En la actualidad, el antiguo "negro" de Pearson, ha logrado reclutar a 25 "negros" que le suministran información a destajo. Con frecuencia los petardos de Anderson y sus "black boys" han causado una mala digestión a los poderes públicos y secretos. Pero en el mundo en el que se mueve Jack Anderson, en el mercado de la información confidencial, la gente suele ser ecléctica y permisiva. "Hoy nos dio un garrotazo; mañana puede sernos útil ", parece ser el lema. Fiel a esta consigna, Anderson restañó viejas heridas con algunos favores que últimamente se tornaron más evidentes. Como este ataque a Miguel De la Madrid, que tendía a descolocarlo cuando debía afrontar duras pláticas con su colega Reagan.
Anderson, que no suele repetir los temas, se ocupó dos veces seguidas, en una semana, de la corrupción en México. Curiosamente dio instrucciones a la UPI para que esas columnas no fueran transmitidas al extranjero, lo que tendió a confirmar las suspicacias de algunos observadores: se trataba de restarle crédito al mandatario azteca frente al cándido lector norteamericano. La columna que agravió a México apareció -como de costumbre-, junto a las tiras cómicas. El comunicado mexicano lo puso de relieve, tal vez con cierta malicia o ignorando que los chismes en el Post, siempre aparecen junto a los chistes. Anderson fue ubicado en la sección de historietas como castigo por uno de sus frecuentes exabruptos. Cuando a la dirección del diario se le pasó el enojo y quisieron restituírlo a la sección editorial, el columnista prefirió quedarse junto a los "cartonistas" por una razón de peso (o mejor dicho de dólares): había ganado muchos lectores.