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CERRADO EL AFFAIRE KIESSLING

Pero el mantenimiento de Woerner como mindefensa hace recaer sobre Kohl la responsabilidad del caso

5 de marzo de 1984

Con un verdadero "timonazo" sobre el curso que había tomado el caso Kiessling, el canciller Helmut Kohl puso punto final (por ahora) al misterioso episodio que amenazaba con convertirse en otro gran affaire alemán, ahora que los escándalos -desde que al liberal Otto Lambsdorf lo acusaron de inmenso soborno- se han puesto de moda en Alemania Federal.
Kohl había regresado de su visita a Israel obsesionado con la idea de que el asunto Kiessling estaba "pasando de castaño a oscuro" en demérito del prestigio de las Fuerzas Armadas, razón por la cual toda demora en el arreglo del problema era dañina. La solución que adoptó fue, aparentemente, salomónica: mantener al ministro de Defensa, Manfred Woerner y restituir con plenos poderes al general Gunther Kiessling en las filas del ejército. Las razones de su proceder fueron concretas: las acusaciones contra Kiessling proporcionadas por la contrainteligencia militar nunca fueron firmes.
Los riesgos, sin embargo, de esta "solución" no han sido disipados. En opinión de Hans Jochen Vogel, líder del opositor partido socialdemócrata, el intento del canciller demócrata cristiano por finiquitar el delicado asunto sólo llevó a que la propia autoridad de Kohl sea puesta en tela de juicio. Vogel, además, insistirá en que el tema sea abordado por una comisión parlamentaria pública.
Como se recordará, Kieesling -quien se desempeñaba en la dirección de la OTAN en Bélgica- había sido acusado por los servicios de seguridad de la RFA de frecuentar el Tom-Tom, un establecimiento homosexual de Colonia y, por ende, constituir un riesgo para la seguridad del país al ser víctima, en potencia, de chantajes. Woerner, ante las acusaciones, y después de un dramático careo con el general, lo alejó del cargo, el 31 de diciembre pasado. No es que la ley alemana prescriba que la homosexualidad es causal para destituir oficiales, sino que, para Woerner, el hecho de que Kiessling negara tener preferencias homosexuales lo hacía vulnerable a chantajes.
Pero el ministro de Defensa mismo estuvo a punto de perder su puesto cuando se supo que el 20 de enero, en vista de que las pruebas de la inteligencia militar eran muy frágiles, hizo traer desde Zurich, Suiza, a Rainer Ziegler, un ex editor de una revista para homosexuales, para que confirmara ante él las sospechas sobre Kiessling. La reunión, que se suponía secreta, y que fue aderezada con otras más en las que participaron otros representantes de la "escena homosexual" de Colonia, fue financiada con dineros del ministerio de Defensa y participó en ella, además Woerner, el ministro secretario general del gobierno, Waldemar Schreckenberger, el más cercano colaborador de Kohl.
Pero Ziegler violó su promesa de guardar silencio sobre la reunión y contó a la prensa lo que había testimoniado en ella. Según él, un muchacho de 16 años le había enviado en 1980 un texto para su publicación sobre sus presuntas relaciones homosexuales con un general oestealemán llamado Gunther Kiessling. La intriga ganó mayor impulso cuando la policía de Colonia dijo haber descubierto a un cierto Jurgen, un soldado muy parecido a Kiessling que era asiduo cliente del Tom-Tom, con lo que surgió la hipótesis de que Kiessling era objeto de un complot.
Pronto en la prensa apareció otra noticia en el sentido de que el dueño de un bar gay de Colonia había recibido una oferta de 200 mil marcos, por parte de "agentes militares", a cambio de testimoniar que Kiessling había tenido relaciones sexuales con él.
El embrollo llevó a Woerner a ratificar la destitución del general, pero al mismo tiempo a admitir que tal medida también había estado ligada a los roces personales que se venían dando entre el general alemán y el general norteamericano Bernard Rogers, comandante supremo de la OTAN.
Woerner, quien se vio precisado a escribir una carta de desagravio a Kiessling, sigue recibiendo críticas por su comportamiento, junto con el subsecretario de Defensa y responsable de la contrainteligencia militar, Karlheinz Hiehle, no sólo de parte de la oposición socialdemócrata sino de las mismas filas del gobierno. En efecto, el presidente de la Unión Social Cristiana de Baviera, Franz Josef Strauss, se había distanciado de las acusaciones contra Kiessling y el ministro de Relaciones Exteriores y presidente del cogobernante partido Liberal, Hans Dietrich Genscher, mantuvo silencio en el transcurso del caso.
En previsión de que más adelante surjan nuevos cargos contra el Ministro Woerner, el canciller Kohl aseguró en estos días que "de acuerdo a las normas teológicas, la absolución de Woerner vale para los pecados del pasado y no del futuro."
Kiessling, por su parte, agradeció su rehabilitación, ratificó su inocencia y solicitó, de todas formas, pasar a retiro el 31 de marzo próximo (y ser despedido, eso sí,con honores militares) con el argumento de su delicado estado de salud y de la "imposibilidad de recuperarme completamente después de la campaña desatada contra mí"